XI

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Y, en un abrir y cerrar de ojos, Ruggero tiró de ella y, de repente, se encontró pegada al sólido y duro pecho de Ruggero. Karol se tambaleó cuando Ruggero la hizo girar al son de la música.

–Gracias por rescatarme –dijo ella con voz temblorosa–. Ese hombre se estaba extralimitando.

–¿Te extraña? –Ruggero le lanzó una mirada incisiva y ella se dio cuenta de que estaba furioso–. Estabas coqueteando e insinuándote a él, es natural que pensara que te había conquistado.

–Yo no me estaba insinuando –respondió ella, furiosa y ofendida–. Solo estaba bailando con él.

Ruggero lanzó una carcajada.

–¿En serio no te has dado cuenta del efecto que estás teniendo en todos los hombres que están aquí esta noche?

Karol estaba resistiendo la tentación de apoyar la cabeza en el hombro de Ruggero y disfrutar la sensación de estar en sus brazos.

–¿A qué te refieres? –murmuró ella, y descubrió que, al alzar la cabeza para mirarlo, su boca quedó a apenas unos centímetros de la de él. Deseó que Ruggero la besara. Anhelaba sus sensuales labios sobre los suyos. Inconscientemente, se pasó la lengua por los labios para humedecérselos.

–A que probablemente al resto de los hombres aquí presentes se les ha ocurrido en un momento u otro la idea de quitarte el vestido para deleitarse la vista con tu voluptuoso cuerpo desnudo –respondió él con dureza.

Karol se quedó boquiabierta.

–Qué tontería. Hablas como si yo fuera una especie de sirena y los hombres me encontraran irresistible. Y eso es una ridiculez.

–¿Por qué? –la voz de Ruggero se tornó más grave y sensual, y ella tembló de pies a cabeza–. Yo te encuentro absolutamente irresistible, mia bella.

Era evidente que Ruggero se estaba riendo de ella.

–Sí, claro, no faltaría más –dijo Karol en tono burlón–. Por eso es por lo que ni siquiera me has mirado al salir de casa. Si me encontraras irresistible habrías...

–Me habría quedado sin habla –dijo él con voz suave–. Y eso es justamente lo que me pasó al verte entrar en el cuarto de estar. Estás preciosa con ese vestido. No tenía ni idea de que tuvieras estas curvas. Y el pelo... –Ruggero alzó una mano y le acarició las ondas que le caían por la espalda–. Tu pelo es como la seda.

Ruggero no podía controlar su deseo. Su erección era dolorosa y tuvo que cambiar de postura. Oyó a Karol respirar hondo cuando su miembro le rozó el muslo.

–¡No hagas eso! –jadeó ella, sorprendida de que Ruggero no estuviera bromeando. Por increíble que pareciera, Ruggero la encontraba atractiva.

–No puedo remediarlo –comentó él con ironía–. A veces, el deseo sexual se manifiesta en los lugares y en los momentos más inconvenientes.

–Pero... tú no me deseas.

–No niegues la evidencia, querida–Ruggero la miró a los ojos y vio en los de ella confusión–. ¿Por qué crees que no puedo desearte? Eres una mujer increíblemente atractiva.

¡Cielos! ¿Ruggero flirteando con ella? Tragó saliva e intentó controlar la excitación que se apoderó de ella.

–No deberías decir esas cosas –murmuró Karol–. Yo soy tu empleada, no está bien.

La ronca risa de él le erizó la piel.

Sé sincera, Karol, y atrévete a decirme que tú me deseas también.

Deseos Saciados {Adaptación/Ruggarol}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora