Capítulo Tres (2)

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Cuando llegaron a la casa de Gabriel, Agustín saludó al guardia de seguridad en la entrada del edificio. Charlaron por unos minutos antes de tomar el ascensor. Agustín abrió la puerta con la misma facilidad que la había abierto la última vez que Renato había ido ahí con él.

Era como si Agustín se sintiera como en su casa en este departamento.

"Gabi," gritó Agustín al entrar. "¿Cuántas veces tengo que decirte que no dejes la puerta abierta?"

"Si no lo hiciera, no podrías entrar cuando quisieras, ¿no?" Gabriel respondió, su voz provenía de otra habitación.

Renato entró por fin, cerrando la puerta detrás de sí mismo. Se sacó los zapatos y el abrigo, sintiéndose repentinamente nervioso. Su corazón latía con fuerza en su pecho ante la idea de ver a Gabriel de nuevo. No se había dado cuenta de cuánto lo había ansiado hasta ahora.

"No me-" Gabriel se detuvo cuando entró en la sala de estar y los vio.

"Estábamos en la casa de Tato," explicó Agustín mientras se dejaba caer sobre el sofá. "Y pensé que probablemente te gustaría un poco de compañía."

Gabriel ni siquiera miró a Agustín. Sus ojos estaban pegados a Renato. Abrió la boca, pero luego la volvió a cerrar.

"No me dijiste que estabas esperando gente," dijo Fausto cuando entró en la habitación.

Renato parpadeó dos veces, preguntándose si había visto un fantasma. Sin embargo, cada vez que volvía a abrir los ojos, Fausto seguía ahí. "¿Fau?"

La sonrisa en la cara de Fausto se torció un poco, pero se acercó a Renato con los brazos abiertos. "¡Tatito!" Envolvió a Renato en un cálido abrazo. "¿Qué hacés acá?"

"Queríamos visitar a Gabi," respondió Renato, apoyando las manos en la espalda de Fausto. "Qué hacés vos acá?"

"Me voy a quedar con Gabi mientras estoy en la ciudad." Fausto se echó hacia atrás, apretando los hombros de Renato. "Por trabajo."

Renato frunció el ceño y miró a Gabriel, que estaba mirando el piso. "No me dijiste nada acerca de venir a Buenos Aires."

Fausto se encogió de hombros. "Fue algo espontáneo. Ya sabés cómo son mis clientes."

"Sí," respondió Renato, todavía sin sentirse convencido. Algo en la forma en que Gabriel no lo miraba a los ojos le decía que había algo más en esta visita.

"Debés ser Agustín," dijo Fausto mientras extendía una mano para saludarlo. "Gabriel me habló mucho de vos. Soy Fausto."

"Encantado de conocerte por fin." Agustín le estrechó la mano. "También he oído mucho sobre vos."

"Este es Julián," dijo Renato mientras Fausto miraba al chico. "Es un amigo del trabajo."

Julián simplemente asintió, y Fausto le devolvió el saludo, pareciendo un poco ansioso.

"¿Che y si vamos a un bar?" Gabriel preguntó. Todavía llevaba su traje de trabajo. "No tengo mucho acá."

"Genial," estuvo de acuerdo Agustín. "Podríamos comer algo, también."

"Creo que voy a cambiarme primero." Gabriel señaló su habitación. "Ya vuelvo."

Renato lo miró al irse, contemplando cómo se movía. Julián, Agustín y Fausto estaban ocupados poniéndose los abrigos en la puerta principal.

"Ehhh," comenzó Renato. "Voy al baño antes de irnos."

Fausto lo miró con el ceño fruncido, mientras que Agustín se arrodilló para ponerse los zapatos y murmuró. "No te tardes mucho ahí adentro."

Recordar(te). [Quallicchio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora