VIII. EL DISFRAZ DE MONO

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Octubre hizo su aparición, la época fría que todos consideraban como la favorita del año, la mía era diciembre por las vísperas navideñas, pero Halloween también me entusiasmaba. Como último requisito universitario, teníamos que escoger un país, ciudad, o Estado para realizar nuestra pasantía de graduandos, ¿Quién diría que para ser intérprete y traductora necesitaba hacer mi pasantía en OTRO PAÍS? Sin embargo, no hubiese habido jamás una opción diferente para formar mi futuro, porque siempre me había encantado los idiomas... por lo que escogí mi paradero: Miami.

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¿Llevas todo? No olvides que en Miami celebran Halloween, ten cuidado con quién te juntas o con quién sales, en estos días ya no puedes contar con nadie- indicó mi mamá en tono de preocupación.

-Mamá, no te preocupes- respondió Christopher irritado –ella va conmigo, nos vamos a quedar todos en el apartamento, mis amigos, Isabela, Emma y yo. Vamos a estar bien, además... es menos de un mes, ve y diviértete con papá- terminó sin dejar espacio a que mi madre siguiera hablando.

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Escuché a lo lejos las típicas indicaciones de la azafata sobre las medidas de seguridad. Emma estaba sentada junto a mí, se puso sus audífonos y comenzó a escuchar música; por ende, asumí que mi viaje iba a ser solitario, y me puse a admirar lo pequeña en que se convertía la Ciudad desde la ventana del avión. Horas después, llegamos a nuestro destino, me pude haber dado cuenta en el momento que Emma me despertó con un grito sutil cerca de mis oídos. Pegué un brinco, siempre lo hacía, no sabía realmente el por qué seguía asustándome su manera de despertarme. Bajamos del avión y Christopher fue a recoger nuestras maletas mientras nosotras observábamos los diferentes productos que ofrecían los stands autorizados por el Aeropuerto Internacional de Miami.

-Bueno chicas, tengo hambre- escuché que Christopher decía a lo lejos mientras caminaba con nuestras maletas.

-¿Tú? Pero qué raro- mencionó Emma con tono de burla, por consiguiente solo pude reírme con esa típica carcajada nada elegante, esa que me hacía perder todo el glamour según mi madre.

Christopher condujo alrededor de unos quince minutos en el carro y pasamos a comer a un restaurante de hamburguesas, Miami se distingue por tener mucha población latina, por lo que el español ya era casi su idioma oficial. Luego de haber pasado casi una hora entera en el tráfico por un accidente automovilístico, por fin llegamos al apartamento familiar, el cuál llevábamos alrededor de dos años sin visitar. Cada uno de mis hermanos y sus amigos eligió su compañero de cuarto. Con suerte, pude compartir el mío con Emma y una de las amigas de Christopher, los demás tuvieron que ideárselas para convertir la sala en una habitación múltiple.

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Los días pasaron, y entre la pasantía y conocer nuevos lugares turísticos; ir de shopping con Emma; y observar chicos guapos por la calle, se avecinaba el boom de la cultura estadounidense: el trick or treat. Mi hermano recibió una invitación para celebrar Halloween en una de las discotecas más conocidas de Miami. Dicha discoteca era tan conocida que para poder ingresar se necesitaba una reservación mínima con dos días de anticipación, contar con una tarjeta vip gold, o ser famoso; por suerte Christopher tenía amigos en todas partes, y el Gerente de dicha discoteca nos ingresó al área vip.

Donde me sientas, estaré.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora