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Introducción

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Si tuviera que retroceder en el tiempo, yo elegiría borrar de mi vida la existencia de alguien que aprecié con todo mi corazón. 

Si no la hubiera conocido, al menos me quedaría esperanza; pero ella creó una pequeña grieta en mi corazón que se fue abriendo a lo largo del tiempo.

Elena era mi amiga más preciada. Era la única que me escuchaba y me comprendía mejor que nadie. 

Cuando nadie quería involucrarse con una niña extraña, Elena venía a mí, jugaba conmigo y me acompañaba en el recreo; pero sentía que ella no me merecía, no porque ella valiera menos, sino que yo valía nada. No existía algo en mí que fuese bueno y no estuviera estropeado. 

A diferencia de mí, Elena era un ángel que se llevaba bien con todos en el salón. En cambio, yo era una niña extraña y solitaria que se alegraba por un poco de afecto.  

Yo quería ser incluida en ese grupo. Ser parte de una conversación y sentir que mi vida era normal. Quería divertirme como cualquier niña, pero era un sueño que no se me permitía codiciar.

Había una barrera inquebrantable entre mis compañeros y yo. ¿Cuándo apareció y cómo quebrarlo? A menudo me lo preguntaba, no sabía si yo era la causante de ese resultado o si ellos solo sentían la necesidad de permanecer lejos de mí. 

Me hacía sentir un poco triste, pero Elena solía decir que no hablaban de nada interesante. Ella me aseguraba que prefería estar conmigo, con su única y mejor amiga. Escucharla decir esas palabras me hacían pensar que tenía a la persona indicada, me hacía creer que era especial y querida. 

Me hacía feliz tenerla. 

Y por un tiempo, eso fue más que suficiente para ser feliz. 

En ese entonces, las cosas en mi casa no marchaban bien. Papá cada vez más era violento y exigía más alcohol. No solo era difícil vivir en un entorno como ese, era casi imposible porque a menudo no había nada que comer. 

Así que buscaba cualquier excusa para salir de ahí.  Ir a la escuela era un lujo que por suerte se me permitía; y odiaba los fines de semana porque era tiempo completo de estar en casa. Me hacía sentir mal tener esos pensamientos, tenía hermanos pequeños que me esperaban en casa y confiaban en mí.

Mi madre era una esposa preocupada, pero nunca una madre que fuera consciente de sus hijos. Así que solo éramos mis hermanos y yo. 

Amaba mucho a mis hermanos pequeños, pero todavía me sentía incompleta. Yo quería ser una niña, vivir sin angustia ni miedo. Sabía muy bien que eso era imposible, si yo no me preocupaba por mis hermanos, nadie más lo haría. 

Así que era feliz con lo poco que tenía. Elena me recordaba la infancia que jamás iba a tener, hablar con ella me hacía feliz y me ilusionaba ser su amiga. 

Le contaba lo que sucedía en casa, le mostraba los moretones de los golpes que papá me daba por gastar el dinero en comida en vez de su bebida sagrada. Estaba un poco cansada. 

Sin embargo, poco después, los secretos que le confié únicamente a Elena se esparcieron entre mis compañeros de salón. Al principio creí que solo eran simples coincidencias, pero solo era una mentira que me gustaba repetir. 

Enredada con el chefDonde viven las historias. Descúbrelo ahora