28: Matthew Daddario

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Especial día de muertos

Miré por última vez el traje frente a mí, era ideal para cuando alguien se va casa... Y tú eras el novio. Quería matar a mi hermana por haberlo escogido mal, era un traje de mariachi el que debería llevar, no de novio. Angelique me mataría si arruinaba esta festividad tan importante para ella y su familia, en especial porque mi novia había insistido en que revisara el traje que me dio mi hermana antes de empacarlo.

—Debiste hacerle caso, Matthew. —Me digo dejándome caer sobre la cama. Mi novia siempre tenía razón, ya debería haberlo aprendido.

—Cariño, ya están... —La voz de Angelique se detiene al ver que detrás de la puerta, me encontraba yo, acostado en la cama— ¿Por qué no estás vestido? —Pregunta con el ceño fruncido acercándose a mí.

—¿Recuerdas que me dijiste que revisara el traje antes de empacarlo? Ahora sé el porque debí hacerlo. —Comento llevando mis manos hasta mi rostro. En definitiva quería causar una buena impresión a toda la familia de mi chica... Pero ahora no sé que impresión daré.

—Oh, vamos. —Responde ella con una sonrisa antes de caminar hasta el traje colgado— No está mal, sí, no es de mariachi. —Indica tomando el traje entre sus manos— Pero te verás espectacular. —Y con aún su sonrisa puesta, se giró a verme.

—Puedes ser sincera. Anda, recriminame el haber arruinado esto. —Le digo negando con la cabeza para así ocultarle bajo varias almohadas.

Escuchando su risa, siento un peso sobre mí, el cual se estaba encargando de que las almohadas regresas en a su antigua posición. Finalmente pude ver la hermosa cabellera castaña de mi fantástica novia, sus ojos color avellana me miraban con dulzura mientras en sus labios se formaba una sonrisa con hoyuelos bajo las pecas.

—Yo no sé cómo es que estás conmigo sabiendo que soy un desastre. —Comento estirando mi mano para acariciar su mejilla.

—No me subestimes, también soy un desastre. —Indica ella colocando su mano sobre la mía— ¿A caso no escuchaste a la abuela Morris? Ha pegado el grito al cielo cuando se dió cuenta que perdí el cempasúchil para la ofrenda. —Comenta antes de soltar una carcajada.

—Tú abuela Morris tiene razón ¿Cómo perdiste algo tan importante? —Me burló antes de recibir un amohadazo de su parte.

—Te amo ¿Si? Y no importa como vayas a la fiesta de mis padres, estará bien. —Me comenta antes de inclinarse y así dejar un beso sobre mis labios.

—¿Entonces me pongo el traje? —Pregunto.

—Oh, no. Sabía que era probable que algo así pasara... Entonces traje plan dos. —Sonríe antes de levantarse y caminar hacia el clóset.

—Es por tí que nunca he temido a la vida de adultos. —Comentó sonriendo mientras la observo acercarse a mí con dos trajes en mano.

—Y es por tí que la disfruto. —Responde sentándose en mi regazo, para así besarme

( . . . )

Finalmente, ambos estábamos vestidos y pintados con el tema alusivo al día de muertos. Angelique iba de una hermosa Frida Kahlo y yo conjugaba con la pinta de Diego Rivera, mientras nuestros rostros iban pintados como si fuésemos un par de esqueletos, todo siendo una obra de mi cuñada, Ana.

Viendo la atracción estelar, miré con una sonrisa las flores de cempasúchil, las cuales al parecer habían sido el logro de la abuela Morris al buscarlas y colocarlas después de que su nieta las hubiese perdido. Miré desde incienso, hasta el pan muerto, y de ahí las 10 velas esparcidas entre los niveles de aquella tan típica ofrenda.

One Shots de Matthew Daddario Donde viven las historias. Descúbrelo ahora