La vida universitaria le sentó bien a Samuel. El hecho de tratar con gente igual de interesada que él en la medicina le motivaba. Después simplemente, los conoció y se desmotivo. Los idiotas están en todos lados, así que si creía que en la universidad no los iba a haber, entonces estaba desmotivado. Para empezar el complejo universitario, en todas sus divisiones, estaba en las mismas ocho cuadras a la redonda, así que si había que almorzar con un abogado y un psicólogo que peleaban por quien tenía más carga horaria y un arquitecto y un ingeniero a ver quién era el que más conocimientos poseía en matemáticas seguramente el único lugar que estaba libre era entre medio de ambos grupos. Hasta cazar en día de semana y hacer ave a la parrilla en el medio de una plaza le parecía más tentador en aquel momento.
La biblioteca, la tienda y los centros de investigación siempre estaban abarrotados de gente. Samuel pensó que había salido de su casa repleta y se había internado en otra muchedumbre, pero la diferencia es que no lo conocían y eso le daba cierta ventaja importante: No tenía que hacer sociales. Nadie lo forzaría a hablar o comunicarse. A lo sumo debería hablar con uno que otro paciente cuando hiciera prácticas, pero aun faltaba mucho para eso.
El viernes de la primera semana se sentó en un banco esperando el colectivo cuando una chica se sentó a su lado.
–Hola ¿Qué tal?– dijo ella dedicándole una sonrisa gigante.
–Hola– dijo Sam desanimado. No iba a entablar una conversación en la parada de autobús. Le parecía incluso ridículo.
–¿Estas en mi clase de Anatomía no?
Sam miro a la chica y le dedico una mirada de suficiencia –¿Como se supone que lo sepa? Tal vez
–Oh es genial ¿Sabes? Me encanta estudiar medicina porque podremos salvar vidas alguna vez ¿No lo crees?
–No me digas– dijo Samuel arrastrado la o y exagerando una sorpresa – ¡No me lo hubiese imaginado nunca!
–Oye, no es necesario que seas malo. El sarcasmo no te llevara a nada.
–Bueno en realidad una vez salve una vida con mi sarcasmo.
–¿De verdad? – dijo ella esperanzada.
Sam le volvió a mirar con suficiencia mientras levantaba una ceja y ella frunció el seño.
–Que grosero eres.
–Gracias.
–Deberías ser más amable. Parecerás doctor House.
–Me da igual– dijo Sam encogiéndose de hombros. Ella lo miro enojada y lo ignoro hasta que el autobús llego. En ello ambos subieron. Por suerte había asientos libres lo suficientemente alejados como para no tener que verse. Sam tomo el más lejano y ella el más cercano al chofer, pero en cuanto fue hora de bajar ambos terminaron en la misma parada. Ella bajo primero y el fue detrás. Caminaron dos cuadras y luego ella se paro y volteo deteniéndolo.
–¿Acaso me estas siguiendo?
–Claro que no, yo vivo por aquí.
–Me da la sensación de que lo hacías.
–Estás loca– dijo Samuel esquivándola y llegando al recibidor de su edificio.
–No puede ser– dijo ella detrás de el haciendo que él se detuviera –¡Somos vecinos!
Oh no.
Sam se giro sobre su lugar –¿Qué departamento tienes?
-8ª.
Doblemente Oh no.
–Genial–- dijo Samuel –Estamos pegados. Soy el 8b. Que me parta un rayo.
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El poder esta en sus manos
Teen FictionSamuel era un estudiante de medicina destacado y todos le conocían allí aunque no era exactamente el típico chico popular. La mayoría decidía pasar de hablarle porque tenía fama de mal sujeto luego de que dejara casi inconsciente a uno del equipo d...