Una Madrugada

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En la madrugada en una pijamada en la casa de Caroline sentí que abrieron la puerta de la habitación, era el primo, se acercó a la cama y se llevó a Caroline; lo único que les dije es que pilas que no se dejaran pillar porque la del problema sería yo, nada más (ni que nunca en mi vida hubiera echo algo parecido).

Sentí cuando volvió a entrar al cuarto y se acostó nuevamente, tenía la respiración agitada. Uno ahí mismo se antoja, no hay nada más rico que pegarse esas voladitas con la pareja cuando el peligro acecha, entre más alto el riego más rico se pasa.

Ya habían transcurrido varios minutos pero todavía estaba agitada su respiración, sentía un pequeño movimiento en la cama; me di la vuelta despacio para ver de qué se trataba, pensé que el primo había vuelto, pero no, estábamos sólo las dos; se podía ver con claridad dentro de la habitación por la luz que emitía la lámpara; así que miré con detenimiento y vi que la cobija se movía; era la mano de Carolina, se estaba masturbando suavemente; la miré a la cara, tenía los ojos cerrados, podía ver como se abrían sus fosas nasales al respirar; estaba intentando que yo no me diera cuenta pero con tanto silencio se siente hasta el más mínimo movimiento. Mientras la miraba empecé a tocar mis senos; ¡qué tentación!; tenía que estar muy excitada para estarse masturbando conmigo al lado. No quería que se diera cuenta que la estaba mirando, seguro pensaba que yo estaba dormida y no era que estuviera haciendo mucho ruido, lo que más se sentía era su respiración.

Quería más, ella se masturbaba y yo pensaba en qué hacer; así como estaba era muy difícil quedarme por más tiempo quieta, en tanto silencio; y debo admitir una cosa, a mí Caroline me encantaba, desde que la vi me llamó la atención.

Después de un rato decidí que o nos veníamos las dos o no se venía ninguna; era un poco egoísta de mi parte pero quién se aguanta a semejante hermosura a lado, bien excitada, y uno mirando para el techo, ¡nadie!.

Le puse la mano sobre el hombro, sus ojos se abrieron de par en par y pegó un brinco impresionante; la saqué del trance en el que estaba; me miró fijamente, se veía lo achantada que se puso; le dije que no parara, que no tenía de que avergonzarse, que yo también tenía ganas de masturbarme; ella intentó evadir la situación diciéndome que no estaba haciendo nada, pero yo le dije que hacía rato la estaba mirando.

No quería perder el impulso, quité las cobijas y empecé a tocarme; cogí su mano y la llevé hasta su coño, le dije que continuara, ella lo hizo. ¡La puerta! ¿Cómo no había pensado en eso antes?; me paré a la carrera y puse el seguro; de vuelta a la cama me desnudé. Me acosté a su lado y seguí masturbándome mientras la miraba.

No pude resistir más la tentación, le quité la ropa. Acariciaba su entrepierna mientras tocaba mi coñito; no dejaba de ver cómo movía sus dedos; me había puesto en frente de ella y había subido sus piernas en las mías. Las yemas de mis dedos recorrían su piel, mis ojos todo su cuerpo. No dejaba de tocar mi coñito, estaba tan mojada que mis dedos se deslizaban fácilmente entrando en él.

Caroline empezó a acariciar mi cuerpo, subió sus manos hasta mis senos, jugaba con mis pezones; se acercó un poco y me dio un beso; qué bueno que tomó la iniciativa porque hasta el momento sólo había pensado en masturbarnos juntas, pero ella quería algo más y yo ni hablar.

Me senté a su lado; mordí sus pezones y dejé deslizar mi mano hasta que sentí su coñito; lo recorrí con mis dedos, tenía tanto jugo en él que sólo tuve que empujar un poco para que entraran en ella; apretaba muy fuerte, podía sentir como los músculos internos de su coñito se contraían. Caroline puso los dedos en su clítoris y se masturbó mientras yo jugaba con los míos dentro de ella. Así estuve un rato, besando sus senos, mordiendo sus labios, follándola con mis dedos hasta que la hice venir; se abrazó a mí besando mi cuello mientras se corría; movía sus manos por toda mi espalda con fuerza; era delicioso que me tuviera agarrada de esa manera mientras disfrutaba su orgasmo; yo no saqué mis dedos hasta que sentí que relajó su cuerpo.

Hizo que me recostara boca arriba, se sentó encima de mi; sentí su coño mojado sobre mi vientre; pegó su cuerpo al mío y me besó, despacio, movía riquísimo la lengua, la entraba hasta el punto perfecto en el que podía succionarla y dejarla salir lentamente de mi boca mientras repasaba una y otra vez las curvas de su cuerpo con mis manos.

Fue bajando de a poco, con sus rodillas separó mis piernas; puso su coño contra el mío y se dejó deslizar en él moviendo su cuerpo de arriba hacia abajo, empujaba sus caderas contra las mías. Estaba fascinada, tenerla encima de mí, sentir su coño moliéndose contra el mío, su respiración cuando hacía fuerza, la tensión en sus nalgas mientras empujaba hacia arriba, la curvatura de su espalda, la delicadeza de su piel; yo disfrutaba cada detalle de ella, me sentía embelesada dejándome llevar por la situación; disfrutando su cuerpo que tantas veces había mirado de reojo, teniéndolo completamente para mí, sintiendo sus caricias, todo el fuego que tenía en su interior estaba haciendo que mi cuerpo ardiera de placer.

Me dio un beso largo, se incorporó, puso su mano en mi clítoris y comenzó a acariciarlo; cerré los ojos, quería concentrarme en el toque de sus dedos, en el goce de mi cuerpo mientras los movía; mis músculos se contraían por inercia; mi mente estaba nublada, sólo pensaba en entregarme a ella. Metió sus dedos dentro de mí, los hacía entrar y salir, empezó despacio y luego fue haciéndolo cada vez más rápido, con su otra mano siguió estimulando mi clítoris. Sentí su lengua en mi coño, abrí los ojos y levanté un poco la cabeza para mirarla, no podía dar crédito a lo que estaba pasando, ella ni siquiera se molestó en alzar la vista, siguió concentrada en lo que estaba. Yo disfrutaba de todo lo que me hacía, el sólo echo de tenerla desnuda a mi lado ya era suficiente para mí, pero lo que estaba pasando en ese momento era muchísimo más de lo que yo hubiera podido pedir; hacía mover su lengua y sus dedos al mismo tiempo, de vez en cuando succionaba varias veces seguidas los labios de mi coñito y luego con la punta de sus dientes mordía delicadamente mi clítoris y hacía mover su lengua rápidamente en él; me hizo venir muy fuerte, tuve que poner la almohada en mi cara y morderla para ahogar los gemidos que estaban saliendo de mí.

La tomé por los brazos y la subí nuevamente a mi cuerpo, la abracé, le di un beso apasionado, acariciando su espalda mientras lo hacía, quería seguir sintiéndola en mi piel; recostó su cabeza en mi hombro y yo dejé deslizar mis dedos por su cabello, así nos quedamos un rato largo; me puse a pensar y me dije que esto de ser la protectora no había estado tan mal, y que siempre que su mamá me lo pidiera lo haría con todo el gusto del mundo.

Ella LesbianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora