⋟ dos; puro y mestizo.

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El mundo de JungKook es totalmente diferente a lo que muchos creen, él está mezclado con una muy remota y poderosa raza: los vampiros

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El mundo de JungKook es totalmente diferente a lo que muchos creen, él está mezclado con una muy remota y poderosa raza: los vampiros. Aunque él es sólo una combinación por mitad de humano y vampiro, tiene alguna de sus cualidades, pero también muchas desventajas. Al ser nada más que un mestizo, no tiene voz ni voto en la comunidad vampírica, es una deshonra para ellos y un monstruo para los humanos. Una criatura a la que nadie quiere. También, entre los vampiros es bastante conocida la pirámide del poder, están estrictamente jerarquizados, y entre más arriba estén más pueden someter a los que están por debajo suyo. JungKook pertenece a la más baja de las clases, los cuales son los mestizos y los convertidos. Hay que sumarle a todo esto la sed de sangre; JungKook, ni ninguno de los de su tipo, pueden alimentarse de comida humana, su cuerpo la aborrece enseguida, provocando que el hambre sea más voraz que en un vampiro puro.

Él ha logrado alimentarse en el paso de los años gracias a la ayuda que le brindaba su madre de vez en cuando, pero ahora que ya no estaba, no creía que fuera a comer pronto. TaeHyung no sería tan amable de buscarle alimento, está totalmente seguro de eso. Tirado en su cama piensa en lo mucho que necesita buscar una fuente de sangre, tenía que encontrarla pronto, antes de que sus instintos primitivos se encendieran por culpa del vampiro de alta clase con el que vivía. Era como si a un hombre muerto de hambre le pusieran un delicioso plato de comida de la mejor calidad justo enfrente de sus narices, pero le impidieran tomar siquiera un bocado de esta. Así se sentía el chiquillo.

La puerta de su habitación se abrió de imprevisto, la rubia, que en realidad se llamaba Ahn HyeJin, entró por esta. Ella era un vampiro de clase media, su aroma no era muy atrayente, al menos no para el olfato superdesarrollado de JungKook.

—Al parecer TaeHyung quiere que continúes con tus estudios —le dijo con evidente disgusto en sus facciones—. Tu uniforme está colgado en el patio trasero, ve por él.

Y se fue sin agregar nada más. Los ojos del muchacho rodaron ligeramente hacia el reloj enganchado a una puntilla en la pared el cual no había visto la primera vez que había estado allí. Las manecillas marcaban las tres de la madrugada con cuarenta y cinco minutos, de seguro el castaño no se demoraba en llegar a casa, de seguro el chico no se demoraba en sentir el penetrante olor proveniente de la sangre caliente del mayor o en escuchar el vibrante timbre de su voz.

JungKook sabía que tener aquellos pensamientos por alguien como TaeHyung estaba peor que mal, pero también sabía que era imposible para un mestizo como él apartarlos de su cabeza, era mejor resignarse, el más joven jamás podría resistirse a su mayor, estaba implantado en sus genes. Justo cuando venía de regreso de recoger la ropa, un sonido de clic se escuchó, él había vuelto. Se encontraron cara a cara, cada quien mirando al otro sin poder apartar los ojos ni un milímetro, JungKook arrugó su cara en tristeza, ese hombre parado en el marco de la puerta le había arruinado la vida, haciendo que naciera y creciera de esta forma tan miserable. Y era todavía más abrumante el que lo deseara. El que deseara a su propio padre.

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