Cinco

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   Abel estaba preocupado. Sabía que había peleado con Joaquín, pero eso no implicaba que hubiera dejado de quererlo, así que cuando faltó dos días seguidos a la universidad, no contestaba sus llamadas (ni tampoco a las de sus amigos) e incluso su mamá llamó, porque su hijo no mostraba señales de vida, él cayó en un precipicio de nervios. Aníbal lo notó extraño y le molestaba que su sol no le prestara atención.

-¿Qué pasa amor? te noto ido- Aníbal preguntó ocultando su enojo.

-Tú deberías saber dónde se encuentra ¿Dónde estabas hace dos días?- como si no lo hubiera escuchado Abel soltó una de las más grandes dudas que tenía desde la desaparición de Joaquín.

-¿A qué te refieres?- Aníbal notó que estaba tocando una zona de peligro, tenía miedo, él sabía que Abel no era tonto.

-A Joaquín, estoy muy preocupado, sí tú no me dices nada voy a llamar a la policía- ya no aguantaba más, sabía que Aníbal resultaba sospechoso desde la desaparición de su amigo. si no había acudido a la justicia era solamente porque guardaba la esperanza de que apareciera, pero después de casi tres días sin noticias de su camarada sus ilusiones habían desaparecido casi por completo.

-Es que de verdad no sé, tú sabes que tengo el sueño muy pesado, puede haberse ido y yo no me habría dado cuenta. si quieres podemos ir y revisar su habitación en busca de pistas. ¿no crees que hice algo malo, verdad?- esto último lo dijo con un tono lastimero, haciendo que Abel se sintiera culpable por siquiera pensar que Aníbal fuera capaz de hacer daño.

-No amor, lo siento. ¿Te parece bien si vamos ahora?- la pareja se encontraba sentada en el lindo sofá rojo del departamento de Aníbal, a pesar de llevar tan poco tiempo ahí a Abel le encantaba, aún si su mente estaba ocupada con Joaquín.

-¿No crees que es un poco tarde?-

-Para nada- Abel habló seguro, no le importaba llegar a la madrugada a su ahora casa. Con un leve asentimiento Aníbal se puso de pie para comenzar a abrigarse y tomar las llaves. Abel lo imitó.

   Ya en la calle tomaron un taxi que los llevo al lugar, ahora, abandonado. En cinco minutos se encontraban en camino al antiguo departamento del que Aníbal estaba muy feliz de haber salido.

   El tintineo de las llaves en la puerta a Abel se le hacía eterno, se removía ansioso por entrar de una vez. Cuando Aníbal terminó de girar la cerradura de un lado hacia otro pudieron entrar en el departamento que tenía olor a encerrado. Con cuidado Abel y Aníbal caminaron sigilosamente, cómo si esperaran que una bestia sanguinaria los atacara de repente. Después de mirar hacia todos lados en la sala, Abel se dirigió a la parte que le importaba, la habitación de Joaquín. La puerta se encontraba entreabierta, como llamando a que pasaran. Después de entrar Abel se sorprendió del desorden que había, la ropa estaba regada en el suelo, la cama estaba hecha un revoltijo de sábanas junto con el cubrecama y el basurero que estaba a un costado se encontraba rebosante en papeles y envolturas de caramelos. El olor que nacía de la pieza era malo, tanto así que Abel arrugó la nariz. Era a cuerpo, transpiración, fluidos corporales, sumándole que el aire estaba encerrado hace casi tres días. Ignorando los anteriores factores, Abel, seguido por Aníbal, entró y empezó a buscar cualquier cosa que pudiera acallar sus dudas.

-En los estantes no hay nada- informó Aníbal, después de haber revuelto los libros que se encontraban ahí.

-Debajo de la cama tampoco- le respondió Abel después de haber revisado con la linterna de su celular y solo encontrar cómics y vasos sucios.

   Buscando más información se centró en las sábanas revueltas, levantándolas y viendo por el colchón, pero no había nada. Impaciente tomó la almohada y debajo de está había un papel algo arrugado que decía "abrir"

Siempre MíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora