XIII

2.7K 122 3
                                    

Sin apartar la boca de la de ella, la condujo al interior del cuarto de estar mientras le bajaba la cremallera del vestido. La despojó de la prenda de seda, que cayó al suelo. Las grandes y oscuras aureolas de los pechos de ella eran irresistibles y, al tocarlos, los pezones se irguieron endurecidos.

–Karol, tienes un cuerpo fantástico. Eres la perfección en persona, mia bella.

Karol nunca había estado orgullosa de su cuerpo. Tenía los pechos demasiado grandes, las caderas demasiado anchas y las nalgas muy redondeadas. Pero Ruggero había dicho que era la perfección en persona y el brillo de los ojos de él la convenció de su sinceridad.

–No me parece justo que tú estés vestido cuando yo estoy desnuda –dijo ella en un ronco susurro, casi sin respiración.

Ruggero le dedicó una traviesa sonrisa.

–En ese caso, desnúdame –y abrió los brazos para darle acceso a su cuerpo–. Soy todo tuyo, Karol.

Karol sintió una punzada de dolor, consciente de que Ruggero jamás sería suyo. Solo una mujer muy especial lograría convencer a Ruggero de que dejara su vida de playboy. Sabía que lo único que Ruggero quería de ella era sexo, y ella debía conformarse con eso. Ruggero la hacía sentirse atractiva y sensual, quizá una noche con él la hiciera recuperar la confianza en sí misma como mujer. Pero cuando comenzó a sacarle la camisa de debajo de los pantalones y a desabrocharle los botones, las manos le temblaban. Y, tras abrirle la camisa, se quedó mirando como hipnotizada el fuerte pecho de piel oliva salpicado de sedoso vello negro.

Ruggero había dicho que ella era la perfección personificada... Si eso era así, el cuerpo de Ruggero era una obra de arte.

Siguió con los ojos la trayectoria del oscuro vello que bajaban en canal hasta desaparecer debajo de la cinturilla de los pantalones. Ruggero la había invitado a desnudarle, pero... ¿Tendría ella el valor suficiente para bajarle la cremallera de la bragueta y tocarle el abultado miembro?

–¿Tienes idea de lo mucho que me estás excitando con solo mirarme? –dijo Ruggero con voz ronca–. Por el amor de Dios, querida, tócame.

Karol le obedeció, y Ruggero gimió y gruñó al ritmo de las caricias de ella por su torso. Entonces, le besó el pecho y... Ruggero lanzó una grave exclamación en italiano y, al momento, se llevó las manos a la bragueta y se la abrió.

–Ayúdame –murmuró él mientras se desnudaba.

A Karol le dio un vuelco el corazón al clavar los ojos en la erección de Ruggero. Enorme. De repente, pensó en que hacía mucho tiempo que no había hecho eso. Las dudas se reflejaron en sus ojos.

–Si has cambiado de parecer, tienes veinte segundos para salir de aquí, lo justo antes de que pierda el control sobre mí mismo por completo.

Karol no pudo evitar sentirse un poco triunfal. El deseo le palpitaba entre las piernas. Saber que pronto le sentiría dentro la hizo temblar de excitación.

–No he cambiado...

Ruggero ahogó el resto de sus palabras al estrecharla en sus brazos.

–Menos mal –murmuró él antes de cubrirle los labios con los suyos.

A Ruggero le encantaba la suavidad del cuerpo de Karol, lo sedoso de su piel y el delicado aroma a rosas de su perfume. Y le excitaban los pequeños gemidos de placer de ella al tocarle los pechos y juguetear con los pezones. Se sentía a punto de estallar. La posibilidad de hacerle el amor a Karol lenta y perezosamente era prácticamente nula. Karol era una tentación excesiva. En ese momento, lo único que quería era penetrarla. Ruggero la llevó al sofá, más cómodo que el suelo, y la hizo tumbarse sobre los aterciopelados cojines.

Karol no pudo evitar gritar cuando Ruggero bajó la cabeza y se apoderó de unos de sus pezones con la boca. Una exquisita sensación le subió por la pelvis, y se revolvió bajo el cuerpo de él mientras Ruggero la chupaba y mordisqueaba hasta procurarle un placer casi insoportable.
Dante le acarició el vientre, siguió bajando las manos y le agarró las bragas.

–Eres exquisita –murmuró él al tiempo que se las quitaba y se quedaba contemplando el cuerpo completamente desnudo de ella.

–Ruggero...

De repente, Karol se sintió vulnerable y ridículamente tímida. No era virgen, pero tampoco era una mujer sofisticada y con experiencia, una mujer como las que solían salir con Ruggero. Tenía miedo de desilusionarle.

–¿Qué pasa? –preguntó él–. ¿Quieres que haga algo en particular? Dime cómo puedo darte placer.

Con una temblorosa mano, Karol le acarició la mandíbula y contuvo la respiración cuando Ruggero le agarró los dedos, se los llevó a los labios y los besó.

–Yo... Bésame otra vez –susurró ella.

–Será un placer –Ruggero sonrió dulcemente, como si hubiera notado la falta de confianza en sí misma de Karol. Bajó la cabeza y la besó profundamente.

–Quiero que disfrutes, querida –dijo él con voz suave al tiempo que deslizaba la mano entre los muslos de ella, se los separaba y deslizaba un dedo en la ardiente suavidad del centro de su feminidad.

Karol jadeó y levantó las caderas instintivamente. Un fuego líquido le corrió por el cuerpo. La entrepierna le palpitaba. Necesitaba más. Lo necesitaba a él. Necesitaba que la llenase con el duro miembro que ahora le acariciaba la entrada.

Al recordar que antes Ruggero le había pedido que lo tocara, cerró los dedos alrededor del pene y comenzó a acariciarlo. Al oírle gemir de placer, se envalentonó y le acarició de formas más imaginativas. Al cabo de unos segundos, gruñendo, Ruggero le apartó la mano.

Cuando Ruggero la penetró, ella contuvo la respiración. La llenó profundamente, por completo. Y Karol pensó que nunca había sentido esa satisfacción con Lionel. Ruggero comenzó a moverse y casi salió de ella por completo, rio al verla protestar y repitió el proceso con más rapidez, con más dureza... hasta hacerla gritar una y otra vez, hasta hacerla rogar que no parase.

Deseos Saciados {Adaptación/Ruggarol}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora