"—¿Qué está pasando?
—Nada.
—Yo sé que pasa algo, no me mientas.
—Bueno sí, pasa algo.
—Lo sabía... pero ¿qué es?
—Tú no lo puedes ver.
—¿Por qué?
—Porque lo que pasa por mi cabeza, cuerpo y alma nadie lo ve, nadie lo ha experimentado ni nadie nunca lo hará."
—Y entonces el balón gigante rebotó en la pared contraria y golpeó a Mel en la cara —no podía parar de reír mientras lo relataba— Podía ver todo pasar en cámara lenta y... y enton... —me atoré con mi propia saliva y empecé a toser como loca.
Estábamos de camino a Smoothfast, hace siglos que no probaba sus helados y la verdad ya me hacía falta uno. El calor era abrasador y después de una acalorada discusión como la que tuvo Thiago, un helado era el mejor remedio. Con solo pensar en su cremosidad, las galletas y la cereza encima se me hacía agua la boca, simplemente deliciosos.
—Oh Dios —Thiago intentaba ayudarme a parar de toser mientras se reía por lo que había dicho.
Ya me podía imaginar la imagen: Una chica tosiendo como si se fuera a morir y un chico dándole golpecitos en la espalda mientras con la otra mano se agarraba el estómago por tanto reír. Los dos sin dejar de caminar. Ahora que lo pienso, me pregunto si la anciana que pasó por nuestro lado llamó a la policía, la verdad no me sorprendería.
—Kat, respira hondo. Hey, tranquilízate porque ya llegamos —dijo entre risas.
Estaba tan ocupada tratando de estabilizar mi tos que no me di cuenta de que ya habíamos llegado. Entramos y nos sentamos a pedir nuestra orden, yo pido el helado de siempre: Chocolate y avellanas, mientras que Thiago se pide uno de vainilla. Por fin logré detener mi tos y puedo darme la libertad de ver el lugar, está igual como hace meses, cuando venía con Fredick.
No puedo evitar detener mi mirada en la mesa arrinconada junto a la ventana, es el lugar donde nos solíamos sentar. Recuerdo la primera vez que vinimos, casi puedo verlo a él, sentado frente a mí con esa sonrisa que jamás podría olvidar.
—Katlyn, ¿estás bien?
Volteé a ver a Thiago algo confundida.
—S...sí —mi voz sale un poco entrecortada, por lo que me aclaro la garganta.
—No, no lo estás.
—Sí lo estoy, es solo que... —volví a mirar por un segundo la mesa, Fredick ya no estaba ahí— nada.
—Puedes contarme... si es eso lo que quieres, claro, no te puedo obligar a nada.
Su voz era tan suave y comprensiva que sentía poder confiarle lo que me pasaba, aunque temía que no comprendiera muy bien.
—Solo... recordaba.
—Mjm —hizo un gesto para que prosiga.
—Hace mucho tiempo —me remuevo incómoda en mi asiento— solía venir aquí con un chico, y pues, recordaba esos tiempos.
—¿Un chico? —dice al tiempo que dirige su mirada hacia la ventana, evitando el contacto visual.
—Sí... era una gran persona.
—¿Era? —de pronto parece muy interesado en el tema.
—Bueno, solíamos ser muy unidos, sin embargo un día solo desapareció y no supe más de él —digo algo seria sin entrar en detalles.
Thiago, quien me escucha atentamente se inclina hacia adelante apoyando sus brazos en la mesa que nos separa.
—Y... ¿quién era? Tú amigo o ¿sentías algo por él?... —dijo juguetonamente en un susurro.
Yo no quería responder a esa pregunta, ¿qué era esto? ¿Un interrogatorio?
—Disculpen —carraspeó llamando nuestra atención la camarera— sus helados.
Gracias chica cuyo nombre no conozco.
—Bueno ya que al parecer nos estamos sincerando —digo divertida cambiando de tema— ¿Qué puedes decirme de ti?
Él parece captar mi incomodidad sobre ese tema y decide no insistir —Pues, me llamo Thiago, tengo diecisiete años, mi padre es policía y al parecer estoy en un restaurante comiendo helados con una chica que no puede controlar ni su risa, ni su propia tos— ríe.
—¡Hey! —le doy un golpe en el hombro.
—Auch, te voy a denunciar —dice haciendo un puchero.
Y me permito reír abiertamente.
Al terminar de comer nos vamos de la heladería y recuerdo que hoy mis padres llegan de su viaje, por lo que se molestarán si no me encuentran en casa. Miro la hora en mi celular. 1:56 pm.
—Me tengo que ir, mis padres llegarán en cualquier momento de su viaje.
—¿Quién eres? ¿Cenicienta? Todo el brillo y lo hermoso desaparecerá o qué —ríe.
—¿Me dijiste hermosa? —digo aparentando soberbia, echando mi cabello hacia atrás.
Thiago baja la mirada un segundo sonriendo y luego me mira —Quizá.
Sonrío y lo veo divertida, siempre que le miro a los ojos no puedo apartarlos y siento que me quedo horas así aunque solo sean un par de segundos. Ahora no me puedo dar esa libertad de tiempo pues recuerdo que mis padres llegarán en unos minutos —Me debo ir, ya casi es media noche —digo en broma.
Thiago finge preocupación —No puede ser, es verdad. Corre.
Suelto una carcajada —Adiós, nos vemos luego.
Me despido de él con una sonrisa y me alejo caminando.
Ya he avanzado una cuadra cuando me doy cuenta que no puedo quitar esa tonta sonrisa de mi rostro.
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Lápiz y Papel ©
Kurzgeschichten"Al regresar a mi casa tomé su consejo y decidí intentarlo. Al final ya no tenía nada que perder, pues sentía que ya lo había perdido todo. Examiné mi habitación y lo primero que vi fue un lápiz y una hoja de papel. Sonreí cansada para mis adentros...