Oímos a los transeúntes en el patio de la cabaña. Sergio se notaba asustado, en shock, mirándome esperando que hiciera algo. Lo agarré del brazo y lo dirigí corriendo a la escalera.
—Sergio, subamos por las escaleras. Vamos hacia la ventana, podremos bajar por ahí —susurré haciendo el menor ruido posible
—Sí —dijo el chico siguiendo algo tembloroso.
Subimos las escaleras con sumo cuidado. Por cada crujido que producía la escalera al subir por ella, la angustia y el miedo invadían mi cuerpo. El simple echo de pedir por favor el no ser descubierto y morir en aquel instante. Cuando subimos las escaleras justamente un hombre dio la voz de alarma.
—¡¡Eh!! ¡Por aquí, he oído algo! —se notó a un hombre entrando por la puerta de la cabaña—. ¡Que alguien suba conmigo!
Justo en ese momento entramos en el cuarto de Sergio y nos escondimos tras la cama de su dormitorio.
—¿Qué vas a hacer, Sonia? —Sergio se quedó observando con la respiración agitada y mirando a los lados.
—No lo sé. —respondí recargando la pistola y añadiendo las pocas balas que me quedaban.
Sergio suspiró. Las voces se acercaban cada vez más, y se oía el rechinar de la escalera.
—Sonia, tenemos que hacer algo —susurró nervioso.
Me incorporé y miré hacia la puerta comprobando que no había nadie. Había encontrado una ventana enfrente nuestra la cual daba al patio de la cabaña. Miré hacia abajo de la ventana y no había nadie en el patio. Justo entonces salté sin dudarlo.
—Sergio, salta. Te espero abajo —caí dando una voltereta en el césped desgastado del patio.
Me percaté de que Sergio seguía arriba, el chico le daba miedo saltar desde tan alto. Pero veía como el hombre abrió la última habitación antes de llegar hacia él.
—¡Vamos! ¡¡Baja ya!! —susurré alterada—. ¡Te van a atrapar!
El niño se percató de que el hombre estaba con un machete entrando de habitación en habitación. Sabía que era el siguiente, y que de ser descubierto iba a morir.
—¡Aquí no hay nadie! —dijo el hombre en la habitación de al lado—. ¡Voy a ver en la siguiente!
Sergio tragó saliva, estaba muy nervioso.
—¡Sergio! ¡Tiene que ser ya! ¡¡Vamos!! —Sergio saltó con decisión y valentía, con la mala suerte de que no cayó bien, haciéndose daño en la rodilla.
La caída alteró a una mujer que se encontraba en la cocina. Salió de ella con la pistola apuntando a Sergio que se trataba de levantar.
—¡Eh! aqu...
No le dio tiempo a dar la voz. Disparé un flechazo sin dudarlo y le atravesó el cuello, muriendo en el acto. Me dirigí a él, el cual estaba tratando de ponerse en pie, pero se cayó de rodillas al suelo.
—Joder, como se te ocurre saltar así, solo espero que no te hayas roto nada. —cogí al chico en brazos, subí un peldaño que daba a la parte trasera de la cabaña y comencé a correr todo lo que pude. A pesar de esto, no tardé en ser detectada, pues comencé a notar cómo gritaban y disparaban sin mucho éxito.
—¡¡¡Eh!!! ¡¡¡Han huido por el patio de la cabaña!!! —nos delató y enseguida fueron llegando y acercándose a la posición donde nos encontrábamos mi hermano y yo.
Continué corriendo todo lo que pude con el chico en brazos hasta llegar a una gran roca junto a una valla. Estaban empezando a fallarme los brazos de tanto correr por tanto allí fue donde lo dejé con cuidado en el suelo.
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Dos Pasos al Infierno
Science FictionTras una guerra bioquímica que ha asolado gran parte del planeta y transformado en monstruos a otros, dos jóvenes hermanos, tratan de buscar refugio en el norte de España, uno de los pocos lugares del mundo que no ha quedado totalmente destruido por...