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Capítulo 16

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"Cocinar es como amar. Hay que hacerlo sin miedo o mejor no intentarlo"

―Harriet Van Horne, columnista norteamericana.


***

Hasta que noté el rostro perturbado de Thomas pude entender lo que pasaba o, al menos, creí entenderlo. La desilusión que cubrió su semblante por unos segundos lo hizo voltearse y prestar atención a lo que estaba cocinando. Ante esa imagen de él en mi mente me decepcioné de mí misma al permitir que alguien se acercara tanto. Lo peor de todo era el dolor que estrujo mi corazón y no comprendía por qué.

Los instantes que duró el beso fue el infierno mismo. Dolía que me subestimaran, dolía que Thomas apartara la mirada y me mirara con... ¿tristeza? ¿Decepción?

Pronto empecé a sentir asco y molestia, sobretodo molestia; nadie en la vida me había hecho sentir tan vulnerable. Jamás.

―¿Cuál es la reacción de Thomas? ―susurró Raúl a escasos centímetros de mi rostro.

Nada de eso importaba. Escuchar la voz baja de Raúl en este momento era como oír el chirrido del metal rozarse con la fina punta de un objeto puntiagudo. Aunque fuese apenas un susurro, ahora resultaba irritante, pesado y nada agradable.

Me aparté con brusquedad.

―No me toques ―mascullé apenas audible, mi quebranto era palpable en mi tono―. No vuelvas a tocarme.

―Thomas... ―escuché que alguien más decía al fondo. Pero nada de eso importaba.

Me limpié los labios con desesperación con la manga de mi sudadera. Froté una y otra vez la tela sobre la fina piel de mis labios, deseando que la sensación húmeda desapareciera en su totalidad. No me gustaba tener el rastro del beso ni sentir que algo había permanecido ahí por unos segundos. No miraba nada en particular ni conseguía medir mis acciones, sin embargo, cuando sentí el peso de un par de manos en mis hombros conseguí alzar la vista.

Me sacudí del agarre repentino de Raúl.

―Margo, para de hacer eso.

¿Parar? ¿Parar? ¿Realmente quería que parara cuando aún tenía impregnada en mis labios la sensación de haber sido cruelmente sorprendida por un beso? Seguí frotando mis labios hasta que comencé a sentir un leve picor en esa zona. No me preocupé por nada más hasta que Thomas ocupó parte de mi campo visual. Lo vi aparecer detrás de Raúl con el semblante molesto y desconcertado.

―¿Qué hiciste? ―gruñó él, arrastrando las palabras.

―Esto no tenía que suceder así. ―Su tono era tembloroso y angustiado―. Margo... ¿estás llorando?

¿Lo estaba?

Palpé mis mejillas con ambas manos y, para mi desconcierto, encontré mojada esa zona de mi rostro. Lagrimas silenciosas se deslizaban por mi cara. Con dureza, Thomas empujó hacia atrás a Raúl por los hombros, cada vez más acercándose hasta mi posición. Clasifiqué su presencia y su evidente cercanía como una amenaza letal. Retrocedí dos pasos.

Él es detuvo.

―¿Estás bien? ―preguntó Thomas, preocupado.

No respondí, tan solo me quedé quieta observando fijamente a Thomas y, aunque él me devolvía la mirada, permanecía cauto y reservado. Ante mi silencio, él volvió hacia Raúl con evidente fastidio, dándole una mirada dura.

Enredada con el chefDonde viven las historias. Descúbrelo ahora