CAPÍTULO 6º: "DESIERTO"

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Un dolor incomprensible comprime mis pulmones y hace que cada segundo que pasa sea más difícil respirar. Lloro, porque me da igual que no sirva de nada; grito, aunque sé que nadie me va a oír; y de vez en cuando mi delirio me conduce a reír, reírme de esta situación, de lo horrorosa y anormal que es. ¿Cómo una bala hace que mi vida termine siendo una gran y tormentosa pesadilla? ¿Cómo?

Cojo fuerza y pego un puñetazo al suelo en señal de mi cabreo y descontento y digo como si me fuese alguien a escuchar.

-¡¿QUÉ TENGO YO QUE LOS DEMÁS NO TENGAN?!

Los días pasan y yo decido dejarme morir en mi alcoba, mirando por la ventana las nubes pasar por el cielo, al fin y al cabo, es lo único que me acompañará hasta que deje esto a lo que algunos llamarían vida. La soledad hace que mi alma pese cada vez más. No duermo, no como y no bebo, no tengo la necesidad de ir al baño. Todo está tan solitario...el silencio me comienza a dar dolor de cabeza.

Es de noche, mientras que la oscuridad me arropa y la luna nueva es invisible en el cielo, escucho un leve sonido procedente de fuera, de más allá de la ventana, pero ni me inmuto, me da igual, como si es una bruja que me echa un maleficio, ya nada me afecta. Cierro los ojos y me sumerjo en mi memoria, en los buenos recuerdos que abarcan un pasado alejado de mi yo actual. Desearía tanto volver a los cuatro años, cuando nada era importante, cuando era libertad poder caminar por la calle únicamente agarrada de la mano de un mayor y cuando la mayor preocupación que había era que tus padres no te compraran algo con lo que te habías encaprichado. Cierro los ojos y pienso en esos veranos en la casa del campo de la abuela, pienso en los sábados viendo películas con mi padre en el salón y en aquellos domingos preparando cocido con mi madre. Y entonces deseo con toda la fuerza que aún existe en mí, que todos esos recuerdos que forman mi pasado, queden siempre grabados en mí.

Noto mi cara húmeda y entonces me doy cuenta de que estoy llorando. No puedo morir, no, aún no. No quiero ser débil, debo luchar contra el enemigo, aunque éste sea anónimo; tengo que descubrir el porqué de mi situación, el significado que tienen mis sueños, qué le pasa a mi abuela, quién es el hombre de los ojos color tormenta, quién y por qué me ha escrito ya en tres ocasiones "no quieras saber quién eres, te recuerdo que no te va a gustar", y también dónde está mi libreta olor canela.

Pensando en todo esto, los primeros rayos de sol alcanzan mi piel al otro lado del cristal. Son las seis de la mañana. Abro mi armario y busco algo cómodo que ponerme, y acto seguido me ducho, y busco algo que aún no esté caducado en cualquier rincón de la cocina. Encuentro cereales y zumos en botellas pequeñas. Tras desayunar salgo de la casa preparada para encontrarme con cualquier cosa.

Camino por las calles desiertas, deshabitadas. Paso por un supermercado con las puertas abiertas de par en par y decido entrar. No se escucha ni un solo ruido, tan solo mis zapatos al tocar el suelo sucio y frio, se dejan sonar levemente. Mis músculos están en tensión y miro con atención cada centímetro que me rodea. De repente comienza a sonar la radio a todo volumen << Buenos días>> se comienza a escuchar, pero a continuación se corta y comienza a sonar una canción, que retumba en mi cabeza y hace que caiga al suelo y me dé en la coronilla contra el pico de una mesa. Siento el dolor, un dolor que late al mismo ritmo que la canción. Y entonces me quedo profundamente dormida.

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-El primer mandato cumplido, Caminante Nº0 ¿cuál es nuestra siguiente maniobra?- dice escondido en un lugar que nadie más sabe.

-Caminante Nº 3, quédate en tu posición actual y cuando yo te avise ejecuta el siguiente movimientos, quítesela- dice seriamente, se levanta del sillón y se acerca a la lumbre, deja quemando un trozo de papel procedente de una libreta, una libreta con olor a canela.

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