Capítulo Tres (4)

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"¿Qué mierda te pasa?" Renato se adentró al apartamento cerrando la puerta tan fuerte como la había abierto.

Gabriel sólo podía mirarlo, presionado contra el respaldo del sofá. Agustín probablemente tenía razón: no debería dejar su puerta siempre abierta.

"Si estás tan celoso, entonces hacé algo al respecto." Renato lo señaló con el dedo, acercándose. "Y no sólo huir."

"¿Qué-" Gabriel negó con la cabeza una vez, luego dos veces, sin estar seguro si estaba soñando.

"No puedo creer que me hubieras dejado ir a casa con él." Renato levantó las manos en el aire. "¡Sólo miraste cuando dejé que otro pibe me tocara así delante tuyo!"

El corazón de Gabriel amenazó con salir de su pecho cuando Renato cruzó la distancia restante y puso una rodilla al lado de la cadera de Gabriel en el sofá y una mano en el respaldo, encerrándolo de esa manera. Lo miraba fijo, con las mejillas coloradas de rabia y sus ojos perforando los suyos.

"Vi esa mirada en tu cara, Gabriel." Mordía las palabras, aparentemente esforzándose por contenerse. "Vi lo mucho que odiabas cada segundo de esa escena. Vi lo mucho que querías alejarlo de mí."

Gabriel tuvo que esforzarse para quedarse quieto y mantener su mente clara para poder hablar. "¿Intentaste ponerme celoso?"

Renato soltó una risa seca. "No lo intenté. Lo hice. Estás celoso, Gabi."

Probablemente no había ningún uso en negar eso. "¿Dejaste que ese imbécil te tocara sólo para que me enoje?"

"Dejé que ese imbécil me tocara," lo corrigió Renato, inclinándose más cerca. "Sólo para que vos finalmente salgas de tu maldita cabeza y me toques."

Gabriel sostuvo la mirada de Renato, tragando con dificultad. "Bueno, supongo que ese plan no te funcionó entonces."

Por un momento, Renato sólo lo miró, sus labios en una línea delgada. Inclinó la cabeza y llevó una mano a la mandíbula de Gabriel. "Entonces," comenzó lentamente, con los labios acercándose a la oreja de Gabriel. "¿No querés que caiga de rodillas en este momento? ¿No querés mis labios en tu pija? ¿No querés cogerme la boca hasta dejarme sin voz?"

Gabriel sintió que toda su sangre corría hacia su pija. Se mordió el labio para contener un gemido, sabiendo que tan pronto como mostrara alguna reacción, perdería el control. Y no podía darse el lujo de perder.

La mano de Renato bajó de su mandíbula a su pecho, lentamente descansando sobre el esternón de Gabriel. "¿Y no querés llevarme a tu cama y abrirme hasta que te suplique que estés dentro mío? ¿No querés cogerme profundo, duro y lento hasta que me olvide de todo excepto tu nombre, gritándolo con cada una de tus embestidas?"

Mierda. Mierda. Mierda. Gabriel tenía que mantener la calma. ¿Cómo se suponía que debía mantener la calma? Renato probablemente podría sentir su corazón palpitar bajo su palma. Aparte de eso, Gabriel estaba completamente duro. Si movía mínimamente un dedo, estaría frito.

Ante su falta de reacción, Renato retrocedió. El rubor se había deslizado desde sus mejillas hasta su pecho y sus labios estaban bordó de todo lo que los había mordido. Gabriel no podía soportar mirarlo por más tiempo.

"Bueno," dijo Renato, cruzando los brazos sobre su pecho. "Supongo que voy a ir a buscarlo a Damián después de todo."

Eso fue demasiado. Gabriel gruñó y lo siguiente que supo fue que extendía su mano y tiró de Renato. Sus labios se estrellaron contra los del castaño en un beso contundente que era más dientes y lengua que cualquier delicadeza. Sintió que Renato respiraba con dificultad "Sí." Jadeó contra su boca y tragó la palabra mientras le pasaba la lengua por sus labios, haciéndolo callar de esa manera.

Recordar(te). [Quallicchio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora