Tres

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   Llegó decidido. Él nunca había tenido grandes problemas para conseguir lo que quería. Sus papás tenían dinero, así que, si quería un juguete, lo tenía, si quería el celular de última generación, lo tenía, si quería estudiar fotografía, le pagaban la carrera, si quería a Abel, lo tendría, aunque tuviera que pasar arriba de cualquiera.

   Golpeó la puerta con los nudillos y esperó. Mientras se quedaba bajo el cobertizo apreciaba lo bien labrada que estaba la puerta de roble. En sus espaldas el alumbrado público iluminaba el pavimento, quitando la confusión de la oscuridad.

   Una chica abrió la puerta, curiosa, pues no se imaginaba quién podría ser a tales horas. Era Eliza, algo despeinada y con un pijama de dos piezas que combinaba con sus ojos.

-Hola ¿Qué se le ofrece?- la muchacha preguntó extrañada.

   sin decir nada Aníbal la empujó dentro de su casa con tanta fuerza que casi cayó. tomó su brazo bruscamente y la estrelló contra la pared, haciendo que cuadros con fotos familiares se estremecieran.

-¿Sabes que se me ofrece? que dejes a Abel- mientras hablaba puso un cuchillo en el frágil cuello de la chicha.

   Eliza comenzó a gritar aterrada, pero fue acallada por el filo del cuchillo, que se hundió tanto en su cuello que brotó sangre.

   La chica ni siquiera sabía que pensar o decir, el miedo le había nublado el pensamiento, solo quería salir de la situación lo más rápido posible.

-Sí para mañana no has roto con él, te mato- lo dijo tan serio que Eliza ni siquiera dudó la veracidad de sus palabras. Sumisa bajo el filo del arma asintió histérica, esperando que se fuera lo más rápido posible -Y pobre de ti que pidas cualquier tipo de ayuda- hablaba tan tajante que Eliza estaba temblando, aceptando todas sus peticiones sin rechistar.

   Violentamente la soltó, tirándola al suelo. La chica rebotó y se escuchó perfectamente como su espalda sufría las consecuencias.

-Eres una perra- escupió con desagrado. Después de decir eso se fue.

   Al día siguiente Aníbal estuvo al pendiente de Abel más que nunca, pero no llegó nunca a la universidad. Se fue a casa junto a Joaquín (ya se había acostumbrado a su presencia) desanimado pensaba que todo era culpa de Eliza, que ya le había contado a Abel o a la policía y que tendría que matarla sin demora. Solo esperaría a la noche, tampoco quería apresurarse con sus conjeturas.

   Joaquín insertó la llave en la cerradura y giró el pomo, lo que se encontró adentro no se lo esperaba nadie. Era Abel hecho un ovillo en el horrible sillón marrón. Lágrimas caían por su tersa piel hasta llegar a su cuello y desaparecer de la vista. Sus ojos rojos se podían comparar con llamas. Aníbal no pudo evitar pensar que se veía precioso, pero enseguida se preocupó.

-Bro ¿Qué pasó?- Joaquín rápidamente rodeó el feo sofá y abrazó a Abel, que se aferró a sus brazos desesperado, estirando y arrugando la tela de la camiseta de su mejor amigo.

-Eliza, ell- ella me dejó- sus gimoteos le nublaban las palabras, pero el mensaje era claro. Aníbal sonrió disimuladamente, después de todo la maldita perra se lo puso más fácil de lo que esperaba.

-¿Pero por qué? No acabo de entender, se veía que ella te quería mucho...- Aníbal no pudo evitar pensar que Joaquín era pésimo consolando sí preguntaba eso de una.

-Ella dijo que ya no era lo mismo, que me quería, pero solamente como amigo- respondió entre hipidos congestionados llenos de angustia.

-Abel, no te preocupes tanto, a veces es mejor dejar ir a la gente. Sí ella te dijo eso, entonces ella se lo pierde. No puedes dejar que esto te estanque, tú eres muy especial y el mundo no funcionaría igual sin el brillo de tu sonrisa- Aníbal también se acercó y lo abrazó por la espalda. "eso sonó muy gay" comentó Joaquín aliviando el ambiente, haciéndolos reír. Aníbal ahora se arrepentía de estudiar fotografía, era buen actor, porque en ese momento estaba bailando de felicidad en su cabeza, pero por fuera tenía una cara de pena inigualable.

Siempre MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora