El muñeco de Yoo

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La fábrica era un lugar abarrotado en personas durante el día. Pero cuando caía la noche y los trabajadores partían, el dueño solía encerrarse en su oficina para admirar eso que jamás tendría vida.

Su muñeco más preciado.
Ese que ni aunque estuviera en banca rota, sería capaz de vender ni por tres mil millones de wons.

Suele tocar sus finas y varoniles facciones durante minutos. De paso quitarle el polvo que obtenía en el día. Y cambiarlo de ropa para seguir viendolo igual de guapo.

<Él alguna vez tuvo vida> aseguró Yoo.

No sabía si quería engañarse pero era un leve rastro de algo que tal vez vivió en su infancia.
Un día nevado, uno en el que estaba sólo igual que siempre y había decidido ir a la bodega de su padre. Esa que ahora le pertenece ya que es el nuevo dueño. Allí había encontrado maravillas quizás pero había tropezado y caído al suelo causando un tremendo estruendo. Llegando así a tener miedo de su gruñón padre. Era un niño, y a ningún niño le gusta que sus padres le reprendan por cosas mínimas.

Quizás fue el golpe que se dió en la cabeza aquel frío día que lo hizo ver la silueta de ese maniquí que tanto su padre se empeñaba en mantener oculto.
¡Moviéndose!

Pero desde que recuerda esa mínima imagen, él cree en que algún día... vuelva a tener vida.

Dos horas pasaron en las que se mantuvo admirando la belleza que aún tenía ese antiguo maniquí.
Y se cansó de estar sentado sobre su escritorio, así que se puso de pie y partió a su solitaria casa.

Nada.

Eso era lo que encontraría en aquel lugar.

Hace cinco años su padre falleció por un infarto, y meses más tarde su madre lo hizo por el dolor.

Dejando a un solitario chico, más sólo de lo que ya era.

Kihyun no lloró, porque estuvieran vivos o no, ellos nunca le ofrecieron tiempo de calidad. ¿Qué diferencia había ahora? Ninguna por supuesto.

Quedó encargado así de la fábrica y sus cuarenta sucursales en todo el país con tan solo 18 años. Ahora ya tiene 23, y continúa estando sólo.

Únicamente están la servidumbre, los jardineros y el chófer.
Y con ninguno de ellos mantiene trato.
Puede decir que las únicas conversaciones que ha tenido en estos últimos años es con el administrador de la fábrica, algunos inversionistas, otros proveedores de materia gris; trabajo, trabajo, y más trabajo.

A este paso llegaría a los 40 años sin necesidad de cumplir 25.

Un nuevo día llegó, y fue espectador nuevamente de muchas personas trabajadoras moviéndose de aquí para allá, con algo siempre que hacer.

Les tiene envidia a sus empleados.

Porque al final del día, ellos tienen un por qué para regresar a sus casas.

Una familia.
Una pareja.
Una mascota.
Un hijo.
O un vecino.

Él no tenía nada. Quizás una cama en la cual descansar de sus grises días.

Pero ese día fue diferente a muchos de los otros.

ㅡ¡¿Dónde está?! ¡Encuentrenlo!

Estaba desesperado porque al entrar a su oficina, había todo menos su amado muñeco.
Eso lo rompió.

Los guardias estaban buscando aquel maniquí como locos.
Nunca habían visto así de exaltado a su jefe, siempre era Pacífico y buena gente así que harían lo posible por encontrar lo que él les pedía con tanto dolor.

One shots  [ShowKi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora