CAPÍTULO 1°: "COMIENZO"

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El despertador suena a la misma hora que sonó ayer solo que hoy sí que hay motivos para despertarse. Hace tres meses ya que no me han visto, que yo no los he visto visto a ellos. Lo cierto es que podría vivir sin ver a aquellos que se hacían llamar mis amigos, que dejaron de auto apodarse así cuando se enteraron que yo, supuestamente había perdido la cabeza de una manera rápida. Nunca creí que alguien que se hiciese llamar amigo mío me dejase tirada en uno de los peores momentos de mi existencia. Pues, aunque nadie me creyese en aquel momento hacía ya siete meses que alguien, no sé muy bien quién, me habia pegado un disparo y a continuación había dejado de existir. Hacía ya siete meses que había vuelto a mi casa una noche fría de febrero con la seguridad de que, hacía menos de un par de horas, una bala había atravesado mi hombro. Pero, la verdad fue que cuando llegué a mi casa con esperanza de que alguien me consolase solo me encontré con unas risas y un par de "¿Estarás de broma?", pues si os digo la verdad donde había habido un disparo ya no quedaba nada, ni una mínima cicatriz que testificara que ahí, en mi hombro, algo había pasado; ni si quiera un par de gotas de sangre que demostraran que había estado herida. Pero no había nada.

Desde aquel momento lo único que habían empezado a llamarme era loca. De alguna forma u otra, tras unos meses de lo ocurrido sí que podría haber perdido un poco la cabeza, tras varios meses de soledad, de desamparo, de desconfianza, de insomnio, tras varios meses de una gran distancia entre mí yo actual y la que era antes del disparo.

Hoy, sin embargo, empiezo un nuevo curso, espero que también una nueva etapa de la vida, un renacer, un punto y a parte. Espero todo eso y más. Deseo con todas mis fuerzas, que no son pocas, volver a integrarme en la sociedad, deshacerme de esa capa de mugre, de esa capa de locura en la que me he envuelto ya por demasiado tiempo. Tengo ganas de muchas cosas.

Tras vestirme con unos pantalones vaqueros y una camiseta de color azul claro, bajo a desayunar.

No sé por qué, pero en este momento todo me tiembla, tal vez por los nervios, tal vez por el miedo.

Tras el desayuno, una pequeña tostada y un zumo de naranja, salgo por la puerta camino del instituto, mi mayor pesadilla, ya no por los profesores sino por los rumores que corren por aquellos pasillos, de los interminables delirios que han llevado, de la locura que me había entrado de la tarde a la noche...pero yo juro que no fue una mentira, ojalá y sí lo fuese.

Voy caminado por las calles repletas de adolescentes con un mismo destino y de un constante murmullo y de un asombro innato. Mi corazón late bajo mi piel tan fuerte que diría que hasta daño me hace.

Tantas son las miradas que se posan en mí, que una tensión aparece en mis músculos. Estoy ya tan harta que he pensado en gritar el típico: "Sí, soy yo, ¿pasa algo?" Pero las ganas se quedarán dentro de mí, no tengo fuerzas ni de dar la nota ya el primer día, y menos con la fama que en este momento teng, la de la loca del disparo.

La multitud, por llamarla de alguna manera, hace un pequeño pasillo para que yo pase por él. La gente cuchichea sobre mí, lo noto.

Jamás habría pensado que tendría ganas de llegar al instituto, si quería cambiar...ese no era un buen comienzo. Llego a clase con intenciones de rehacer amistades, pero eso no es lo que pasa cuando llego a ella. A parte de más miradas, las risas no pueden ser más oídas.

Una chica, tal vez que peor me cae de clase por ser una mandona, pija e insoportable que lleva siendo compañera mía ya toda la ESO; se me acerca masticando un chicle, que apuesto a que es de mora, por el color, que se ve desde todos los ángulos de la clase; y me mira con aire de superioridad hacia mí. Y abrie su boca para pronunciar las palabras que peor suenan en mis oídos:

-Oye, pues es verdad, estás más gorda- no esperareis que me quedo de brazos cruzados, pues aunque he decidido hacer, o más bien rehacer, amigos...ella no está dentro de mí lista de amistades que reconciliar; asique sin muy poco que pensar, y con toda la furia que he retenido, le suelto una torta que juraría que hasta me hace más daño a mí.

Un coro de alumnos, entre los cuales están las que habían sido mis mejores amigas, grita un "¡Alaa!" más ruidoso que la hostia que le acababo de propinar a mi estupenda enemiga desde siempre.

Miro, primero con orgullo, al sujeto que dramatiza su dolor sentada en una silla, y luego con miedo y arrepentimiento, no hacia ella sino hacia la idea de que así no podré hacer muchos amigos.

La gente empieza a mirar con cara de alucinados y yo, asustada, corro hacia el baño. Hoy, definitivamente, no iba a ser un buen día.

Una vez en el baño decido ahogarme, como muchas otras veces, en amargas lágrimas. Hasta que de repente alguien pasa una nota por debajo de la puerta, cosa que me extraña mucho.

Me seco las lágrimas con las mangas de la chaqueta que me he traído y recojo la nota del suelo. Es un papel normal, blanco, tal vez algo arrugado y con un pico quemado. Lo que hay escrito en ella está con tinta negra, de una caligrafía, que aunque legible es, se da a entender que era de un chico. La pregunta es de qué chico.

La nota dice algo, que al principio me asusta más que suficiente para ahogar un grito y luego empieza a producirme nauseas: "No quieras saber quién eres, te recuerdo que no te gustará." Releo un par de veces más aquella frase para asegurarme de que es lo que creo que es. Y efectivamente, lo es: la misma frase que me repetía una y otra vez aquel hombre en ese extraño sueño que estuvo ocupando mis noches durante unas semanas antes del "accidente", en el que, supuestamente, una bala atravesó mi hombro izquierdo.

De los nervios, el papel cae al suelo. Y yo, con miedo, me apoyo en una de las paredes de la cabina del baño, y empiezo a golpear mi cabeza contra la pared que está a mi espalda. No puede estar pasando. No, a mí no. ¿Quién es mi acosador?, ¿Cómo ha salido de mis sueños? Y lo que es aún más enigmático: ¿Qué quiere decir aquella maldita frase?

Definitivamente, esto ya es algo más que suficiente para testificar que no estaba loca, por lo menos para disminuir mi grado de locura ante la audiencia. Asique miro al suelo, donde la nota ha caído unos instantes antes, pero en cambio de haber un papel...no hay más que cenizas, y un leve olor a quemado.

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