Capítulo Cinco (5)

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Gabriel gimió cuando Renato tocó fondo y éste se inclinó hacia delante, agarrando sus manos. Estiró los brazos sobre la cabeza del rizado y entrelazó sus dedos antes de comenzar a empujar sus caderas. Su chico envolvió sus piernas alrededor de sus caderas y se dejó coger.

"Dios, Gabi," gimió Renato, mordiéndole el hombro. "Mierda, estás tan apretado."

Sus caderas comenzaron a moverse por su propia cuenta, persiguiendo su orgasmo, y Renato se estrelló contra Gabriel con embestidas duras, profundas y atrevidas. Soltó una de las manos y la bajó para tocarlo al ritmo de sus embestidas, haciéndolo acabar antes de encontrar su propia liberación.

Gabriel echó la cabeza hacia atrás y, al momento siguiente, acabó otra vez, con rayas blancas que pintaban su estómago. Renato gimió y lo siguió, sintiendo que su descarga se derramaba en el condón mientras acababa dentro. Dejó caer la cabeza en el cuello del rizado, mordisqueando la piel y empujando poco a poco para salir de su orgasmo. Gabriel estaba completamente quieto debajo de él, levantando el pecho con cada respiración que tomaba.

Soltó su pija y le puso su mano pegajosa sobre la cadera, manteniendo el contacto por un momento más. El agarre de Gabriel sobre su pelo se aflojó e inhaló temblorosamente, dejando que sus piernas se deslizaran de su cintura. Hizo que Renato perdiera el agarre, así que se reincorporó y salió, quitándose el preservativo.

Cuando se dejó caer sobre el colchón, Gabriel lo atacó al instante, acurrucándose contra su costado. Renato lo acercó más y le besó la sien, rozando su mano sobre su espalda en suaves círculos.

"No dejé que nadie me cogiera en los últimos cinco años," murmuró, con la voz apagada contra el pecho del castaño. "La última vez fue dos días antes del accidente."

Renato cerró los ojos, preparándose para que le arrancaran el corazón. Aunque tendría que escucharlo todo de Gabriel de una vez. Ambos se sentirían mejor después.

"No es algo que harías con cualquiera," dijo él como respuesta.

"No," el rizado coincidió. "Siempre quise que seas vos."

Renato permaneció en silencio, manteniendo los movimientos lentos hacia arriba y hacia abajo de su mano rozando la espalda de Gabriel.

"Se supone que no debo decir esto porque los médicos dijeron que te presionaría demasiado, pero..." Una mano se posó sobre el pecho de Renato cuando el chico se movió aún más cerca, sintiéndose pequeño y frágil en sus brazos. "No voy a poder sobrevivir dejándote ir de nuevo."

"No me voy a ir," dijo el castaño, apoyando su mano sobre la de él.

"No digas eso," susurró Gabriel. "Es una promesa que no podés cumplir."

"Gabi-"

"Está bien, ¿sabés?" El rizado negó un poco con la cabeza. "Si decidís que hay alguien más a quién amás y que querés estar con él, es diferente. Podría lidiar con eso."

No sería capaz de lidiar con eso. Renato sabía que Gabriel fingiría que estaba llevándola bien, pero terminaría como lo había hecho en los últimos cinco años. No se cuidaría a sí mismo, se esforzaría demasiado y no mostraría a nadie sus verdaderos sentimientos.

"Cuando te golpeas la cabeza en ese bar," inhaló temblorosamente. "De hecho, me asusté temiendo que pudieras mirarme como un a extraño de nuevo. Por un momento ahí, pensé que todo se había ido otra vez, y me asusté mucho. Estaba tan asustado, Tato."

El corazón de Renato se rompió por él. Ni siquiera podía empezar a imaginar lo que Gabriel había pasado. "Lamento haberte hecho eso, bebé."

"Tuve todo tipo de etapas," el rizado admitió con una risa húmeda. "Estaba listo para rogarte que me recordaras cuando me dieron el alta del hospital y tuve que volver a mi antigua vida. Sólo me golpeó entonces, que no podría vivir esa vida sin vos. Quería verte y probar todo para que te acuerdes."

Recordar(te). [Quallicchio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora