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No había nadie alrededor.

Me encontraba completamente sola, sentada en aquel banco, el único probablemente en aquel triste y vacío barrio.

Miraba hacia ambos lados, nerviosa. Creaba posibles historias en el interior de mi cabeza. Pensaba en lo que le diría al chico cuando apareciera, en lo que este me podría contestar.

Pero nada sucedió. El joven no apareció por ahí en toda la tarde. Eso me llevó a reflexionar.

¿Por qué tenía tal necesidad de encontrarle? No lo sabía, así que medité sobre ello. Tal vez lo vi destrozado, es por eso que quería ayudarle. ¿Habría hecho eso por cualquiera? Totalmente, yo quiero ayudar a las personas que se sientan mal porque a mi me gustaría que los demás hicieran eso conmigo. Pero, ¿y si a él no?

Soy consciente de que hay personas que prefieren resolver sus problemas solos para demostrar a los demás que no son débiles. ¿Cuál es el problema de serlo? No lo sé, pero no conozco de nada a ese chico y no sé si es orgulloso. Es extraño que una chica que no conoces se presente en frente tuyo y te pregunte "¿Cómo estás?". No sé que voy a hacer.

Cuando cayó la noche, decidí levantarme de aquel banco. Eran más de las ocho y ninguna de las pocas cafeterías de aquel solitario barrio estaban abiertas, así que decidí caminar unos pasos más y llegar al barrio vecino, que estaba a tan solo veinte minutos del centro a pie.

Tampoco encontré ni una triste cafetería donde sentarme un rato, aunque luego pensé: "¿Quién diablos toma café por la noche?" Ah, sí. Yo.

A lo lejos, vi un letrero brillante que anunciaba la entrada a un bar. Me lo pensé dos veces antes de decidir pasar, pues aún me quedaban un par de años para cumplir la mayoría de edad y no sabía si podría entrar. Pero bueno, un zumo no puede hacerme nada malo, ¿no?

Abrí la puerta y bajé las escaleras que me condujeron al oscuro antro. Oía una musiquita débil de fondo y el sonido de copas de cristal chocando entre sí, ya que la camarera parecía estar ordenándolas.

Era una sala grande con varias mesas esparcidas por el lugar. Ers un sitio bastante triste.

En una de las mesas, dos hombres jugaban pacíficamente a cartas. Al fondo, en la barra, había otro sentado en un taburete, bebiendo algo que no supe distinguir. Eran en total tres hombres, la camarera y yo.

Cuando abrí la puerta de madera y esta chirrió, pensé que todos allí presentes se volverían pars verme. En lugar de eso, uno de los hombres jugando a las cartas soltó un gruñido y ninguno me dirigió la mirada.

Me senté en el taburete al lado del chico de la barra y pedí un zumo de piña. La camarera me sirvió el mismo vaso que el hombre a mi lado sujetaba con su mano izquierda y agradecí. La camarera me regaló una sonrisa y se marchó de nuevo para seguir haciendo cosas.

Aquel lugar era frío y para nada acogedor. Las luces rojas que iluminaban el local me ponían los pelos de punta y me daban una sensación de inseguridad. Bebí un sorbo de mi zumo y apoyé mi cabeza en mi mano. Inconscientemente, dirigí mi mirada al chico de al lado. Tenía la cabeza baja y no podía ver su cara, pero podría jurar que le conozco.

El chico acabó el contenido de su vaso y enterró la cara entre sus manos. Pude oír su respiración agitada y enseguida supe que estaba llorando.

Como si quisiera consolarle, puse mi mano sobre su hombro y traté de calmarle dando suaves golpecitos. Naturalmente, ese gesto fue un gran error. El chico se limpió las lágrimas antes de dirigirme su mejor mirada de odio.

-Tú eres el chico del otro día. -Afirmé en voz alta, a pesar de que no hablaba con nadie más que conmigo misma.

El chico cambió su expresión por una de sorpresa. Acto seguido, dejó un par de monedas sobre la barra, se levantó del taburete y se dirigió a la salida. Le imité y fui tras él.

-¡Eh! -Grité mientras corría tras él ya fuera del bar. El chico caminaba rápido. Giró sobre sus talones y me choqué con él.

-¿Por qué me persigues? -Preguntó con un notable tono de enfado.

-Quiero saber por qué siempre estás llorando. -Respondí.

-Métete en tus asuntos. -Volvió a darse la vuelta y siguió caminando.

-Pero quiero ayudarte. -Dije sin moverme del sitio.

-¿Por qué ibas a querer eso? -Contestó furioso. -¿No tienes nada mejor que hacer? Si te aburres, búscate un jodido pasatiempo en el que yo no tenga nada que ver.

Fruncí el ceño.

-Cuando yo lo pasé mal, mucha gente me ayudó, y me siento feliz por ello. Por eso quiero hacer eso por tí. -Suspiré para tratar de tranquilizarme.

Él soltó una carcajada y me miró.

-Lo que tú digas. Ahora, deja de perseguirme y no me hagas perder más mi tiempo. -Volvió a darse la vuelta. y siguió su camino.

Desapareció envolviéndose en la penumbra de la noche, dejándome sola en la puerta de aquel triste bar.

🥀; Me cuesta muchísimo hacer a Youngjae así porque lo veo demasiado tierno xdd.

sempiterno : choi youngjaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora