ocho

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Memi estaba concentrada en remarcar lo importante del apunte mientras yo observaba las hojas desordenadas en la mesa sin tener ni un poquito de ganas de empezar con el estudio. Me aclaré la garganta llamando su atención.

— ¿Seguís pensando en tu wa, intensa? — Sonreí.

— Es que quiero que me hable y no sé cómo hacer. — Se encogió de hombros.

— Hablale vos. Es acuariano, Pichi, todas mis personas favoritas son acuarianas así que seguramente lo voy a amar. Te doy el visto bueno. — Habló con diversión. Me reí al recordar que cuando les conté a las chicas todo lo que había pasado con Valentín, Memi como primera medida le sacó su carta natal. Y ahora yo sabía hasta qué ascendente tenía Wos, como si eso fuera a decirme algo más de él. Emilia estaba obsesionada con la astrología y todo el tiempo relacionaba aquello con nuestra vida cotidiana.

No le di más vueltas al tema y me concentré en estudiar para el parcial que se aproximaba porque si alguien daba el primer paso, esa no iba a ser yo. Ya lo había hecho demasiadas veces y todas habían resultado mal.

(...)

Salí de la facultad apurada porque Coti estaba esperándome hacía rato para ir a una muestra de arte. La pintura me apasionaba y ocupaba casi todos mis tiempos libres. En un momento de mi vida hasta había soñado con vivir de eso pero, después, la comunicación social tomó un lugar más importante. No me demore mucho en llegar al Museo Nacional de Bellas Artes donde había una exposición de obras de William Turner. Mi amiga, estudiante de Arte, me esperaba en la puerta en compañía de un amigo suyo y compañero de facultad.

Estábamos con Lautaro, el amigo de Coti, debatiendo sobre una obra cuando sentí mi celular vibrar en mi bolsillo. Coti se había encontrado con un profesor que le caía muy bien entonces se fue a hacer un recorrido con él dejándome con su amigo, quien por alguna razón no quiso acompañarla. El chico me caía increíble porque me atraía la cantidad de conocimientos que tenía sobre el tema. Miré la pantalla encontrándome con un número desconocido y me disculpé para salir a atender.

— ¿Hola?

— Hola, María Paz. — Habló una voz perfectamente conocida. Mi estómago dio un salto.

— ¿Quien habla? — Pregunté intentando sonar calmada aunque ya casi estaba sonriendo y sabía perfectamente quien era.

— Valentín. — Dijo tranquilo. — Wos. — Se corrigió. — ¿Como estas?

— Ah, hola, Valen. — Lo salude intentando sonar relajada. — Todo bien, ¿vos? — Me intrigaba saber cómo había conseguido mi número y por qué me estaba llamando en lugar de mandarme un mensaje.

— Todo bien. — Contestó. — ¿Estas ocupada ahora? — Me preguntó. La última vez que había tenido señales de él fue cuando se fue de mi casa hace como dos semanas. No habíamos tenido interacción desde ese momento y ahora me llamaba por teléfono como si los días no hubiesen pasado. Él parecía no seguir el accionar que seguían la mayoría de los chicos y hacía las cosas a su modo y, en especial, a su tiempo.

— Sí. — Respondí apenada. Tampoco iba a dejar todo para salir corriendo por él. — Pero en unas horas estoy libre.

— Perfecto. ¿Te parece vernos? — Sonreí ampliamente. Demasiado.

— Dale, me parece.

— Bueno, mandame un mensaje cuando te desocupes así arreglamos.

Cuando volví a entrar, Coti ya estaba de regreso y me miró expectante.

— ¿Todo bien, Pichi?

— Si, todo bien. — Dije sin borrar la sonrisa de mi cara. Ella me codeó despacio y volvimos a ver los paisajes plasmados en las obras de Turner.

Dos horas después, ya estaba lista para salir con Valentín. Al volver a casa, le mande un mensaje y me dijo que en media hora pasaba a buscarme así que ya estaba ansiosa esperándolo.

No sabía que era lo que me pasaba con él pero era increíblemente atractivo. Casi hipnótico. Me llamó después de dos semanas, como si estuviese interesado en mí. Y me encantó. Aunque lo hubiese estado esperando antes y aunque en mi mente me había prometido no esperar nada desde el momento en que estuve como una semana esperando que me diera alguna señal. No debía esperar nada de alguien así porque esa clase de chicos solo traían desilusiones.

Su perfume me invadió cuando lo saludé con un beso en la mejilla al subirme a su auto. Valentín me sonrió y puso en marcha el vehículo mientras en la radio sonaba una canción de Spinetta.

— ¿Queres ir a cenar, Paz? — Me preguntó.

— Dale... — Contesté. Después me anime a hablar para iniciar una conversación. — No te pregunté cómo conseguiste mi número.

— Se lo pedí a tu hermano. — Dijo sonriente. — Estuve a mil estos días, pero pensaba hablarte antes. — Asentí.

— ¿Estas trabajando mucho? — Pregunté.

— Sí, estoy yendo mucho al estudio a grabar. Pero esperaba verte... — Sonreí. — ¿Vos qué onda?

— Nada, tranquila. — Contesté. — Lo mismo de siempre. Facultad, gimnasio, terapia... no mucho más. — Él sonrió.

— Terapia. — Repitió.

— Sí aunque también me sirve de terapia el taller de pintura.

— ¿Ah si? — Preguntó interesado. — ¿Te gusta pintar?

Ahí comencé a hablar sin parar. Le conté que pintaba y eso pareció interesarle porque fue él quien me sacaba toda la información posible acerca de mi hobbie.

Llegamos a un bar muy copado y seguimos charlando durante bastante tiempo. Le conté que dibujaba, que me gustaba hacer retratos y me pidió que le hiciera uno cuando tuviera tiempo. También hablamos de mis amigas y de mi familia. Él, por su parte, me contó de sus aspiraciones y de su historia. Hablamos de creencias e incluso de política. Las horas pasaron sin que me diera cuenta y cuando él se fijó en su celular y abrió los ojos sorprendido, me enteré que ya eran más de la 12.

Estábamos a unas pocas cuadras de mi casa, cuando él dijo:

— Espero no colgar y que nos veamos más seguido, Paz. — Lo miré intentando saber que decirle. "Espero no colgar". Casi se lo estaba diciendo para sí.

— Espero que no cuelgues, entonces. — Dije con picardía. Valentín chasqueó la lengua. Estacionó su auto frente a casa y entonces me acerqué para dejar un beso en su mejilla a modo de saludo. Me sonrió mientras me alejaba pero en un rápido movimiento me acercó a él y unió nuestros labios. Volver a probar su boca era transportarme al lugar más sereno que había en la Tierra. No sé si era porque el chico me atraía mucho o porque él transmitía ese tipo de calidez.

Después de unos minutos, nos despedimos y entre a casa sin poder ocultar esa sonrisa que me provocaba pensar en él.

arte | wosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora