Ilien tiene muchos problemas en casa y decide huir, está dispuesta a lo que sea con tal de estar fuera de casa, hasta que piensa bien las cosas pero ya es muy tarde y tendrá que pagar lo que ha causado.
Pero no se lo digo, no hasta que pasa la noche, guardo mi celular y me quedo dormida hasta que oigo el sonido de un pito de carro, me despierto despacio y veo a la señora Marian acercarse a mi.
- ¿Estás bien? -afirmo con la cabeza mientras froto mis ojos-. Ya es de madrugada, todo está helado, ¿cómo se te ocurre estar así sin un abrigo?
Las mujeres mayores siempre son tan lindas y atentas, se preocupan por cosas pequeñas pero importantes, ay me gusta tanto.
- Me quede dormida antes de que empezará a hacer frío -digo apenada mientras froto mis piernas.
- Ah, que se le va a hacer, vámonos -arregla mi cabello un poco, con cariño, así lo siento, me ayuda a levantarme y nos subimos al auto.
Arranca y pone la calefacción.
- ¿Porqué te has ido de tu casa?
- Yo... -trago grueso-. Eh...
- Esta vez no quiero que mientas.
- Esta bien -susurro-. Mi madre me vio besándome...
- Eso no tiene nada de malo -dice tranquila, ella exagerando como siempre.
- Con mi jefa Ana -termino de decir y muerdo mi labio sintiendo mis mejillas al cien.
- Oh... -dice-. Sabía que te gustaban las chicas, pero no pensé que mayores.
- ¿Usted sabía? -pregunto abriendo mi boca al final de la sorpresa.
- Linda, eres muy obvia y bueno, mis instintos nunca fallan -asegura.
- Tu... -miro hacia la ventana mientras acaricio mi flequillo-. ¿eres cómo yo?
- ¿Qué si me gustan las chicas? Claro, son lindas, ¿no? -pregunta con su típica sonrisa amable y afirmó con la cabeza apenas lo dice.
- Claro - se siente bien poder hablar de eso con alguien.
- Así que tu madre se entero, puedo intentar hablar con... -me sugiere.
- No -respondo interrumpiendola-. Lo siento, señora Marian, pero por favor no, mi madre me odia, no quiero verla hasta que deba a entrar en clase, sé que me irá a buscar y hay no podré evadirla pero por ahora no quiero hablarle, ¡quemó y rompió mis cuadernos! -me quejo-. Sabe lo feliz que estaba por comprarlos con mi dinero y me hizo eso.
- Lo entiendo, pero ella estaba muy preocupada, estaba llorando.
- Es buena para llorar -digo estirando mis labios.
- Dejaré que te quedes en mi casa un tiempo pero debes pensar que hacer y le diré a tu madre que estas bien o llamara a la policía, ¿bien?
- Hum -suspiro-. Esta bien.
- ¿No tienes hambre? -pregunta luego de unos minutos.
- No -digo sonriendo pero mi estómago empieza a sonar delatandome.
- Con ese cuerpito tuyo dejar de comer no es bueno, hay comida en mi casa, tu tranquila.
Así que cuando llegamos la sigo despacio por su casa, es grandísima y hermosa, me gusta mucho, me ha dicho que cuando mi madre venga a limpiar yo tendré que estar fuera de casa, lo tengo claro.
Al llegar me sirve un plato enorme de comida que veo con los ojos muy abiertos, ¿es una broma? Jamás he comido tanto en mi vida.
Pero no digo nada y empiezo a comer, siempre que mi lengua se derrite por lo rico que sabe y meneo mis pies de la emoción.
- ¡Qué rico! -exclamo con lágrimas de placer en mis ojos.
- Me alegra que te guste, mañana debo ir a trabajar así que voy a dormir, tu cuarto será el que está en el segundo piso a la derecha.
- ¿El que está frente a tu cuarto? -pregunto sin creerlo.
Es hermoso, grande, lleno de peluches, era de su hija, pero ella se fue hace muchos años con su padre y jamás volvió, no quiere a la señora Marian por haberle pedido el divorcio a su papá, supongo que ella jamás se sintió a gusto con un hombre, lo que se hace por complacer a la sociedad.
- Si linda, sé que te gusta, ¿no? -va a creer que soy una bebé, pero no me importa afirmó con ma cabeza, feliz-. Bien, entonces descansa -me pide, acaricia mi cabello y se va a su cuarto.
Cuando termino de comer limpio el plato y lavo mis dientes, me pongo mi pijama.
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Me acuesto en la cama, es suavecita y llena de cobijas, me cubro solo con dos de ella y me acomodo bien en las almohadas, no tardo en dormirme.