trece

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Me desperté con el cuerpo de Valentín pegado al mío. Me gustaba sentir su calor y su respiración tranquila en mi nuca. Me levanté intentando no despertarlo y caminé hasta el baño. Al salir, Valentín seguía en la misma posición así que agarré mi celular para matar el tiempo. Mientras revisaba mis redes sociales, sentí a Valentín moverse. Lo miré y vi como abría los ojos despacio mientras emitía sonidos roncos en un intento de despertarse. Cuando me vio, sonrió.

— Buen día. — Saludé.

— Buen día, Pichi. — Repitió y giré los ojos al escuchar mi apodo salir de sus labios.

— Subiste una foto de mi pared anoche. — Comenté intentando que no sonara como un reproche. — Y de un dibujo...

— Ah si. — Dijo despreocupado acomodándose en la cama. — Es que me parecieron impresionantes y quería que todos los vieran. ¿Te molestó? Puedo borrarlos si...

— No, no me molestó, Valen. — Lo interrumpí y sonreí negando.

La música que sonaba en la habitación de mi hermano nos interrumpió. Manuel tenía la costumbre de escuchar rap muy fuerte los domingos por la mañana.

— ¡Manuel! — Grité enojada porque era lo mismo todos los domingos. Segundos después escuché los golpes en mi puerta y a mi hermano preguntando si podía pasar. Miré a Valentín algo asustada y él me sonrió con diversión en los ojos.

— Buen día, tórtolos. — Saludó apoyado en el marco de la puerta de mi habitación mientras nos miraba con una ceja levantada y la mirada expectante. Valentín seguía acostado en mi cama junto a mi y la situación me parecía bastante vergonzosa dado que era su amigo y que anoche había llegado sin que él se enterara. — ¿Ya somos cuñados, Wos? — El recién nombrado rió y Manuel siguió hablando. — Uf, Trueno se va a volver loco...

— No sé, creo que a tu hermana le gustan más los tinchos. — Dijo Valentín con diversión e ironía en la voz. Lo empuje suavemente mientras mi hermano reía.

— Me imagino que la vas a cuidar a la Pichi, negro. — Habló Manuel un poco más serio haciéndome morir de ternura. Valentín no decía nada, dándome a entender que su cabeza seguía maquinando con mis palabras de anoche.

— Me puedo cuidar sola, gordo. Tranquilo. — Le dije a mi hermano antes de que Valentín pudiera decir algo. Me paré rápido y caminé hacia la puerta sin decir nada más.

Valentín se fue de casa un par de horas después. Habíamos almorzado los tres juntos pero para ese entonces yo estaba muy distante.

Por la tarde Nacho me llamó para hacer algo y como él tenía bastantes fanáticos lo invite a casa para estar más tranquilos. Él me hacía sentir que podía contarle cualquier cosa pero, sin embargo, no le hable de Valentín. En cambio, le comenté que Lautaro me había invitado a una muestra de arte y que, según mis amigas, él estaba interesado en mí.

— ¿Y vos cuando pensas mostrar tus pinturas, Paz? — Lo miré con incredulidad.

— Hay que ser famoso para eso, Nachi. — Dije restándole importancia al tema. La pintura me apasionaba, si, pero era un hobbie, por lo que no pretendía ganar nada con eso. Nacho me miró impaciente.

— ¿Te gustaría mostrarlas? — Me preguntó con ternura. — Hay exposiciones de gente como vos, es muy urbano, vos sos más refinada pero podes ser la novedad... conozco gente que puede darte el lugar, si gustas. — Lo miré sin poder creer lo que me decía. Me salió abrazarlo. Nadie nunca se interesaba tanto en lo que hacía, ni siquiera yo misma.

— ¿Vos pensas que a la gente le va a gustar? — Pregunté dudosa.

— Paz... — Dijo con calma. — El arte es diverso y lo que haces vos es increíble. Por eso te digo que no te encierres en tu cuarto, dalo a conocer y si pega, buenísimo. Pero si no, te aseguro que va a existir gente a la que inspires con tu arte. A mí, por ejemplo. Ya soy fanático tuyo. — Me reí y volví a rodearlo con mis abrazos. Oculté mi cara en su cuello mientras él me acariciaba la espalda. Era un gran amigo.

— ¿No debería ser yo fanática tuya? — Él rió con su voz ronca.

— A vos no te gusta el trap, negra.

— Por vos voy a empezar a escuchar. — Me miró negando mientras reía. — Gracias, Nacho. — Le dije segundos después mirándolo fijamente a los ojos.

— No agradezcas. — Sonrió. — Ya voy a hacer un par de llamados y te voy a estar avisando como es la movida.

Mentiría si no dijera que me ponía nerviosa con tan solo pensar que iba a mostrar mis obras en una exposición de arte libre. Ni siquiera sabía si estaba preparada o si algo bueno surgiría de eso.

Manuel volvió a casa cuando ya era de noche y después de bañarse fue a mi habitación para que viéramos una película juntos. En realidad, sabía que su intención era descargarse conmigo porque lo notaba bastante desilusionado.
Apenas entró se tiró en la cama rendido. Y arrancó su monólogo sobre las mujeres. Manu estaba conociendo hacía ya unas semanas a una chica de su colegio que, casualmente, vivía a unas cuadras de nuestra casa. Tenía un año menos que él y era divina. Ya los había visto juntos una vez que estaba yendo al súper y ellos caminaban rumbo a casa. Se veían lindos. Pero Manuel era bastante indeciso con las relaciones y según mis conclusiones a él le gustaba mucho una de sus amigas.

— No me gusta la rusa, Paz. — Dijo en tono cansado. Me encogí de hombros. — Me gusta Luciana.

— ¿Y si te gusta tanto porque me decís que te hartaste? — Bufó.

— No quiere estar conmigo... O sea... — Intento explicarse con nervios y supe a lo que se refería. — Es virgen.

— ¿Y?

— Que... no sé cómo... — Dijo moviendo sus manos exasperado. Soltó un suspiro.

— Manu, la virginidad no existe. — Comenté. — Es un concepto. Y vos como hombre tenes que respetar los tiempos de una chica. Si no quiere estar con vos, esperas y listo. No seas tan pajero. Tiene que sentirse segura con vos y tiene que haber confianza para que pase. Por ahí no le estás brindando eso, por eso no quiere estar con vos todavía.

Mi hermano asintió comprensivo y desvió el tema quitándome el control para elegir una película.

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