Capítulo IV

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Las botas amarillas de Ana Solari sonaban por la acera y su paso rápido hacia la entrada de la escuela llamaba la atención de algunos estudiantes. Para todos ya no era una simple joven, de la noche a la mañana se convirtió en la persona que tuvo la desgraciada suerte de encontrar un cadáver.

El frío del invierno causó que Ana se encogiera dentro de su abrigo negro y frotara sus manos repetidamente antes de entrar por las puertas principales del edificio mientras soltaba un suspiro de cansancio. Había sido una mañana complicada y Violeta, que caminaba a su lado, era testigo de todo eso.

Al otro extremo del pasillo se encontraba Esteban Saavedra, el hermano mayor de la difunta. Estaba platicando con su grupo de amigos, aún parecía decaído y triste, sus ojos verdes similares a los de Violeta la observaban. El chico dejó a sus compañeros con la palabra en la boca y camino hasta donde Ana se encontraba. Se abrazaron con fuerza y familiaridad.

-¿Cómo estás? - Preguntó ella. Su voz sonó amortiguada a causa de su barbilla apoyada en el hombro de Esteban.

-Intentado superarlo - Le contestó mientras se alejaba un poco, tenía los ojos hinchados, era obvio que había llorado recientemente.

- Lo superaremos - Respondió sin saber muy bien que decir.

Los labios morados y sin vida de Violeta sonrieron con burla.

- Eres pésima consolando a las personas - Habló la muerta, su voz llegó como un susurro que le causó escalofríos a ambos.

Esteban lentamente deslizó su mano hasta unirla con los dedos fríos de Ana. Ambos se miraron fijamente sin decir nada, aunque las palabras no eran necesarias para expresar lo ambos estaban pensado, en ella.

Algunas personas en el pasillo los observaban. Los conocían como el hermano y la amiga de una muerta.

-Necesitamos hablar...- dijo Esteban

Caminaron de la mano hasta entrar a un salón vacío donde pudieran hablar sin que personas inoportunas los interrumpieran.

¿Quién mató a quién?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora