Capítulo VII

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El más perjudicado fue el rubio, el cual tenía algunas heridas en la espalda. Varios segundos después Ana reaccionó.
-¡Dios!- se levantó mirando a Esteban con pavor y angustia. Este yacía en el piso, respiraba agitadamente y se quejaba de dolor.
Le ayudó lo más que pudo a levantarse y salieron disparados por las puertas del salón hacia la enfermería. Esteban dejaba un rastro de sangre donde pasaba. Los alumnos que estaban en el pasillo los observaron horrorizados.
-¿Qué ha ocurrido?- exclamó uno de los amigos de Esteban.
-¡Ayúdame a llevarlo a la enfermería!- gritó Ana desesperada. Rápidamente dos chicos más se acercaron y cargaron al herido hasta llevarlo con la enfermera.
Al poco tiempo llegaron el señor y la señora Saavedra acompañados de la madre de Ana, Amelia Solari. Todos tenían caras de preocupación, pero el rostro de Amelia se llenó de alivio al ver a su hija que estaba sentada en una banca fuera de la enfermería. La chica sostenía contra su rostro una gasa que evitaba o intentaba controlar el sangrado de una cortada en su rostro.
-¿Dónde está?- Exclamó Susan, la madre de Esteban con pánico en la voz -¿Dónde está mi hijo?
Ana quiso decirle que todo estaría bien, que Esteban estaba siendo atendido por la enfermera y que aseguraba que ninguna herida era grave. Quiso por un momento gritar que todo aquello había sido culpa de Violeta, que la causante de sus heridas era el fantasma de su amiga, pero sencillamente pensar que le creerían parecía ridículo. Para todos Violeta llevaba muerta más de tres semanas, aunque para ella estuviera más que viva en su mente.
-Señora, su hijo está siendo atendido en la enfermería- contestó el director que permanecía de pie junto a los padres, luego señaló la puerta blanca más cercana.
-¿Qué es lo que ha pasado?- preguntó el padre del joven.
-La única explicación lógica que podemos darle a lo sucedió es que fue el viento, el equipo de protección civil está analizando la situación; puedo darle mi palabra no hay nada de lo que deban preocuparse.
El tono del director era profesional y educado. Ana agradeció que no hiciera más preguntas acerca del por qué estaban dos chicos encerrados en un aula en el momento justo de la tragedia.
-Le agradezco a Dios que no te haya pasado nada- Amelia miró a su hija y acarició cariñosamente su mejilla, luego besó su frente con amor.

¿Quién mató a quién?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora