"Una de las mejores cosas de la vida es que debemos interrumpir regularmente cualquier labor y concentrar nuestra atención en la comida"
―Luciano Pavarotti
***
Había bebido mi café despacio, incluso bebí el de Thomas en mi intento de ganar tiempo. Esperaba que mientras lo hacía podía verlo aparecer entre la multitud en cualquier instante. Pero no lo hizo. ¿En dónde se había ido?
Jamás debí permitir que me acompañara. Ni siquiera revisé a mi alrededor cuando me guio a este sitio, pues como él estaba, no creí necesario hacerlo. Fue una terrible decisión de mi parte. Con mi problema de orientación, regresar al apartamento será difícil.
Luego de quedar sola, pensé con más detenimiento las palabras de Thomas y lo que fuera que trataba de decirme. Se sentía extraño. Hice un recuento mental del momento exacto que él comenzó a actuar de ese modo. Tal vez no llevaba ni una semana desde que comenzó a actuar un poco más desenvuelto conmigo. Para ser sincera, del tiempo exacto poco tenía memoria, tampoco fue relevante el hecho, pues Thomas siempre me trató con amabilidad y respetó mi espacio personal.
No fue hasta hacía poco que comenzó a invadirme, a querer saber más de mí, a soltar comentarios traviesos. Quizá era sospecha mía y mi imaginación, pero tenía la leve impresión de que él quería conocer a la Margo asquerosa y mentirosa.
Pero no podía permitir eso. ¿Qué pasaría si supiera de mi problemilla de orientación? Seguro se burlaría como todos lo hacían, se aprovecharían de esta debilidad. No debí haberle dicho a Thomas donde me encontraba, de lo contrario, no me preocuparía por su ubicación ni lo estaría buscado con la mirada en este preciso momento. Me habría mentalizado que había venido sola, que no habría a nadie a quién buscar ni esperar.
Sacudí la cabeza levemente. Sonreí. Con Thomas acompañándome o no, era igual, nada cambiaba. Me levanté de mi asiento y dejé de indagar entre la multitud, si se había enojado por mis palabras y había decidido marcharse, ¿en qué cambiaba eso? ¿En qué me afectaba? ¡En nada! Solo regresé al punto de partida. Bueno, quizá no era tan así, porque ni siquiera tenía ni la más mínima idea donde estaba parada.
Pero existía el GPS así que no debía preocuparme mucho al respecto.
Introduje mis manos en las bolsas de mi sudadero. Le echaría un vistazo a las actividades nocturnas antes de regresar al apartamento. Me abrí paso en medio de la aglomeración, en silencio caminó, escuchando conversaciones triviales de las personas que pasaban a mi lado o venían caminando detrás de mí.
Solté un suspiro. Pasado varios minutos luego de haber partido de la mesa, no encontré absolutamente nada bueno ni entretenido, a excepción de los juegos mecánicos o la venta de comidas variadas. Esta noche, me correspondía mirar y desear subirme a los diferentes juegos o añorar comprar todo tipo de comida. Había traído por poco dinero y eso no me alcanzaba para nada. De haber sabido o recordado que celebraban este tipo de festividades, me habría preparado para hartarme de hacer cualquier cosa.
Me giré sobre los talones, dispuesta a regresar al apartamento.
Retomé mis pasos por donde vine... o eso me gustaría creer. Seguí caminando, deseando poder salir de la multitud y encontrar el camino de vuelta a casa. Saqué mi teléfono de los bolsillos, al encender la pantalla, me saltaron varias notificaciones de mensajes y llamadas perdidas.
Los ignoré. No importaban.
Fui a bloc de notas, donde tenía escrito con lujo de detalles la dirección de la universidad al apartamento; pero no de este sitio hasta ahí. Aunque no me permití caer presa del pánico, motivos no había para alterarse. Por algo existía el bendito GPS.
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Enredada con el chef
RomansaMargo está rota, siente un vacío enorme en su interior. Thomas es un chef de élite, ¿podrán sus coqueteos y platillos estremecer el frío corazón de Margo? ...
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