Capítulo 4

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"¡No voy a permitir que te divorcies! ¡¿Qué vas a hacer estando sola en esta vida?!"

"¡Mamá, no necesito depender de un hombre y menos si me ha pegado!"

"Ya no sabes ni lo que hablas, niña, yo no te eduqué así"

"¡Tú no me educaste! ¡Fue la abuela! ¡Y seguro que muchísimo mejor de lo que tú habrías podido!"

"¿Quién te crees para hablarle así a tu madre?"

"¡Tu hija, a la que le has convertido la vida en un infierno!"

"¡Te he arreglado la vida y te quejas!"

"¡Por mí puedes irte al infierno!"

Cuelgo la llamada y estoy segura de que los del motel vendrán a llamarme la atención por tanto grito, pero al menos le he dicho a mi madre lo que tanto quería decirle. Sé que papá opinaría lo mismo que ella así que solo dejo que ellos dos se coman la cabeza diciendo pestes de su hija que no les ha salido como ellos querían, pero he de decir que estamos en el siglo XXI, no en el XVIII y voy a hacer lo que me dé la gana, que ya no soy menor de edad.

Se me pasa por la cabeza la idea de buscarme un piso o algo para vivir yo sola y doy gracias a que he trabajado desde los dieciséis.

Las imágenes de Albert cayendo hacia atrás en la habitación del hotel atraviesan mi mente como un rayo, pese a todo ese infierno soy consciente de que tras ese golpe en la nuca podría salir muy mal o simplemente no contarlo así que alejo el pensamiento de mi cabeza, pero sigue estando en mi interior el miedo a que le haya pasado algo demasiado grave o incluso irremediable y la culpa caerá sobre mí si algo ha ocurrido, y yo me fui corriendo sin preocuparme más que por mí misma.

Aprovecho las horas que sé que mis padres no estarían en casa para ir y coger algo de ropa y dinero, necesitaría como mínimo pagarme unas cuantas noches más porque definitivamente no iba a volver a casa, lo tenía más que claro. Siempre había querido irme de casa y por lo visto tenía que pasar algo de este tipo para que me decidiese a hacerlo.

Nada más volver me dirijo a recepción y pago por dos noches más, quedándome así tres para pasar hospedada aquí. La verdad no era un gran lugar donde pasar los días, pero no iba a gastarme mucho dinero si esto cumplía su función. Al contrario que mis padres, siempre empeñados en malgastar todo lo que tenían y dárselas de ricos, yo siempre había sido la persona ahorradora que se molesta en buscar las ofertas hasta para comprar pollo para cenar. Mi estómago ruge en protesta frente a este pensamiento dado que llevaba sin comer nada desde el banquete de la boda.

Me levanto de la cama y me calzo, cojo mi cartera y mi móvil y salgo a dar un paseo mientras busco un supermercado, una panadería o algo por el estilo. La gente a mi alrededor anda con prisa y tengo que tener cuidado para no chocarme con nadie, se nota que no tengo ni prisas ni obligaciones dado mi ritmo al andar, parece que arrastrase los pies y la verdad es que no tengo ánimos para apurarme un poco más, solo quiero olvidarme de mis problemas por un rato. Acabo por entrar en una panadería y el olor se cuela por mis fosas nasales, me encanta el olor a pan recién horneado, de pequeña mi abuela solía llevarme a la de la esquina de nuestra calle y comprarme el pastel que yo eligiese, siempre escogía uno diferente, pero sin duda mi favorito era el de hojaldre relleno de nata y fresa. Solía perderme mirando las tartas y tenía que sacarme casi a rastras.

Paseo mis ojos por el escaparate y compruebo que aquí venden mis preciados pastelitos, tras comprar una cajita con ellos y dos sándwiches vegetales salgo del local y busco un parque, me siento en el banco más alejado y saco mi comida de su envoltura, le doy un mordisco y enseguida necesito darle otro más, cuando me lo acabo abro la caja y saco una de las delicias de nata y fresa, sin duda están deliciosos. Vuelvo a guardar todo en la bolsa y pienso qué hacer mientras miro a lo lejos y siento el viento mover mi pelo.

Emprendo el camino de vuelta al lugar donde me voy a quedar los próximos días, en el ascensor me encuentro con un par de niños suecos, o eso me ha parecido, dí unos cuantos cursillos para aprender sueco que dejé atrás porque se me daba muy mal, así que no estoy cien por cien segura de que lo sean. Ellos se bajan corriendo en la planta inferior a la mía y yo camino fuera del elevador cuando las puertas se abren. Decido darme un baño relajante para sacarme un poco de estrés de encima y al salir me sorprendo al ver que me ha llevado dos horas. Me siento sobre la cama todavía enrollada en la toalla y dudo si quedarme o no toda la noche aquí. Al final decido que quiero volver a dar una vuelta por la noche y agarro una camisa blanca, unos jeans rojos y tacones. Antes de salir me pongo algo de maquillaje y me pongo una chaqueta negra de cuero.

64th Street [c.h.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora