Final Alternativo

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-Ya están aquí- le dijo Aníbal agitado, en lo que trataba de vestirlo a una velocidad impresionante.

-¿Quiénes?- ¿sería lo que creía?

-La policía- le dijo en un murmullo, colocándole una camiseta. Abel rio bajo, burlándose con los ojos de Aníbal, que le respondió con un gruñido.

-Ya te llegó la hora, hijo de puta- había comenzado a reír más fuerte, asustándose a sí mismo, "ahora sí que parezco un desfachatado" pensó ligero, con la esperanza de que todo mejoraría.

-Claro que no. Ahora vamos a escapar, juntos- terminó aclarando, tomando fuertemente las manos de Abel. Él lo miró con miedo, pues sabía que Aníbal era capaz de cada cosa que le decía. Negó frenéticamente, más para sí mismo que para su secuestrador; estaba confundido ¿Valía la pena irse con Aníbal? Ya no entendía si eso estaba completamente mal ¿O sí?, Porque estaba seguro de que el amor que le profesaba iba a ser eterno, no había nada de lo que estuviera más seguro.

-Aníbal, no vale la pena seguir huyendo, solo entrégate, así todo va a estar mejor- le habló, tratando de apaciguar sus intenciones.

-Lo haría, pero eso significaría no poder estar contigo y jamás dejaré que eso pase- le dijo posesivo, chocando sus frentes y haciendo que Abel respirara su aliento cálido y agitado.

Abel se encogió sobre sí mismo, tratando de comprender rápidamente toda la información en su fallado cerebro, que le daba pros y contras de toda la situación. Hiló algunos pensamientos y llegó a la conclusión que tanto necesitaba.

Reunió la suficiente fuerza de voluntad para separarse de Aníbal y ponerse de pie, aunque después del primer doloroso paso fue a dar al suelo, igual a todas las otras veces que había intentado caminar. Sin desanimarse por el fracaso que ya se esperaba, empezó a arrastrarse ante la mirada incrédula de Aníbal en dirección de la cocina, que lo esperaba con los brazos abiertos. Antes de que Aníbal lo detuviera sostuvo un afiliado cuchillo entre sus dedos temblorosos y lo apuntó con desafío en la mirada.

-Ya no hables más estupideces- hizo énfasis en cada una de sus palabras -Entrégate, o sí no te aseguro que uno de los dos no sale vivo de ésta- como pudo se puso de pie, tratando de verse seguro.

Aníbal rio por lo bajo, burlándose de los intentos de Abel por conseguir lo que quería y se acercó hasta él, dándole un abrazo corto para después extender la palma de su mano, dando a entender que esperaba la entrega del objeto. Abel negó con ganas, sintiendo como un nudo gigantesco se formaba en su garganta, se sentía tan débil y tan dominado.

-Por favor- le dijo con la voz quebrada, sin saber exactamente lo que buscaba con su súplica.

-Ya, tranquilo- le dijo tierno, acariciando sus rizos húmedos con ternura y con la otra mano su mejilla izquierda, haciendo surcos delicados con sus dedos que tantas cosas inmorales habían hecho.

Se estrecharon con fuerza, buscándose con desesperación, mas Abel solo sintió repulsión, confirmando su odio desmesurado.

-Suéltame- exclamó con rabia, empujándolo con toda su fuerza, haciendo que Aníbal cayera al suelo, a la vez que él también lo hacía, pues su equilibrio se había ido junto al buen funcionamiento de sus piernas. Tomó con fuerza el cuchillo, que no había soltado, pero sí descuidado, y se acercó a Aníbal que lo miraba incrédulo cuando alzaba el objeto contra él.

Empezaron una lucha, con ambos rodando por el suelo, con Abel tratando de herir a su contrincante de forma incesante. Abel detuvo sus ataques cuando Aníbal se encontraba sobre él tomando sus muñecas con mucha fuerza, haciendo a Abel gemir de la impresión.

Siempre MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora