Capítulo 7: "Agonizāre"

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"Agonizar. Del latín "agonizāre": combatir, luchar."

Yo estaba agonizando, pero por dentro: combatir contra esas ganas de seguir gritando y forcejeando, sabiendo que eso traería más problemas y quién sabe, resultar en un golpe o algo peor. No sabía a lo que me enfrentaba, a lo que ese chico estaría dispuesto a hacer con tal de cumplir sus objetivos. ¿Cómo pude llegar a esto? Cada dolor acarreaba otro, quise deshacerme de aquel que sentía con la ausencia de Fredick y por el contrario terminé llamando a otro.

Sentí su mano agarrar el borde de mi blusa a punto de levantarla. Por instinto tomé su mano y la aparté bruscamente. Mala idea.

—¡¿Qué te dije sobre resistirte?! —gritó tomándome por el cuello de la blusa— Kat, Kat, Kat, ¿tú no entiendes verdad? Pues haré que entiendas —elevó su mano con la palma abierta. Cerré los ojos con fuerza mientras volteaba mi cara hacia la derecha, esperando el golpe. Nunca llegó.

Oí un fuerte chirrido.

Un chico se encontraba dentro, había abierto la puerta, había escuchado mi último aliento de vida. Con lo poco que veía, discerní que el chico se acercaba, sentí un alivio enorme recorrer todo mi cuerpo, una chispa se encendía en mi corazón: la esperanza de seguir luchando que se manifestaba con mis silenciosos y débiles sollozos.

—¡Apártate de la chica!

Álex, que estaba de espaldas a él, hizo caso omiso a su reclamo y llevó una de sus manos a su chaqueta.

—¡Dije que te apartes, la estás lastimando!

—Aquí el que se tiene que apartar eres tú —le respondió volteándose hacia él sacando algo pequeño y negro de su bolsillo derecho: Una pistola.

—Escúchame bien inútil si te acercas... jalo el gatillo ¿entiendes? —y colocó la pistola en mi sien, con su mano derecha en el lugar correcto para disparar.

Sentir el metal frío contra mi piel envió una corriente de escalofríos que me recorrió toda la médula espinal. Muchas veces pensé en la muerte, en cómo todo sería más sencillo y menos doloroso, pero al estar con una pistola cargada en la cabeza, la perspectiva de la muerte cambia. Estás tan cerca de ella, puedes sentirla.

El chico de cabello azabache se quedó petrificado observando la pequeña arma. Lo miré directamente a los ojos, como pidiendo ayuda con una sola mirada. En respuesta dobló una de sus rodillas y se fue arrodillando en el suelo mientras levantaba las manos al cielo sin dejar de mirarme.

Álex me agarró fuertemente del brazo y se fue acercando al chico conmigo al costado, apartó la fría arma de mi piel y sentí cómo mis pulmones se llenaban de aire otra vez.

Hasta que apuntó el arma hacia él.

—Bueno "valiente caballero" ya que me viste, conoces mi identidad y...bueno...la situación —lo observó haciendo un puchero— tendré que matarte.

Quería hacer algo, huir, llamar a la policía, golpearlo, lo que sea; pero me tenía sujeta del brazo y mi cuerpo no respondía a las señales de mi cerebro. No podía creerlo, simplemente no lo procesaba, ¿hasta qué punto estaba dispuesto a llegar? ¿Asesinar a una persona inocente?

—¿Unas últimas palabras? —parecía disfrutar del momento previo al disparo inminente.

—Estás muy cerca  —Espera, ¿Qué?

—¿Qué? —y acto reflejo tomó la pistola volteándola y apuntando hacia Álex.

—Suéltala —dijo pronunciando lentamente cada parte de la palabra con un tono autoritario.

Álex, sorprendido, me agarró del cuello y me posicionó frente a él, usándome como escudo humano.

—¡Anda! ¡Dispara si eres tan valiente!

Solo vi cómo su brazo junto con la pistola fue bajando poco a poco hasta descansar en su muslo derecho.

—Lo sabía, eres un cobarde —aseguró Álex con burla.

—¿Estás seguro?

Escuché pasos rápidos acercándose por detrás.

—¡Policía! —dijo uno mostrando su placa mientras todos los demás apuntaban a mi agresor— Suelte a la señorita.

Dejé de sentir su tacto en mi cuello. El castaño elevó sus brazos y se arrodilló. Estaba acorralado. Acto seguido el oficial armado le colocó unas esposas.

No podía hacer más que llorar y abrazar al chico que oyó mi llamado de auxilio.

—Jóvenes, disculpen la impertinencia, pero debemos llevarlos a declarar por ser testigos y víctimas de este fatal incidente.

—Claro —contestó el chico mientras me llevaba con él hacia la patrulla. Me llevaba tan fácilmente, y claro si parecía un títere, una estatua: sin vida por dentro.

Mientras caminaba con la mirada clavada en el suelo, deseaba que esto haya sido un sueño, una simple pesadilla. Sin embargo era la cruda realidad en la que me encontraba.


Lápiz y Papel ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora