26: Alec Lightwood

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Está muerta.

—¡Raven! —El grito agudo del joven shadowhunter se escucha desde el otro extremo del almacén. Es tan desgarrador que los demás jóvenes de alrededor se giran a ver a la nombrada, la cual caía desde una de las altas estanterías de 8 metros.

Era como si el mundo se hubiese vuelto una cámara lenta que justamente enfocaba a la joven que caía desde tan alto. Alec por su parte corría con la rapidez que la runa de velocidad le dejaba, le parecía tan eterno aquel momento, tan imposible y lento que sentía que podía lograrlo...  O eso era lo único que él le pedía al Ángel.

Los gritos de Isabelle y Clary se alcanzan a escuchar claramente por los oídos de Alec, él cual, en compañia de Jace intentan llegar a tiempo hasta la chica que caía a gran velocidad.

Pero había un problema, los gritos de Isabelle no eran como los de Clary, por supuesto que no, los de la pelinegra eran desgarradores y dolorosos, pues si levantabas la blusa de la muchacha,  encontrarías que su runa parabatai ya se había vuelto gris sobre su espalda. Isabelle Ligthwood,  ya había perdido a su parabatai.

El primero en llegar bajo el cuerpo de la chica, fue Alec, quien pocos segundos después de su llegada, el cuerpo de la joven cayó sobres sus brazos, lamentablemente, sin vida y frío.

—¡La atrapó! —Gritó Jace aliviado al saber que su parabatai había alcanzado a su hermana antes de que cayese... Pero él no sabía lo que Isabelle, él no sabía que Raven ya estaba muerta.

—Izzy, la tiene Alec. —Le dice Clary a la pelinegra que no paraba de gritar con desesperación y dolor. La pelinaranja repetía lo mismo una y otra vez, "Alec la tiene", " Ya está bien", "Isabelle, todo está bien ya". Por supuesto, ella al igual que los otros dos muchachos, creían que la chica en brazos de Alec, seguía viva.

—Raven... —La llama Alec dejándola en el piso. Todos lo demonios se habían dispersado junto a su líder, el cual se había marchado justo después de haber arrebatado la vida de la muchacha—Cariño... —La llama moviendo su cabeza de un lado a otro—¡Jace, no reacciona! —Y lamentablemente no lo haría nunca más.

El rubio se acerca con rapidez hacia el cuerpo de su hermana, y al igual que Alec, no resive signos de vida. El morocho acerca su oído al pecho de la muchacha en busca de un latido, quizás débil o quizás fuerte, él solo quería que ella le diera aunque sea un suspiro o un latido... Pero era tarde, ella no volvería a suspirar ni tener latidos.

Alec, miró sus manos con aguantando las lágrimas que que amenazaban con salir de sus ojos azules, los cuales se dirigieron hacia sus manos, donde la sangre de su amada escurrir en forma de gotas que caían sobre más sangre de la muchacha.

—Mierda... —Susurra antes de apartar la sudadera de la muchacha, pues bajo esta se encontraba una cuchilla, la cual era tan delgada que fácilmente había atravesado la tela de  la sudadera de Alec. No tenía empuñadura y podía confundirse fácilmente con un pedazo de de vidrio  afilado y delgado, el cual se encontraba encajado en el pecho de la muchacha. Aquella arma que ella había diseñado para las hermanas de hierro, se encontraba en su pecho, encajada en su corazón... Encajada en su vida.

—Raven... —Habla el rubio con un hilo en su voz—¡Raven! —Exclamó junto a los gritos de dolor que Isabelle soltaba desde la lejanía—¡Raven! —Repite dejándose caer sobre la sangre de su ahora, difunta hermana.

Alec mientras tanto, estaba al borde de un colapso que se acercaba más cada vez que los gritos desgarradores de su hermana y parabatai se hacían más altos. Él también quería gritar y llorar... Pero él tenía la pequeña esperanza de verla levantarse de esa pelea, como ella siempre lo había hecho.

—Raven... —Susurró con dolor el pelinegro, sus manos se posaron por sobre el frío rostro de la  chica y lo acarició con lentitud.

Mientras tanto, la única que no sabía lo que pasaba era Clary, la cual se mantenía con Isabelle, quién estaba sintiendo la muerte en vida. Ella gritaba por Raven, gritaba para que su parabatai regresase a la vida... Pero ya era tarde, ya no había nada que hacer.

—Raven... —Susurró de nuevo el pelinegro— Cariño... Por favor vuelve, que te necesito... Te necesitamos todos. —Dice entre lágrima mientras carga el cuerpo de su amada.

El sonido de algo cayéndose sobre el piso llamó su atención. Alec miró a la muchacha en busca de alguna señal, esperando que ella hubiese hecho ese ruido... Pero para su mala suerte, había sido un espejo de mano cuya caída fue causada al resbalar del bolsillo de la sudadera que ella traía puesta. El pelinegro lo tomó entre sus manos, para después mirar a su esposa muerta.

Había muerto... Pero con incluso eso, ella había salvado el instrumento mortal que Clarissa había perdido días atrás.

Guardando el espejo en su bolsillo, Alec ayuda a Jace a ponerse de pie y alejarse del cuerpo de la joven de rubia cabellera. El pelo negro tomó el cuerpo entre sus manos y lo levantó del frío pavimento, caminando así hasta donde su hermana y Clary se encontraban... Fue entonces cuando la pelirroja lo supo, Raven Herondale, había muerto.

Isabelle se partía el alma con solo ver a su parabatai sin vida. Ella podía sentir la muerte en vida... Incluso podía sentir el dolor de aquella arma incrustada en el pecho de su amiga, su  hermana... Y su parabatai.

—Raven... Está muerta. —Susurra con la voz cortada al hablar de su esposa sin vida, al hablar de la causante de su sonrisa.

—No... —Y pronto, Clarissa y Jace se abrazaban en una tristeza que no era comparable entre ellos, pero si era consolable.

La clave llegó en compañia de la inquisidora, la cual miraba la escena con cierta curiosidad, la cual aumentaba al no encontrar a su nieta, a la pequeña que cuidó durante 20 años.

Alec caminó hasta los miembros de la cave, los cuales ya miraban al cuerpo en manos del muchacho. Todos la conocían, por supuesto que sí, aquella chica había sido la guerrera más importante de la clave, aún siendo tan joven. El pelo negro miró a la abuela de su difunta esposa, la cual, mantenía su mirada sobre él cuerpo de su nieta, ella ya estaba llorando en silencio, derramando lágrima trás lágrima, sin decir nada al respecto.

—La cazadora Raven Herondale ha salvado el instrumento mortal perdido... El espejo. —Comenta el Lightwood tratando de no tirarse a llorar con todo y cuerpo encima—Muriendo en el transcurso de esta misión. —Él estaba dándole a la clave el informe que le correspondía dar... Sin embargo, el solo quería dormir junto Raven... Para así, estar siempre juntos, por toda la eternidad.

One Shots de Matthew Daddario Donde viven las historias. Descúbrelo ahora