O1

456 56 20
                                    

El agua de la ducha arrastraba los restos de sangre de mi piel. ¿Cómo me pude caer en mi propia casa? Al principio, el contacto del chorro de agua caliente contra mis piernas me produjo una especie de ardor, pero pasados unos minutos, ese ardor fue reemplazado por calma y frescor.

Salí de la ducha. El contraste entre el aire frío y el agua caliente no es para nada reconfortante, pero es soportable. Cubrí mi cuerpo con una toalla, froté el empañado espejo y me miré en él.

Mis ojos castaños eran grandes comparados con los de las otras chicas, y mi pelo del mismo color no llegaba a mis hombros. El flequillo aún no había alcanzado mis cejas, pero me alegré, ya que aquello significaba que aún tendría que esperar un par de meses para cortarlo de nuevo.

Saqué mi secador del cajón del baño y comencé a secar mi cabello. Tardé apenas cinco minutos en hacerlo, y cuando acabé, me vestí para salir a la calle.

Me puse unos vaqueros y una sudadera, recogí mi pelo en media coleta y salí a disfrutar de la mañana de mayo.

Mientras caminaba por la calle pensé en llamar a Yuri, pero recordé que ya habíamos quedado esta tarde y no quería molestarla.

Así que decidí que daría un paseo rápido y volvería a casa.

Aunque las cosas no fueron así.

Llegué a uno de los barrios más alejados de Seúl, que quedaba a un par de kilómetros o tres del mío. Me había distraído con la música de mis auriculares y me había pasado de largo.

Cuando me dí cuenta de esto, estaba en un pequeño paseo entre las urbanizaciones de aquel barrio. Simplemente me dí media vuelta para volver a mi casa, pero algo a lo lejos me detuvo. Era un banco.

Pero no fue el banco en sí, si no lo que había sobre él. Me acerqué por pura curiosidad.

Cuanto más cerca estaba, mejor podía distinguir el cuerpo que estaba sobre él. Uno de sus brazos colgaba del banco mientras que el otro descansaba sobre su pecho. ¿Estaría muerto? Mi instinto me decía que no, y mis piernas me pedían avanzar. Así que lo hice.

Estaba ya lo suficientemente cerca como para observar que el chico tumbado sobre el banco respiraba. Querìa despertarlo, pero, ¿se enfadaría? ¿Se asustaría? ¿Qué hacía ese chico en aquel banco? ¿Y si él vivía ahí? Oh, por Dios, ojalá no. ¿Y que hacía entonces? Tal vez se quedó dormido, o tal vez lo drogaron, atacaron y le dejaron ahí. Oh, no, dime que eso no fue. Mi mente dramática no puede soportar tanto suspense.

Me dí cuenta de que estaba calado de pies a cabeza. Su camisa chorreaba, al igual que sus pantalones. Su pelo estaba seco.

La noche pasada había llovido. ¿Cuánto tiempo llevaba el chico ahí?

Me arrodillé junto al banco para observarlo mejor. Su pelo castaño le caía sobre los ojos; tenía un lunar bajo uno de ellos. Sus labios tenían una forma muy bonita. Seguro sería muy lindo.

Toqué sobre su hombro y retiré mi dedo rápidamente. Ni una mínima reacción por parte del chico.

Dos veces más le toqué. Nada. Lo siguiente que hice fue sacudirle.

El chico abrió mucho los ojos. Se levantó y me miró de arriba a abajo, como si fuera una delincuente.

Las piedritas del suelo se clavaban en mis rodillas, así que me levanté del suelo. El chico seguía sin hablar. A juzgar por su expresión facial, estaba completamente desorientado.

—¿Qué hacías durmiendo ahí?

—¿Qué hora es?

—Las once y media del treinta de mayo. —Respondí.

El chico miro a su alrededor y se levantó del banco sin haber contestado a mi pregunta. Comenzó a caminar en dirección al centro. De todos modos tenía que pasar por ahí para volver a casa.

—Oye, ¿vas a contestarme? —Me atreví a preguntar.

—No. —El chico metió ambas manos en sus bolsillos y siguió caminando sin siquiera mirarme.

—¿Por qué?

— Porque no quiero.

Aceleró el paso, dejándome atrás. ¿Quién diablos se creyó?

—¡Oye! —Corrí tras él para alcanzarle, y me paré frente a él. —Estás mojado.

—Gracias por la información.

—Pero...

—Por favor, déjame.

Su expresión cambió por completo. Hace solamente cinco minutos parecía completamente molesto. Ahora se veía triste.

—¿Estás bien?

El chico se derrumbó, se derrumbó frente a mí. Pude ver sus lágrimas recorriendo sus mejillas y las gotitas de agua chocando contra el suelo, provocando un leve sonido.

Me esquivó. Nuestros hombros chocaron y él siguió caminando, dejándome completamente sola, sola y con un sentimiento de culpa irrazonable.

🥀; Ni yo sé que voy escribiendo, pero me gusta dkdjaja.

sempiterno : choi youngjaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora