Sam, mi Sam

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Las situaciones de la vida

Nos llevan lejos de nuestros objetivos

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El día en que Samuel nació hacía muchísimo calor. Sus padres se encontraban de vacaciones en la costa, en un lugar desolado que solo poseía un almacén, un camping y playas vírgenes: Arenas Verdes.  La paz de aquel entonces ya casi no se encuentra allí, pero el lugar sigue existiendo.

Los médanos se alzaban altos y el viento los movía mientras los arboles danzaban  también a su antojo. El padre de Samuel, Pedro, había sido aficionado de la naturaleza, la caza y la pesca durante toda su vida. Su sueño era que su hijo/a  siguiera sus tradiciones y poder ir de pesca y a cazar en cuanto tenga la edad. Se caracterizaba por ser un sujeto bastante severo y frío en cuanto al trato, pero aún así no era un mal sujeto.

La madre de Samuel, Miranda, era todo lo contrario a su padre. Se dedicaba a pintar en su tiempo libre y cuando aún trabajaba era diseñadora de indumentarias. Había dejado su trabajo hace un mes ya que consideraba que embarazada de siete meses era algo peligroso continuar. Estaba segura de que podría retomar en cuanto su hijo naciera.

—No puedo creer que me convencieras de venir a vacacionar a este lugar —dijo ella algo enojada.— Si, es tranquilo pero no hay nada. Nada de nada. Miras para allá hay playa, miras para el otro lado y ¡Más playa! ¿Qué se supone que haremos aquí?

—Descansar del trabajo y la vida agitada de ciudad.

—Ah, lo que significa salir de pesca.

—No dije eso.

—Te conozco demasiado como para que me lo niegues Pedro. En fin, vete tú por ahí. Me quedaré en el sol un rato y luego iré a mojarme los pies.

—No deberías tomar sol. Le hará mal al bebé.

—Déjate de tonterías. Si te importara que tomara sol, me hubieses llevado de vacaciones a Londres que no sale el sol ni de casualidad.

—Bien, ya entendí. Estas enojada.

—¡Claro que lo estoy! ¿Sabes lo peligroso que es para una embarazada estar en el medio de la nada con pescadores, animales salvajes y ni siquiera un hospital? ¿Es que ya no me quieres?

—Claro que te quiero.

—Te parezco gorda.

—Déjate de tonterías.  Estas embarazada, no gorda.

—¿Ahora me dices tonta? Oh, ya vas a ver tú.

—No quise decir eso.

—Claro que no ¿Sabes? Yo... —pero Miranda no terminó la frase porque de repente se agarró la panza.

—¿Qué tienes? ¿Estás bien? ¿El bebé ya va a venir?

—No, no. Creo que me ha pateado solamente. O tal vez fue una contracción. Ya no las distingo porque ambas me hacen pedazos. Sam es muy fuerte.

—¿Crees que sea un niño?

—Claro que será un niño. No me importa lo que haya dicho el doctor. No es niña, estoy segura. Cuando sueño, puedo ver un varón. Sam, mi Sam.

Miranda se sentó en una roca y abrazó su estomago protectoramente. Pedro la miró con calma y se le acercó dándole un beso en la cabeza.

—No iré a ninguna parte Mir. Me quedaré con ustedes lo que queda de nuestras vacaciones. Lo prometo.

—Está bien, si quieres ir no hay problema. Estaremos bien.

—No quiero irme.

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El resto de la tarde ambos estuvieron en la playa y caminaron un rato por la pequeña costa. El sol bajó algo tarde pero a las diez estuvieron ya en el camping. Pedro había llevado una carpa y un colchón inflable para que Miranda durmiera cómoda pero con lo cansada que estaba podría haberse dormido sobre una roca y no sentir la diferencia.

En cuanto el se acostó a su lado noto que ella no cerraba los ojos.

—¿Sucede algo?

—Solo estaba pensando en el bebé. Me gustaría que naciera en una clínica privada.

—Bien. Buscaremos una en cuanto lleguemos. Aún faltan dos meses para eso.

—Si, pero hay que ser precavidos. Hay que conseguir los números de emergencia, y practicar para llegar a tiempo, y no olvidar tener el bolso siempre preparado por si nace antes de la fecha  y...

—Y deberías dormirte para que este sano y tranquilo o te va  a patear otra vez—la interrumpió Pedro—El bebé está bien. Estaremos bien también nosotros. Si sigues preocupándote te va a dar alguna loca enfermedad de embarazada.

—¿Me estás diciendo loca? ¿Acaso ya no me quieres?

Pedro rodó los ojos. Aquí vamos de nuevo —No, no te quiero. Por eso te traje de camping para que descanses y te pido que te duermas.

 — Ojala Samuel no saque ese humor sarcástico tuyo. Sería insoportable—dijo ella dándose vuelta—Buenas noches.

—Buenas noches.

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Esa misma mañana, a las seis y veinticinco exactamente, Samuel llegó al mundo. Dos meses adelantado y ante el susto de su padre. Miranda se había despertado de golpe y se dio cuenta de que el bebe venía. Pedro llamó al dueño del camping y la gente comenzó a despertarse asustada, creyendo que había un incendio.

Un hombre algo dormido se acercó y en cuanto vio la situación supo qué hacer. Casualmente era enfermero y se le había ocurrido ir de camping con los amigos esa semana, así que Pedro agradeció al cielo y ambos se pusieron manos a la obra.

Samuel no se hizo esperar ya que tardó solo quince minutos en nacer. En cuanto Pedro lo vio sonrió feliz y cortó el cordón para limpiarlo y cubrirlo con una frazada. No llevaban absolutamente nada para el bebé pero los demás campistas se solidarizaron. Una mujer le dio dos pañales de su hijo, otra que tenía un bebe chiquito les dio una prenda y un nene le regalo su pequeño auto de carreras. Ayudando a Miranda a subirse en brazos, ambos partieron hasta el hospital de una ciudad cercana y en una semana Sam ya estaba en su cuna. Y aunque no lograban que durmiera mucho, el pequeño se mantenía sin hacer siquiera un sonido.

—Sam, mi Sam—dijo su madre— tú sí que eres un niño con suerte.

—Yo diría que un niño especial—dijo Pedro—¿No está muy despierto para su edad?

—Cállate, está bien—dijo su madre— Mi niño es perfecto.

—Insisto en que los niños a su edad lloran. Es perfectamente normal.

—El médico no dijo absolutamente nada en cuanto lo llevé esta tarde. Me dijo que los suertudos éramos nosotros. Los niños que nacen a los siete meses suelen tener problemas de salud. Este es sano y silencioso.

—Está bien—dijo Pedro y mirando a su hijo le dijo—Duérmete en cuanto puedas tú.

Samuel lo miró como si le entendiera y pestañeo. A los minutos, el niño se durmió. Su madre aprovechó para dormir ella también y Pedro se fue a trabajar. El niño al que hay que ordenarle que se duerma aún siendo un bebe, iba a ser todo un desafío. 

El poder esta en sus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora