siete

2.5K 181 33
                                    

Entramos a casa y sentí el aroma a salsa. Mi mamá no cocinaba muy seguido pero si algo le salía bien eran las pastas. Nos ubicamos en la mesa los tres después de presentarles a Valentin. En realidad, ambos ya lo conocían porque Manuel ya les había hablado de todos. Yo nunca le había prestado mucha atención o, en realidad, no tenía la capacidad de relacionar nombres con caras. Tal vez mi hermano ya me había contado sobre todos sus compañeros pero al momento de verlos se me olvidaba cuál era cuál y eso era lo mismo que no saber nada de ellos.

Durante la cena se habló de freestyle, de las batallas en la plaza, de lo que pretendía cada uno con respecto a la música, de algunos conocidos en común y de las batallas del día. Intensos. Papá y mamá hicieron sus mejores intentos por adentrarse en la conversación y ellos se esmeraron en explicarles algunas cosas que ninguno entendía. Por mi parte, no quise aportar mucho. Después, entre los tres levantamos los platos y, como ya era bastante tarde, le dije a mamá que se fueran a dormir y que yo los lavaba.

Cuando se fueron, Manuel se excusó rápido con que quería bañarse y sin demoras también se fue.

— Lavo yo. — Dijo Valentín siguiéndome a la cocina.

— No hace falta. — Le conteste pero vi que no se iba a quedar tranquilo sin hacer nada. — Podes secar, si queres. — Asintió y se ubicó a mi lado. El calor que emanaba su cuerpo por la cercanía me transmitía ganas de darle un abrazo. Yo sufría demasiado el frío y, al parecer, ese buzo que tenía puesto para él era más que suficiente. Me sonrió cuando le pase el primer plato y luego se aclaró la garganta para hablar.

— Gracias por invitarme, Paz. — Me dijo. No sabía si decirle de nada o intentar ser un poco más simpática. El chico me ponía tonta y me dejaba completamente muda con cualquier cosa que decía. Le sonreí. — ¿Mañana tenes clases? — Me preguntó.

— Sí. A las 9. — Le contesté. — Detesto cursar de mañana cuando hace tanto frío. — Valentín se rió. ¿Por qué se me hacía tan difícil dejar de mirarle los ojos?

— ¿Que estudias? — Me preguntó.

— Comunicación social. ¿Vos cuantos años tenes? — Era como un Ping pong de preguntas personales básicas que nos salvaba del completo silencio.

— 20, ¿vos?

— 19. En septiembre cumplo los 20. — De nuevo me golpeé internamente. ¿Él te preguntó, Paz? No. Porque a nadie le importa cuando cumplís años.

— Yo cumplo en enero. — Dijo haciéndome sentir menos imbecil.

Se me hacía raro pensar que estábamos en mi casa, hablando de nosotros cuando habíamos chapado el fin de semana anterior. Si lo recordaba por más tiempo era muy probable que me pusiera roja de vergüenza. Y aunque él no supiera el motivo no quería pensar en eso para no seguir haciendo un papel lamentable.

Después de un par de minutos terminé de lavar los platos y él de secarlos.

— Gracias por la ayuda. — Dije. — Mi hermano es un pésimo anfitrión. — Valentín rió.

— Igual la anfitriona sos vos, porque vos me invitaste. — Me recordó divertido.

— Cierto. Igual fue por compromiso, no pensé que fueras a decir que sí. Mucha confianza... — Valentín soltó una fuerte carcajada y de verdad fue un gran alivio que, como Nacho, entendiera mi sarcasmo. El comentario iba con un deje de broma en la voz pero también era posible que no lo entendiera y pensara que yo realmente lo había invitado por compromiso y que era una de esas personas frontales que te decían las cosas en la cara sin importar cuán incómodo fuera. Bueno, no era así.

— A vos te digo que sí a lo que quieras. — Ese comentario me bajó al planeta Tierra y me hizo sonreír como estupida. El chamuyo barato era mi debilidad pero no podía demostrarlo.

— ¿Te funciona eso alguna vez? No, pará... si es que te funciona es porque sos rapero y tenes pasta de campeón, no por otra cosa.

— Y te olvidaste de nombrar que soy fachero, zurdo y abortero. — Sonreí.

— ¿Aliado? — Rió. — Y si, seguramente tenes a todas a tus pies.

— No te creas.

— Dale. — Insistí pero no dijo más.

— ¿Y vos? — Me encogí de hombros. — ¿Ecko? — Me reí al recordar.

— Nada. — Contesté. — Me cae bien y somos amigos. — Asintió no muy convencido. Parecía hasta decepcionado. No sé qué era lo que él quería escuchar. — Además tiene novia y esta re enamorado. Me alegro por él. — La sonrisa pareció iluminarle hasta los ojos y mi estómago empezó a sentir un leve cosquilleo con tan solo ese gesto.

Ya era bastante tarde y él me lo hizo saber cuando vio la hora en su celular. Me dijo que su Uber ya estaba cerca así que me dio un beso en la mejilla y volvió a agradecerme por la comida. Mandó saludos a mi familia mientras lo acompañaba hacia la puerta cuando el auto tocó bocina.

— Nos estamos viendo, Paz. — Me dijo.

— Chau, suerte. — Saludé antes de volver a entrar a casa. Cuando estuve sola en mi habitación solté el aire que tenía acumulado y salió un gran suspiro de ilusión. Yo no era así. No era tan enamoradiza ni tan romántica como parecía en esos momentos pero el chico me volvía loca. Y no, no me pasaba lo mismo con Bautista ni con ningún otro. Entonces todo lo que parecía sentir se me hacía bastante raro.

Y como había nacido en la era de las redes sociales no pude hacer otra cosa que investigarlo por Instagram antes de dormirme esperando, con todas mis ganas, despertarme con un mensaje suyo. Pero él no era así.

arte | wosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora