"La cocina de autor es poner tu personalidad en lo que haces y ese sentimiento la convierte en algo distinto"
―Ferran Adriá
***
Solté un suspiro profundo. ¡Qué noche más aburrida!
Que Thomas fuera alguien importante en el mundo de la gastronomía lo hacía aún más complicado. En las últimas semanas, nos habíamos estado enfocando en asistir a distintos eventos y pasar al restaurante de Thomas, sin mencionar que debía buscar un espacio pequeño para estudiar y ponerme al día con mis lecturas pendientes.
La llegada de Thomas con una bandeja en las manos me dejó con los pensamientos en blanco unos segundos. Debía admitir que los platillos que preparaba, fuera cual fuera, resultaban exquisitos, y estaba segura que esta vez tampoco sería la excepción. Era un hecho. Y quizá ahí estuviera la razón que excusara mi voluntad de querer permanecer todavía a su lado luego de soportar estos largos cuatro meses de trabajo y esfuerzo constante.
Clavé mi mirada en él y observé su marcha segura en nuestra dirección. Solo caminaba y aun así me parecía que era lo más impresionante que había visto en mi vida. Thomas poseía un atractivo físico letal, una mirada alegre pero distante. Tenía las mangas de su camisa dobladas hasta el codo, como acostumbraba a tenerlo cuando se disponía a cocinar, lo que resaltaba sus brazos fuertes y las venas que sobresalían de su piel.
Me permití dar una mirada completa aunque rápida por el resto de su cuerpo. Su camisa blanca y pantalón negro, un poco tallados a su figura, se amoldaban a su cuerpo trabajado. Era fácil imaginar cómo sería lo que las prendas ocultaban.
Y esos ojos pintados de un azul impresionante parecían esconder más trucos y malas intenciones que cualquiera que mostrara ser un malvado.
"Quizá el diablo no sea tan horrendo y pueda ser así de sonriente que Thomas"
Thomas sonrió.
―Perdón por la espera ―dijo él mientras dejaba con elegancia la bandeja frente a los cinco hombres. Para mi sorpresa, tenía un tazón extra... y me lo extendió con una media sonrisa―. Come, sé que te encanta la comida ―dijo.
Tragué saliva. No podría negarme ante semejante oferta.
Bueno, tal vez la comida de Thomas podía agradarme solo un poco más de lo que me agradaba él. Ilusionada, miré el tazón y me apresuré a recibirlo. Mi boca, mi cuerpo y en especial mi estómago exigían que lo aceptara.
―Bueno, si tanto insistes ―respondí. Mis palabras decían una cosa, pero mis manos dejaban en claro mis verdaderas intenciones y necesidades: casi le arrebaté el tazón de sus manos.
―Disfrútalo ―dijo sin más.
Me mordí los labios, ansiosa. Con el tenedor, recogí un poco del contenido. Estaba caliente así que comencé a soplarlo. A esa distancia percibí el aroma delicioso y cautivante. Era apenas el comienzo y el efecto de la comida comenzaba a surgir sin piedad alguna. Volví a tragar saliva.
Le dirigí una mirada rápida a Thomas, quien permanecía de pie a la expectativa de mi reacción. Estaba demasiado cerca, pero lo ignoré.
Me armé de valor lo suficiente para atreverme a llevar el tenedor a la boca. El sabor se presentó tan pronto la humeante ensalada de arroz tocó mi lengua. Era como recibir un golpe imaginario que agudizaba mis sentidos y lograr disfrutar de un inmenso placer que iniciaba con la vista, el olfato y finalmente en la boca. La fiesta empezaba en ese primer bocado.
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Enredada con el chef
RomanceMargo está rota, siente un vacío enorme en su interior. Thomas es un chef de élite, ¿podrán sus coqueteos y platillos estremecer el frío corazón de Margo? ...
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