Aquella tarde se fue entre juegos con Chris. Fuimos súper héroes, patinadores de hielo, músicos.
     Fuimos exploradores y nos aventuramos entre los árboles y nos imaginamos que descubríamos nuevas especies de animales.
     Fuimos incluso ha y danzamos suavemente al compás del Vals de las Flores, aunque no supiéramos el nombre de dicha canción, pero conocíamos su melodía.
     Es tan hermoso cómo la imaginación nos brindó otro rostro, otra felicidad, otro cuerpo, ropa, sitio. Cómo cambió nuestro mundo entero.
     Es tan fácil decir que deberíamos ser más como los niños, pero es que al crecer perdemos tantos dones que solo ellos tienen. Desearía poder preservar para siempre ese cálido sentimiento que ellos te profesan con tan solo una acción; desearía poder aún tener tanta libertad, tanta determinación en hacer aquello que me hace ser feliz y hacer cada segundo de mi día el mejor; desearía dejar la vergüenza y pudor de lado al realizar mis actividades favoritas; al brincar, al cantar, al hablar de mundos maravillosos que tal vez solo existan en mi cabeza o estén atrapados entre páginas y tinta.
     Desearía tener la misma realidad que ellos.
     Mientras que nosotros los adultos, y también los que estamos en procesos de serlo, solo nos concentramos en vivir preocupados por el tiempo, otro tipo de realidad.
     No queremos que llegue el tiempo, el tiempo en el que tengamos que hacer "tal cosa", pero de lo que no nos damos cuenta es que ya llegó, está aquí y también estará.
     Debemos vivir, ¿Por qué no solo lo hacemos? ¿Por qué no solo dejamos de lado aquellos supuestos avances y compartimos sueños y plenos sentimientos?
     Por qué no hacer de nuestra imaginación una realidad.
     Por qué no traer devuelta la más pura y jugosa expresión de nuestra brillante alma.
     Planteemonos esas preguntas en vez de envenenar nuestra escencia con cosas tan frías y supuestamente importantes como la ciencia.
     Podría hablar y hablar de cuanto deseo un mundo de este estilo, pero claro, son solo deseos.      No sé cuantos concuerden conmigo, pero hoy me considero un alma de las que nunca serán oídas por todos, de las que son felices regocijándose en puros sentimientos dulces lejos de un veneno tan frío, banal y redundantemente letal. Me considero un alma que viaja lejos, que siempre estará viva porque será digna de ser recordada por los más puros y humildes.
     Me considero un alma brillante cuando se me da la oportunidad. Aunque a veces no quiera recordar, sé que debo hacerlo porque, como dije, es nuestra última oportunidad de vivir o morir, y yo elijo vivir aunque no dependa de mí.
     Elijo vivir, a través de esa fantástica inocencia eterna que me brindó él, en aquel momento que comenzamos a bailar libremente, siguiendo una melodía no tan imaginaria.
     Elijo volver a llevar el hermoso vestido de Clara y mover mis pies rítmicamente, mientras que los fuertes brazos de mi cascanueces de carne y hueso me sostienen y me acompañan en una viva alegría hace mi corazón arder en emoción.
     Elijo no tener que contar una historia para ser feliz, sino vivirla.
     Siento que mi felicidad se ha sumergido en muchas causas, entre ellas el cielo estrellado que nos cubrió cuando nos cansamos físicamente y nos tiramos en la grama.
     Ese momento me hizo comprender más adelante, que solo nosotros somos dueños de nuestras almas. Ese cielo, tan brillante, está inmortalizado en mí, aunque solo él y yo seamos capaces de notarlo.
     A veces nuestro mundo se derrumba con las malas experiencias, pero estas están ahí para hacernos fuertes y sabios, para levantarnos y no quedarnos tendidos.
     Olivia nos llamó a ambos, y entre sus palabdras pude reavivar una chispa de los sentimientos que había podido alejar completamente toda la tarde.
     —Linda, ¿Cómo llegaste aquí?—me preguntó sentándome en la banca luego de ver como envió a Chris a recoger sus cosas para guardarlas en su auto, haciéndolo ausente en la conversación.
     Sus palabras me pusieron a pensar, y hasta ahora es que me doy cuenta cómo las mías, tan inocentes, la fueron quebrando poco a poco.
     —Umm, no lo sé, me quedé dormida en el auto y... simplemente desperté bajo ese enorme árbol—hablé como si ella supiera a cual de tantos me refería, pero desde ese momento ya yo sabía sin problema cual era.
     Motita se acercó y se sentó frente a mí, quedando a la altura de mis piernas. Comencé a acariciar su cabecita.
     —¿Estabas sola?—negué con mi cabeza exageradamente, típico acto de una niña de cinco años.
     —No completamente, Motita estaba conmigo, pero mamá y papá no.
     —¿Y no sentiste ansiedad?—la vi un poco confundida. En aquel momento no lo noté, pero recuerdo un claro rastro de arrepentimiento por haber preguntado algo que yo no entendería.
     —No sé que sea eso, pero sentí algo muy feo, yo no podía...—me quedé pensando en lo que pasó en ese momento.
     —¿No podías qué?—insistió la mamá de Chris.
     —Es que—suspiré derrotada—¡Uy! no sé como decirlo, pero también estaba triste. Fue muy raro y feo.
     Ella se quedó callada unos segundos y acomodó mi pelo. Me miró con lo que hoy identifico como un toque maternal.
     —¿Quieres dormir en casa de Chris? Así mañana irás de nuevo a Fort Worth.
     Abrí mis ojos como platos y mi boca formó una perfecta "O".
     —¿Estoy en Visalia?—exclamé sorprendida, sacándole una risa a aquella mujer.
     Evidentemente, no sabía a qué se refería Chris con que "yo era del sur".
     —Sí, cariño, estás en Visalia—dijo sonriéndome cálidamente.
     —Bueno, sí quiero, ¿Pero y mamá y papá?—pregunté incocentemente con preocupación y esperanza.
     —Tranquila, no te preocupes por ellos, estarán bien.
     —Entonces, supongo que sí—sonreí un poco.
     Y fue así como terminé emprendiendo un corto viaje de unos veinte minutos en auto hasta la casa Chris.
     Tenía sueño, pero él y yo íbamos contándoles a toda la familia Foley de nuestras diversas profesiones durante esa tarde, a veces contaba las cosas que yo solía hacer con Motita mientras que el mismo se removía en el regazo de Chris y el mío (porque abarcaba los dos) cuando pasaba mi mano por sus orejitas, sacándome algunas risillas.
     Nunca podré sacar de mi corazón y memoria cómo sus padres me acogieron aquella noche. Cuando llegamos, estaba impresionada por lo linda que era la casa, estaba reluciente y muy organizada. Olivia me llevó al baño y ahí pude asearme.
     —No tengo más ropa, y mi vestido está sucio. Pero Chris dice que se puede arreglar, ¿Se puede?—pregunté secándome con la toalla.
     Ella tomó la prenda blanca entre sus manos y vio la mancha oscura, la analizó un segundo.
     —Claro, linda, no te preocupes. Yo lo arreglo—me miró con una suave sonrisa, la cual respondí con otra de emoción y agradeciendo.
     Ella me dejó sola unos segundos en el baño, y al poco tiempo escuché unos golpes en la puerta.
     —¿Puedo pasar?—preguntó una voz grave y sonora, se trataba de Mike.
     En tan solo una tarde, había logrado entablar una linda amistad con aquel hombre.
     —¡Sí puedes!—sonreí al verlo entrar.
     —Dejaré por aquí esto. Sabes ponerte la ropa, ¿No?—asentí segura—Está bien—y con una suave sonrisa dejó una pijama en la tapa del váter junto con una ropa interior de mi talla.
     Nunca sabré cómo la consiguieron.
     Luego de que me vestí, no pude evitar comenzar a reír. ¡Aquella bata me quedaba enorme!
     Sonriente pero cansada, salí del baño y fui a la sala tanteando los pasillos, porque desconocía totalmente las rutas en la casa Foley.
     Al llegar a mi destino, pude ver como Olivia acariciaba a Motita, y a su lado reposaba una sábana y una almohada.
     —¿Y Chris?—pregunté estrujando mi ojo y llegando al sofá.
     —Se ha quedado dormido esperándote y Mike lo llevó a su cama. ¿Tú no tienes sueño?—asentí levemente—Ven aquí—entonces sentí como me ayudó a recostarme en la que sería mi cama esa noche.
     Me acobijó y comencé a dormirme, pensando en mis padres. A los minutos sentí que Motita se subió al mueble y se acostó a mi lado. Supongo que Olivia no tuvo ningún problema con esto, pues ella era amante de los animales.
     Al siguiente día, ya me encontraba de regreso a Fort Worth, pero no para volver a mi vida normal, sino para iniciar una nueva.

Gotas y Retrospección. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora