¿Qué diría Ruggero si ella le respondiera que su problema era cuando le veía entrar en la cocina por la mañana vestido únicamente con una bata negra?
Los días de diario Ruggero siempre aparecía impecablemente vestido, bebía un café y tomaba una tostada rápidamente mientras ojeaba algún papel que otro. Pero los fines de semana le gustaba desayunar tranquilamente y leer los periódicos durante una hora.
La primera vez que Karol se vio delante de un Ruggero medio desnudo con el pelo mojado de la ducha y la mandíbula ensombrecida por la barba incipiente temió desmayarse. Incluso ahora, el recuerdo de las largas y morenas piernas y el vello del pecho hacía que se le acelerara el pulso.
No se atrevió a mirarlo y, rápidamente, se dirigió hacia el horno y lo abrió.
–Ve al comedor, llevaré la cena enseguida.
Unos minutos después, Karol entró en el comedor empujando el carrito con la comida. Al ver la expresión de enfado de Ruggero, se detuvo.
Ruggero miró la mesa, con velas y rosas que ella había cortado de los rosales del jardín.
–¿Por qué demonios se te ocurrió hacer de Celestina? –Ruggero entrecerró los ojos–. ¿Fue idea de Mercedes? ¿Te pidió ella que le dieras un toque romántico a cena?
–No, fue idea mía. Me pareció que... –Karol se interrumpió.
Era imposible explicar por qué había albergado la esperanza de que la relación entre Ruggero y Mercedes fuera una relación seria. De tener Ruggero novia formal, ella tendría que reconocer que su atracción por él era algo ridículo, lo que la habría ayudado a dejar de soñar con él. Karol apartó los ojos del atractivo rostro de Ruggero, maldiciéndose a sí misma por el deseo que no podía contener.
–Retiraré las flores –murmuró ella al tiempo que ponía la comida de Ruggero en la mesa.
–Déjalo, da igual. Siéntate y come antes de que se enfríe –dijo Ruggero con voz dura después de que ella se inclinara para agarrar el jarrón con las rosas–. Y... ¿No podrías quitarte el delantal para cenar?
–Perdón –respondió Karol con voz tan dura como la de él al tiempo que llevaba las manos a la espalda para desatarse el delantal, que dejó en la silla contigua a la que ocupó.
Ruggero se recostó en el asiento y se quedó mirando a Karol, que no había dejado de sorprenderle en todo el día: primero, el incidente con Nicolás, el hijo de Michael Ronda; después, el extraño comportamiento de Karol con su ex-amante. Y ahora, por primera vez desde que la conocía, se había quitado la chaqueta de cocinera y llevaba una camiseta blanca que dejaba ver el moldeado de sus pechos. Y la curvilínea figura de Karol resultó ser una agradable sorpresa. Pero mayor sorpresa fue la reacción de su cuerpo al verse presa de un súbito e inesperado deseo. No, nada extraño, solo la reacción de cualquier hombre a las curvas femeninas. Quizá se debiera a su sangre italiana que le gustaran más unos senos abundantes y unas pronunciadas caderas que los cuerpos esqueléticos de moda.
Ruggero se aclaró la garganta antes de preguntar:
–¿Qué prefieres, vino tinto o blanco?
–Gracias, pero no quiero vino –respondió ella–. El alcohol se me sube enseguida a la cabeza.
–¿Sí? –Ruggero imaginó a su cocinera después de un par de copas de vino: ojos brillantes, mejillas encendidas y desinhibida. Y se sirvió una copa de Chianti–. Después de lidiar con el inaceptable comportamiento de Mercedes, una borrachera no me parece mala idea.
–¿No te preocupa acabar solo, sin nadie? Estoy segura de que la mayoría de los playboys acaban aburriéndose de acostarse cada día con una mujer distinta –a Karol, el sentido común le recomendaba no discutir con él, pero aquella noche no podía controlar su vena rebelde; además, estaba enfadada con los hombres en general y con Ruggero en particular. Aunque, si era sincera, estaba aún más enfadada consigo misma por sentirse atraída por él.
–A mí todavía no me ha pasado eso –contestó Ruggero cansinamente, irritado por considerar un atrevimiento por parte de Karol hacer semejante comentario respecto a su estilo de vida. Desde luego, no estaba dispuesto a admitir que últimamente se sentía hastiado.
–¿Qué propones tú como alternativa a las relaciones libres y sin compromiso? –preguntó él, la pregunta dirigida en parte a sí mismo. El matrimonio no era para él, lo había probado una vez y no iba a repetir la experiencia. Pero debía haber algo más que un sinfín de aventuras amorosas con mujeres que fuera de la cama no le interesaban en absoluto–. Dejé de creer en «Contigo para toda la vida» más o menos al mismo tiempo que dejé de llevar pantalones cortos.
–¿Por qué eres tan cínico? Aunque supongo que es por tu trabajo –murmuró Karol–. Sin embargo, no todos los matrimonios acaban en los juzgados. Mis padres llevan cuarenta años felizmente casados.
–Me alegro por ellos –dijo él burlonamente–. Desgraciadamente, yo no me crié en el seno de una familia estable. Mis padres se separaron cuando yo era muy pequeño y se pasaron toda mi infancia peleándose por mí. Y no porque me quisieran, sino porque los dos querían ganar a toda costa, como fuera.
Karol, percibió el tono de amargura en las palabras de Ruggero, y se sintió culpable por haber sacado ese tema de conversación.
–Debiste pasarlo mal –observó Karol con voz queda, tratando de imaginar la infancia de Ruggero, manipulado por sus progenitores.
Ella, por el contrario, había tenido una infancia feliz y siempre había soñado con tener hijos y ofrecerles el mismo ambiente de cariño y seguridad que sus hermanos y ella habían disfrutado.
Guardaron silencio y continuaron comiendo.
Ruggero le felicitó por la cena, pero ella había perdido el apetito y se limitó a juguetear con la comida que tenía en el plato.
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Deseos Saciados {Adaptación/Ruggarol}
FanfictionLe dejó sumamente claro que la deseaba... pero sin ataduras de ningún tipo. ♡ Fecha de inicio: 29.01.19 ♡ Fecha de finalización: 26.04.19 ♡ Editada: 07.04.22 ♡ Aclaración: Está historia la había publicado en mi antigua cuenta @ruggarolbebos, la cual...