Capítulo 5: El Fugitivo.

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Me estremecí al ver la puerta de la cabaña entreabierta. Recordé los pasos que di para salir de casa y estaba segura de haberla cerrado lo mejor que pude. Vi que mi hermano me observaba también dudoso.

—Cerraste la puerta ¿No? —justo decir eso, vi la sombra de alguien moverse por la cabaña. Retrocedí asustada y me coloqué enfrente de mi hermano.

—Shhh. No digas nada —lo aparté de mí mientras desenfundaba un arma.

El niño se quedó observando asustado mientras yo me pegaba a la puerta lo más posible con el arma

Nada más llegar, di una patada a la puerta y coloqué la pistola justo enfrente mía, moviendo la mano de un lado a otro de la casa, hasta dar con quien se encontraba en ella. Justo en el suelo, comiéndose los restos de carne casi podrida que habíamos dejado. No dudé en amartillar la pistola y apuntarle directamente a la cabeza. Mi hermano se quedó justo detrás mío.

—¡Mierda! —el hombre se giró asustado, enseguida se levantó del suelo cogiendo un cuchillo con el que estaba partiendo la carne. Se notaba herido, con las prendas rasgadas y el rostro magullado.

—¡¡Alto!! —grité señalándolo con la pistola. Él enseguida se paró enfrente mía y comenzaba a temblar y resoplar. Se le notaba muy nervioso.

—Por favor... No dispares, de verdad.

—Deja el arma y retrocede —el hombre soltó el cuchillo a mis pies y dio unos pasos hacia atrás con las manos levantadas.

Le di una patada lateral al cuchillo para evitar que pudiera hacerse con él de nuevo. Respiré profundamente.

—¿Quién eres? —continué apuntando con la pistola

Él retrocedió unos pasos.

—¡No te muevas!

—¡Vale! —se mantuvo quieto, pero temblando—. Pero baja el arma. Por favor

Mantuve la pistola firme.

—Primero dime quien eres.

—Joder, so-solo pasaba por aquí.

—¿Cazador? ¿Caníbal? ¿¡Qué buscas aquí!?

—¡Te juro que no soy ninguno de los dos! He pasado por todo un calvario y solo estaba buscando un refugio en el que cobijarme. Solo soy un superviviente como tú y tu hermano —se restregó la mano por el labio ensangrentado que tenía.

—Más te vale no mentir —me acerqué a él sin dejar de apuntar al hombre.

—¡Eh!—se cubrió la cabeza con un brazo—. ¡Estoy solo y herido! no quiero hacerte nada. Déjame quedarme hasta mañana por lo menos. Estoy muy cansado, por favor.

Realmente el hombre estaba bastante mal de aspecto. Pero no sentía ningún tipo de confianza. Y además tenía miedo. No sabía de qué era capaz este hombre, pero me sabía mal dejarlo tirado.

—Vale— hice una breve pausa— .Te dejaré quedarte hasta mañana. Una vez amanezca te marcharás de aquí. Sin mediar una sola palabra. ¿Queda claro?

—Sí —se tranquilizó—. Gracias. Ahora, si no te importa bajar el arma, aún podrías... ya sabes—rogó el hombre.

Miré mis manos temblorosas que sujetaban la pistola que apuntaba al transeúnte. Decidí bajar la pistola aunque sin quitar el seguro.

—Si... está bien —dije aún sujetando la pistola contra el suelo.

—No te fías de mí, ¿verdad?

—No.

El hombre cerró los ojos algo más calmado

—Vale, escucha, solo voy a estar una noche, créeme que soy la persona que menos quiere iniciar una pelea ahora mismo.

Dos Pasos al InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora