Había combatido su desanimo con el trabajo.
Sin embargo, al sugerir Michael que tomara en los brazos al pequeño Nicolás, había tenido que marcharse de allí a toda prisa antes de perder la compostura. Y seguía deprimida cuando Mercedes había entrado en la cocina, hecha un mar de lágrimas, y le dijo que Ruggero le había engañado al hacerla creer que lo que había entre los dos era serio. Por supuesto, se había compadecido de Mercedes. Ella también sabía lo que era que le rompieran a una el corazón y destrozaran sus sueños.
Karol comenzó a meter en el lavavajillas los cacharros que había utilizado para preparar un pollo estilo tailandés, aún pensando en Ruggero. No comprendía por qué le atraía tanto ese hombre.
El sonido de unos pasos en el pasillo la hicieron ponerse tensa. Alzó la barbilla con gesto desafiante en el momento en que la puerta de la cocina se abrió y Ruggero entró. No se había extralimitado al recordarle que sus tareas como cocinera no incluían consolar a sus exnovias, se aseguró a sí misma.
Tras lanzarle una fugaz mirada, notó que Ruggero se había quitado la corbata y se había desabrochado los botones superiores de la camisa. Olió el perfume de la loción para después del afeitado y, desgraciadamente, no pudo evitar que el corazón le latiera con más fuerza.
–La señorita Lambre se ha marchado y no volverá jamás –le informó él en tono seco–. Y ahora, ¿Se puede saber a qué demonios se ha debido tu reacción?
Lo sensato era pedirle disculpas por meter las narices donde no la llamaban, pero Karol no hizo eso.
La llamada telefónica de su madre había evocado recuerdos del día que Lionel canceló su boda. Todavía se acordaba de la angustia que la poseyó cuando él admitió que llevaba meses acostándose con Ana. ¿Era demasiado pedir a un hombre que fuera honesto y sincero en su relación con una mujer?
–No voy a disculparme por compadecerme de tu novia –declaró ella con voz tensa–. Sé que para ti no tienen importancia los sentimientos de las mujeres con las que mantienes relaciones. Pero considero indigno de ti que engañaras a la señorita Lambre haciéndola creer que ibas en serio con ella.
Ruggero lanzó una maldición.
–Yo no la he engañado. Desde el principio, le dejé muy claro, como hago siempre, que no me interesaba una relación prolongada. No sé qué te ha contado Mercedes; pero si te ha dicho que yo me había comprometido en serio con ella, ha mentido descaradamente.
Karol no sabía por qué, pero estaba segura de que Ruggero decía la verdad; además, por lo que le conocía, sabía que no era un mentiroso. Apartó los ojos de él y comenzó a ojear las recetas que había encima del mostrador de la cocina.
–Entiendo. En fin, la verdad es que eso no tiene nada que ver conmigo. No debería haber dicho nada –murmuró ella.
–Eso es verdad, no deberías haberlo hecho. Yo te pago para que cocines, no para que sueltes sermones sobre moralidad. Además, ¿Por qué demonios te tiene a ti que importar con quién me acuesto?
–No me importa. No tengo ningún interés respecto a tus actividades en la cama.
–¿No? –preguntó Ruggero con mirada especulativa.
Ruggero sintió la tensión de ella, lo que despertó su curiosidad.
Sabía muy poco respecto a Karol. Ella le había contado algunas cosas, como que se había criado en una granja en Gales y que se había preparado para ser cocinera en un hotel en un pueblo de nombre imposible de pronunciar. Pero nada sobre su vida privada. No parecía tener novio y, sin embargo, ¿Cómo era que una mujer joven y atractiva estuviera soltera?
–¿No estarás celosa? –sugirió él con intención de irritarla.
Pero la reacción de ella le sorprendió.
–¡Claro que no estoy celosa! –le espetó Karol–. Qué idea más ridícula. De una relación quiero algo más que ser el juguete de turno de un hombre rico.
–Mis juguetes no suelen quejarse –comentó Ruggero, consciente de que lo que quería era enfadarla.
–No quiero saber nada más sobre tu vida íntima –declaró Karol recogiendo los papeles con las recetas mientras rezaba porque Ruggero no notara que le temblaban las manos.
–En ese caso, te sugiero que no vuelvas a meterte en mi vida privada ni a juzgar mi comportamiento.
Ruggero clavó los ojos en los tensos hombros de ella y, de repente, sintió deseo de deshacerle la coleta, quitarle las horquillas y soltarle el pelo.
Suspiró. Su enfado se había disipado.
–Voy a olvidar lo que ha pasado aquí esta tarde, pero doy por contado que no volverás a meterte en mis asuntos privados. Y ahora... ¿Has preparado cena para dos?
Karol sintió un gran alivio al comprobar que Ruggero no iba a despedirla.
–Sí, pero se puede congelar lo que no vayas a comer.
–Tengo una idea mejor. Cena conmigo –la mirada de él le indicó que era mejor no oponerse–. Es una oportunidad para que nos conozcamos mejor. Y si tienes algún problema, para que me lo digas.
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Deseos Saciados {Adaptación/Ruggarol}
Hayran KurguLe dejó sumamente claro que la deseaba... pero sin ataduras de ningún tipo. ♡ Fecha de inicio: 29.01.19 ♡ Fecha de finalización: 26.04.19 ♡ Editada: 07.04.22 ♡ Aclaración: Está historia la había publicado en mi antigua cuenta @ruggarolbebos, la cual...