XIV

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Pero el ronco ruego de Karol tuvo el efecto contrario: Ruggero se quedó muy quieto y, tras lanzar una maldición, comenzó a salir de ella.

Pasando de la incredulidad al pánico, Karol pensó que, al final, Ruggero no iba a hacerle el amor. ¿Le desagradaban sus curvas? Se sintió humillada y desilusionada.

–¿Qué pasa? –preguntó Karol con voz temblorosa.

–Se me ha olvidado ponerme un preservativo –contestó Ruggero, maldiciéndose a sí mismo.

A Ruggero nunca se le olvidaba usar protección, era una de sus reglas de oro. No podía dar crédito a su irresponsabilidad...

–Estoy tomando la píldora.

Las palabras de Karol fueron una bendición, y él no pudo controlar la inmediata reacción de su cuerpo. Maldición, parecía un adolescente con Karol. No le gustaba nada que ese mujer le afectara de tal manera. No obstante, se hundió en la sensualidad de ese cuerpo de mujer.

–¿Estás segura? –qué pregunta más tonta. Y si mentía, Karol no iba a decírselo. O se fiaba de ella o no. Pero al mirarla a los ojos, tuvo la certeza de que Karol le había dicho la verdad y, al momento, se relajó–. Te aseguro que siempre utilizo preservativos, tanto para evitar un posible embarazo como por motivos de salud.

¿Por qué le hablaba con tanta frialdad? Karol se ruborizó, y se enfadó consigo misma por ser tan tonta. Lo que había dicho Ruggero era de sentido común, y ella debería alegrarse de que él fuera tan realista.

–Yo... también estoy sana –murmuró Karol–. Solo me he acostado con otro hombre en mi vida y... y de eso hace ya algún tiempo.

¿Significaba eso que el único hombre con el que Karol se había acostado era el exnovio galés? Pero... ¿Por qué iba a importarle eso a él?

Ruggero se acodó en la cama y la miró sonriéndole perezosamente.

–En ese caso, ¿No hay motivo por el que no pueda hacer esto?

Y Ruggero se movió dentro de ella una vez más, más y más hondo, con creciente placer... Y a juzgar por los ojos de Karol, a ella le pasaba lo mismo.

–Sí... Oh... Sí... No... –Karol le clavó las uñas en los hombros, agitada–. No pares –le rogó ella, sin importarle parecer desesperada.

Ruggero era un mago, un brujo. Jamás había imaginado que el sexo pudiera ser tan intenso, tan loco. Y entonces... dejó de pensar, con los cinco sentidos puestos en alcanzar un clímax que, hasta ese momento, siempre la había eludido. Ruggero había incrementado el ritmo de sus movimientos y respiraba trabajosamente, lo que significaba que estaba a punto del orgasmo.

–Por favor, espera –murmuró ella. Y, avergonzada, se dio cuenta de que había expresado en voz alta lo que pensaba.

Ruggero lanzó una suave carcajada, pero la ternura contenida en su mirada aseguraba que no se estaba riendo de ella.

–Naturalmente que voy a esperarte, querida. ¿Acaso crees que voy a tener un orgasmo sin antes asegurarme de que tú lo has tenido?

¿Qué clase de egoísta había sido el novio de Karol?, se preguntó Ruggero, que había notado el tono de desesperación de Karol. Además, estaba decidido a procurarle la experiencia sexual más placentera de su vida.

Ruggero bajó la cabeza y le lamió un pezón, atormentándola, haciéndola gemir. Entonces, hizo lo mismo con el otro. Karol enloqueció cuando Ruggero le chupó los pechos al tiempo que continuaba el ritmo acelerado de su penetración. Arqueó las caderas y lanzó un gemido cuando, después de deslizar la mano entre sus cuerpos, Ruggero también comenzó a acariciarle el clítoris. El placer fue tal que gritó en voz alta. De repente, Karol se encontró al borde del precipicio, tambaleándose unos segundos antes de alcanzar el éxtasis. El explosivo orgasmo fue algo inimaginable. Se quedó sin sentido y no pudo contener roncos gritos de placer.

Para Ruggero aquello fue excesivo. Ver a Karol así era algo sumamente erótico. La tensión en su cuerpo era intolerable. Con un último empellón, alcanzó el exquisito momento y lanzó un salvaje gruñido.

Se quedaron tumbados y unidos durante un rato, Ruggero con la cabeza en los pechos de ella. Había sido estupendo, pensó él. Hacía mucho que no hacía el amor de forma tan satisfactoria. Quizá mejor que nunca, le dijo una voz en su interior.

De una cosa estaba seguro: con una vez no iba a ser suficiente.

Karol, poco a poco, logró calmar el ritmo de los latidos de su corazón. Sonrió. Así que eso era lo que se había perdido hasta ese momento. Hacer el amor con Ruggero había sido un descubrimiento. El problema era que pudiera convertirse en una adicción.

Ruggero alzó la cabeza y le dedicó una perezosa sonrisa.

–Peso demasiado, ¿Verdad, querida? –Ruggero le dio un beso en los pechos antes de separarse de ella. Pero en vez de levantarse del sofá como Karol había supuesto que haría, Ruggero se tumbó en el sofá, al lado de ella, abrazándola.

–Ha sido increíble. Eres increíble –murmuró él, y cerró los párpados.

Unos minutos después, por el suave ritmo de la respiración, Karol se dio cuenta de que Ruggero se había quedado dormido.

Durante unos segundos, se vio tentada de quedarse así, acurrucada junto a él, imaginando que lo que había habido entre los dos significaba algo. Era evidente que lo suyo no era el sexo por el sexo, no podía separar el placer de los sentimientos. Pero sabía que Ruggero no tenía ese problema.

Con cuidado para no despertarle, Karol se apoyó en un codo y se lo quedó mirando. Era el hombre más guapo que había visto en su vida. Se moría de ganas de tocarlo y besarlo. Pero si le despertaba, volverían a hacer el amor y sus sentimientos hacia él se harían más profundos.

Lo mejor era marcharse. Tuvo que hacer un ímprobo esfuerzo para salir del abrazo de Ruggero, pero lo consiguió al final. Entonces, agarró su ropa y salió del cuarto de estar de puntillas.

Deseos Saciados {Adaptación/Ruggarol}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora