Deseo.

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En la entrada del table dance, vi a Mackensie, estaba ahí, parada, mirándome, con su falda y sweater rojos, la gente no podía verla.

Sonreía mientras me miraba bailar en el tubo, al igual que el resto, pero ellos babeaban por mí.

¿Por qué volví al mundo mortal? Pues, aburrimiento, repartir lujuria desde arriba no es divertido. Es mejor estar aquí, y ver cómo la gente se vuelve loca por el simple deseo de querer a alguien.

Mackensie miró una carta, divisé un reloj, estaba mirando la hora. Con sus labios dijo "the party is over". Mi música paró, mi turno había terminado.  Me dirigí a los camerinos, pero en medio del camino me desvíe y salí por la puerta de incendios. Hice que mi vestido se regenerara y salí corriendo, no quería volver a la dimensión de maestros, o más bien, a la jaula de pecados capitales.

De algún modo, entré en un callejón sin salida, y, en frente estaba Mackensie.

-- Lu... ¿cuántas veces vamos a hacer esto?... -- dijo, acercándose a mí lentamente.

-- No sería necesario si pararas de perseguirme. -- dije sonriendo, apoyándome en el muro.

Cuando llegó en mi frente, puso su mano en mi cintura y se acercó a mi oído.

-- Dejar de perseguirte... -- se acercó más, sus labios tocaban mi oreja y eso me exitaba -- dejar que corrompas a tantos mortales... -- con la mano libre, me empezó a tocar la pierna -- dejar que liberes a Gula, Ira, Envidia...

En un movimiento rápido, sacó una carta y quedé atrapada en ella.

De nuevo, me dejé seducir por Mackensie.

-- Oh vamos, cariño, déjame salir. -- grité.

-- No. -- respondió, su voz se escuchaba como un eco.

-- ¿Qué tengo que hacer para que me dejes salir?

-- Es imposible, eres la lujuria, simplemente no puedes andar por ahí.

La carta se movió, por lo tanto pasé por un temblor.

El piso era como un espejo, por lo tanto pude observarme.

Mi cabello negro llegaba hasta la cintura, mi piel blanca podía cambiar de tonalidades, mis ojos rojos combinaban con mi vestido de lentejuelas que tenía una apertura en cada lado. Mis pechos grandes y mi trasero firme normalmente me hacía ser bastante codiciada.

Demasiado...

Aún lo recuerdo, estaba sola, con 8 tipos mirándome deseosos, querían mi cuerpo, y yo... Yo no se los quería dar... Justo iba pasando una mujer, era hermosa, cuando me vió, sólo dijo "perfecta". Automáticamente se convirtió en fuego y entró en mí.

Según parece, sólo yo la había visto, porque ellos seguían con la mirada fija en mí.

Cuando ese fuego entró en mí, sentí un poder... El poder de ser intocable.

Ellos me miraban, pero no me podían tocar, esa era su maldición por intentar someter a alguien a deseos de uno mismo contra la voluntad del otro.

En ese momento sonreí, mi vestido victoriano pasó a ser un vestido moderno de lentejuelas, rojo, llamativo, al cuerpo y con escote. Sentía cómo su deseo aumentaba, eso me daba más poder. Lastimosamente para ellos, en ese momento mi círculo vicioso había comenzado, Mackensie apareció.

Desde entonces pasé de ser una costurera mediocre a la personificación de la lujuria, al ser más deseado, pero también, destinado a estar encerrado.

La lujuria no podía simplemente andar por ahí, podía causar situaciones como en las que me encontraba, una chica a punto de ser violada, asesinada y dejada tirada como una muñeca.

A pesar de tener que estar encerrada y solo dar lujuria a las personas de la lista que me dan, agradezco a la lujuria original por haberme salvado.

Un sentimiento de náuseas vino a mí.

Fuí expulsada de la carta, y estaba en mi casa, de la cual yo no poseía la llave. Miré al piso, a un paso de mi estaba la carta.

-- Hasta la próxima, Lu.

Dijo Mackensie al otro lado de las rejas.

Caminé hasta ella, me mordí el labio mirándola.

-- Hasta luego cariño.

Ella simplemente me miró con indiferencia y se marchó.

Me di vuelta y cogí la carta, abrí un cajón y la coloqué con las otras 678, pronto serían 679.

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