I. EL HOTEL ETERNO

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Eran alrededor de las cuatro de la mañana, un lunes catorce de octubre.

–Arriba, ya es hora de levantarse- fue lo primero que recuerdo haber escuchado, mientras alguien acariciaba lentamente mi nariz, de inmediato supe que se trataba de mi madre.


-Tú no te cansas de estos jueguitos de nariz, ¿verdad?- le dije mientras me forzaba a fingir una sonrisa a medias. Me senté sobre la cama tratando de convencerme a mí misma que debía enfrentar este día, froté suavemente mis ojos y luego de un gran suspiro comencé a vestirme.


Llegamos al trabajo más temprano de lo normal, regularmente el tiempo que nos quedaba libre lo utilizábamos para descansar, puesto que con Josué, mi mejor amigo, teníamos una agenda muy ocupada, por lo que cuando llegábamos temprano tomábamos esos minutos libres para dormir. Tomé mi celular para programar la alarma de las seis y media.

-No, para, hoy no vamos a dormir, no puedes seguir evitando más este tema, menos un día como hoy, no te ves la cara, pero yo lo noto en tus ojos- dijo Josué con la mirada fija sobre mí, esperando una respuesta negativa o simplemente conformándose con mi silencio. Por un momento, pensé en bajarme del carro porque las lágrimas comenzaban a asomarse de repente, pero respiré profundo, lo miré y le respondí:

-¿Qué quieres que te diga?- le dije, mientras las lágrimas comenzaban a recorrer mis mejillas.

-No lo sé, necesito que hables...- se quedó en silencio, pude notar en su voz la sensación de haber dicho algo que no era necesario recordármelo –solamente quiero saber si te sientes bien, si necesitas algo- siguió.


-Estoy bien- respondí, una de mis características era siempre hacerme la fuerte, aunque por dentro estuviera muriendo, y efectivamente, era lo que estaba sucediendo. -¿Podemos bajar ya?

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Acostumbrada a una fuerte rutina de trabajo, luego de haber estado rodeada de niños de colegio que andaban de un lado al otro y adolescentes mostrando su amor frente a todos, me subí al carro de mi madre, pues me iba a llevar al <<hotel eterno>> como decidí llamarle desde ese día, suspiré resignada al saber la pregunta que vendría de su boca:

-¿Cómo te sientes Isabela?- dijo con una voz preocupada.

-Realmente no estoy de humor para hablar madre, solo quiero acabar con esto y dormir hasta mañana.

Luego de unas cuantas horas de tráfico, gente caminando, música romántica en la radio y unos cuantos mensajes de mis conocidos en Facebook, llegamos finalmente a casa. No tardé mucho en ponerme el vestido negro que la abuela de Abdi me había regalado meses antes de lo sucedido, como si ella hubiera tenido presente que su nieto nos iba a dejar el corazón vacío tiempo después, agarré las primeras zapatillas negras que encontré, volteé a ver mi tocador de maquillaje y agarré esa pulsera de oro, lo único que me quedaba.

Justo a las 9 de la noche, la gente comenzaba a llenar la iglesia, pude observar como Josué iba entrando, junto con Ana y Carolina, mis otras dos mejores amigas. Llegaron junto a mí, se sentaron sin decir una palabra, Ana me abrazó, tenía la habilidad de hacerme sentir bien con sus abrazos. El padre comenzó a dirigir la misa, sinceramente, en mi cabeza solo escuchaba las palabras <<bla, bla, bla>>. Pude sentir cómo alguien tocaba mi hombro, era Francis, el manager de Abdi, indicándome que la misa había terminado.

-Hola, amiga- me dijo con la voz más triste que pude haber escuchado en, para ser precisa, dos meses atrás.

-Hola- bastó vernos directo a los ojos para abrazarnos fuertemente y comenzar a llorar. Luego de haber ido a dejar arreglos florales a la tumba de Abdi, después que cada uno expresó nuevamente unas palabras en su memoria, luego llegó la hora de volver a la realidad. Nos reunimos en casa, mi hermano mayor, Christopher, se acercó junto con su novia Andrea, los dos me miraban como si fuera una niña, cuando en realidad estaba por cumplir veinte años en unos meses.

-Isa, debes seguir con tu vida, por favor, mereces una felicidad plena, estoy seguro que Abdi querría eso- dijo Christopher acariciándome la cabeza con dulzura como cuando éramos pequeños.

-Lo sé- contesté –pero siento que no he podido avanzar, lo he intenta...- antes de terminar la frase irrumpió mi hermana menor, Emma, justo estaba regresando de su viaje a Europa, -vas a salir adelante- dijo con firmeza, -estoy segura de eso, por eso siempre te he admirado- finalizó dándome un beso cálido sobre la frente.

-Ahora, ven, hoy dormiremos juntas, tengo que contarte mis aventuras por Europa- sonrió, -estarás bien, princesa- repetía una y otra vez aquella niña de 15 años, que siempre parecía más madura y enfocada que yo.

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UN AÑO DESPUÉS:

Es increíble cómo el tiempo ha transcurrido sin siquiera sentirlo, un año... cada vez que tengo la oportunidad me siento sobre mi cama para recordarlo, recordar con dulzura y cariño, para revivir esos momentos de felicidad y agradecer el tiempo que estuvo conmigo, meses atrás me prometí que al pasar el año iba a comenzar mi vida nuevamente, porque me lo debía a mí y se lo debía a él. Recuerdo cómo comenzó todo, como si hubiera sido ayer, es lo bueno de dejar todo plasmado en una fotografía o en papel, en mi caso. Es increíble cómo solamente con ver un accesorio en tu piel puede significar mucho, más cuando la persona que te la dio significó tanto.  Tomé mi pulsera, la que un día fue suya... y comencé a recordar.   

Donde me sientas, estaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora