"El secreto del éxito en la vida es comer lo que te gusta y dejar que la comida combata dentro"
―Mark Twain
***
Thomas iba en serio al decirme que me mantendría ocupada.
Me mantuvo atareada toda la mañana y parte de la tarde. Cuando creía que las cosas no podían ser más ajetreadas, me encontré con que debía ayudar en la cocina lavando los utensilios y los platos junto con el nuevo recluta. Realmente no me importaba hacer mandados estúpidos u ocuparme de la limpieza, pero trabajar en el restaurante era un dolor de cabeza.
En verdad, Thomas estaba molesto conmigo hoy.
Él dio un par de instrucciones a los chefs y al personal en general antes de que el tormento iniciara. Cuando el primer comensal entraba y se sentaba, Thomas se volvía reservado y gruñón.
―¡Qué molesto! ―me quejé en voz alta.
―¿Tan resentida estás por lo de la mañana? ―El chico que me abrazó sin mi permiso me habló, viéndome con una expresión arrogante.
―¿Perdón? ―le dije, más disgustada todavía―. No seas tan altanero, nadie te pondría tanta atención.
―Pero lo estás haciendo.
Lo miré con horror. A partir de ahora, yo, Margo, no le iba hablar. Antes estaba dispuesta a llevarme bien con él porque en la cocina, cuando se hacían las cosas mal, Thomas se enojaba a lo loco. Sin embargo, con esa actitud, me alegraría si lo ridiculizaban un poco. ¡No le iba a explicar nada!
Me di la vuelta, ignorándolo por completo. Debía amarrar mi cabello para que no resultara molesto o me estorbara después cuando el ajetreo se encontrara en el clímax.
―Me siento bastante ofendido ―habló el chico a la nada. Traté de no prestarle tanta atención a su monologo―, digo, tengo un título de la Escuela Culinaria de Alta Cocina y vine a trabajar acá como chef, no como un simple lavaplatos.
Lo miré por encima de mis hombros, intrigada. ¿Qué clase de actitud era esa? Incluso Thomas en su posición, jamás, jamás se quejaba de las cosas simples, incluso se ponía a lavar los platos cuando no quedaba personal. O sea, era Thomas y este... era un don nadie.
―Eres el asistente, hacer esto debe adecuarse más a tu trabajo, ¿no? ―me preguntó con descaro―. El chef jefe te lo ordenó.
No respondí. No valía la pena. Terminé de arreglar mi cabello y me dirigí hacia la cocina principal, sin hacer el menor ruido posible. Recordaba la primera vez que hice el mismo trabajo y me gané la mayor regañada de mi vida. Ni siquiera mi madre me sermoneó tanto como Thomas lo hizo ni que me miraran tan feo como Edward.
Solo pensarlo me daba hasta escalofríos.
Esperé. Esperé. Esperé.
Una camarera entró y dictó la orden del primer comensal. Otro camarero ingresó con una orden diferente, luego otro y otro, hasta que se fueron acumulando los pedidos
La tensión en el ambiente era abrumadora, junto el silencio sepulcral que envolvía todo a su paso. Era horrible. No podía imaginar lo que los chefs sentían, siendo ellos los protagonistas. Si yo lo sentía horrible, siendo alguien ajeno y una mera espectadora, ¿cómo sería ser parte de ello? No quería ni imaginarlo.
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Enredada con el chef
RomanceMargo está rota, siente un vacío enorme en su interior. Thomas es un chef de élite, ¿podrán sus coqueteos y platillos estremecer el frío corazón de Margo? ...
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