No habría dejado de ir al apartamento de Lenny por nada del mundo. Reproducía exactamente el interior de un rancho, sólo que en medio de un bloque de apartamentos en Nueva York. Había hecho demoler algunos tabiques, para ampliar el lugar, según dijo, y luego había hecho recubrir con paneles de madera de pino las paredes y también un bar muy especial, en forma de herradura. Creo que el suelo estaba igualmente cubierto de paneles de madera de pino. Bajo nuestros pies yacían grandes pieles de oso blanco y el único mobiliario eran unas cuantas camas bajas cubiertas con mantas indias. En lugar de pinturas colgaban de las paredes cuernos de ciervos y de búfalos y una cabeza de conejo disecada. Lenny señaló con el pulgar el manso hocico gris y las tiesas orejas de la cabeza del conejo. —Lo gané en Las Vegas. Cruzó el cuarto, con sus botas de vaquero resonando como disparos de pistola.
—Acústica —dijo, y se hizo cada vez más pequeño hasta desaparecer tras una puerta, en la distancia. De pronto, empezó a salir música del aire, por todas partes. Luego, la música cesó y oímos la voz de Lenny decir: «Éste es su disc-jockey de las doce en punto, Lenny Shepherd, con una ronda de las más populares. La Número Diez en la caravana de esta semana no es otra que la muchachita rubia de la que han estado oyendo hablar últimamente... ¡la única Girasol!»
Nací en Kansas, crecí en Kansas, y cuando me case, será en Kansas...
—¡Qué tipo! —dijo Doreen—, ¿Verdad que es todo un tipazo? —Puedes apostar a que lo es —dije yo. —Escucha, Elly, hazme un favor. —Ella parecía convencida para entonces de que yo era realmente Elly. —Seguro —contesté.
—Quédate por aquí, ¿quieres? Yo sola no sería capaz de defenderme si él siquiera aprovecharse de mí. ¿Viste esos músculos? —Doreen rió entre dientes.Lenny salió del cuarto del fondo. —Tengo allí un equipo de grabación que vale veinte de los grandes. Fue muy despacio hasta el bar y puso sobre el mismo tres vasos y un cubo de plata para hielo y una coctelera grande, y empezó a mezclar bebidas de diferentes botellas.
... con una fiel muchacha que prometió esperarme. Ella es el girasol del Estado de los Girasoles.
—Tremendo, ¿eh? —Lenny se acercó manteniendo en equilibrio los tres vasos. Goterones como de sudor se pegaban a las paredes de los vasos y los cubitos de hielo tintineaban mientras él los iba pasando. Entonces la música cesó de pronto y escuchamos la voz de Lenny anunciando el número siguiente.
—No hay nada como escucharse hablar a sí mismo. La mirada de Lenny se posó en mí. —Frankie se esfumó, deberías estar con alguien, llamaré a uno de los muchachos. —Está bien así —dije—. No tienes que molestarte. Y no quería salir pidiendo de buenas a primeras que me trajeran a alguien varias veces más alto que Frankie. Lenny pareció aliviado. —No te preocupes. Yo no querría molestar a una amiga de Doreen. Dirigió una sonrisa blanca y grande a Doreen.
—¿Verdad que no, potecito de miel? La tomó de la mano y sin decir una palabra empezaron a bailar sin abandonar sus respectivos vasos. Me senté, con las piernas cruzadas, en una de las camas y traté de parecer concentrada e impasible, como unos hombres de negocios que vi una vez contemplando cómo una bailarina argelina bailaba la danza del vientre; pero tan pronto como me recosté contra la pared, bajo la cabeza del conejo, la cama empezó a moverse, así que me senté en el suelo, sobre una piel de oso, y me apoyé en la cama. Mi bebida era húmeda y deprimente. Cada vez que tomaba un sorbo, sabía más y más a agua de pantano. Hacia la mitad del vaso había, pintado, un lazo rosado con puntitos amarillos. Bebí hasta más o menos una pulgada por debajo del lazo y esperé un rato. Cuando fui a tomar otro sorbo, la bebida estaba otra vez a laaltura del lazo. Arriba, en el aire, la voz de fantasma de Lenny tronaba: «¿Por qué, oh, por qué me fui de Wyoming?». Ninguno de los dos dejaba de moverse, ni siquiera en los intervalos. Sentí que me encogía hasta convertirme en un minúsculo punto negro pegado a aquellas mantas rojas y negras y a aquellos paneles de madera de pino. Me sentía como un agujero en el suelo. Hay algo de desmoralizante en observar a dos personas que se excitan más y más locamente entre sí, especialmente cuando la única persona que sobra en la habitación es uno mismo. Es como contemplar París desde el vagón de cola de un expreso que marcha en dirección contraria: a cada instante la ciudad se hace más y más pequeña, sólo que es uno quien se siente cada vez más y más pequeño y más y más solitario, alejándose a toda velocidad de aquellas luces y de aquella agitación, alejándose a cerca de un millón de kilómetros por hora. Lenny y Doreen se abrazaban y besaban a cada rato, y luego se separaban para tomar un largo trago y otra vez se abrazaban. Pensé que lo mejor sería echarme en la piel de oso y dormir hasta que Doreen se sintiera dispuesta a regresar al hotel. Entonces Lenny dio un rugido terrible. Me incorporé. Doreen había clavado los dientes en el lóbulo de la oreja izquierda a Lenny. —¡Suéltame, perra! Lenny se agachó y Doreen quedó sobre el hombro de él mientras su vaso describía una larga y amplia curva, antes de estrellarse contra un panel de pino con un ridículo tintineo. Lenny seguía rugiendo y girando sobre sí mismo con tanta rapidez que yo no podía ver la cara de Doreen. Advertí, de ese modo rutinario en que uno percibe el color de los ojos de alguien, que los pechos de Doreen se habían zafado de su vestido y pendían ligeramente, como dos melones morenos y llenos, mientras ella daba vueltas doblada por la cintura sobre el hombro de Lenny, agitando las piernas en el aire y chillando, y entonces comenzaron a reír y a calmarse, y Lenny estaba tratando de morderle una cadera a Doreen, a través de la falda, cuando me largué antes de que sucediera algo más, y me las arreglé
ESTÁS LEYENDO
La Campana de Cristal. Silvia Plath
Teen FictionEsther es una joven universitaria que recibe un premio consistente en vivir unos meses en New York y conocer los entresijos del mundo editorial (publicaciones de cuentos o libros, revistas de moda...). En esos meses vive una vida regalada, con lujos...