VI

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El problema era éste: Gerard estaba inspirado y Frank estaba fastidiado.

No podía evitar estresarse por el maldito sonido que hacía el grafito al ser impregnado en la hoja de papel.

Era realmente insoportable el hecho de estar sentado al lado de lo que ahora parecía, un maldito loco que había tomado diez tazas de cafeína pura.

Eso era estresante, si, pero la gota que derramó el vaso fue cuando la punta del maldito lápiz con el que Gerard dibujaba, se rompió y salió volando directamente al ojo de Frank.

Había soportado y aceptado el hecho de que de vez en cuando Gerard le diera unos cuantos codazos; también había soportado el hecho de que había cierta basura de lápiz de su lado de la banca; y por supuesto que había soportado el hecho de que Gerard le pidiera sacapuntas cada maldito minuto, desconcentrándolo de la clase.

Pero el hecho de que la punta del lápiz se haya roto y le haya picado el ojo, fue definitivamente lo que lo colmó.

—¡Arhur!— exclamó Frank mientras sobaba su ojo— ¡¿Podrías dejar de dibujar?!

—P-Pero...— Gerard buscaba una buena excusa para disculparse, pero se detuvo completamente— ¿Cómo sabes mi segundo nombre?

Frank se quedó pasmado, incluso hasta había olvidado el dolor de su ojo.

—Lo investigué— dijo Frank mientras se relamía sus labios ligeramente— Tengo que saber con que idiota estoy trabajando.

—Bueno, en primera: tú te rehusaste a darme clases particulares, así que prácticamente no estamos trabajando juntos.

—Uhm...

—Y en segundo: yo no conozco tu nombre completo, sólo sé que es Frank Iero y de seguro lo pronuncio mal.

—Mi nombre es Frank Anthony Thomas Iero Priccolo II— dijo el chico—.

—¿Segundo?— preguntó Gerard con una ceja enarcada— ¿O sea que hay uno más como tú? ¿igual de raro?

Frank rodó los ojos mientras volvía a recargar su cabeza sobre su mano derecha.

Gerard rió levemente al ver el rostro de fastidio de Frank.

—¿Puedo ver lo que dibujas al menos?— preguntó Frank con curiosidad—.

—¿Me vas a dar clases particulares?— preguntó Gerard cubriendo su cuaderno con su brazo—.

—No— dijo Frank sonriendo burlonamente—.

—Entonces no te dejo ver— dijo Gerard con una sonrisa igual de burlona y guardando su cuaderno—.

—Pero...

—¡Frank Iero!— exclamó el profesor molesto— ¡Gerard Way!

Frank brincó levemente en su asiento, sintiendo que todas las miradas se dirigían hacia él.

—Gerard Way— dijo el profesor viéndolo con una mirada de superioridad— Si tanto quiere participar en clase, ¿por que no pasa al pizarrón y resuelve el problema?

Frank pudo escuchar claramente cómo Gerard pasaba saliva, mientras sus manos se movían nerviosamente.

Gerard se levantó un poco inseguro de su asiento y caminó hacia la pizarra con un paso tembloroso.

Frank se compadeció de él y rápidamente empezó a anotar el problema en su cuaderno, para resolverlo fácilmente y pasárselo al pobre chico de cabello llamativo.

Frank debía admitir que era un problema complicado, no imposible para él, pero seguro Gerard estaba sufriendo.

Aún le faltaba por resolver dos operaciones más para poder concluir el problema.

Se sentía orgulloso de saber que en total tardaría menos de dos minutos y medio en resolver un problema que la clase entera no pudo resolver en media hora.

Rió de manera burlona cuando sintió que Gerard volvía a sentarse a su lado, sabía que había fracasado.

—¿Tan rápido te rendist...?

Frank se quedó a media pregunta cuando su vista se había dirigido al pizarrón.

Observó su reloj de manecillas una vez más y su ceño se fruncio completamente molesto y confundido.

Gerard Way había resuelto el problema en menos de dos minutos.

I.Q. [Frerard]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora