Aguja e hilo

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La mañana en el hospital casi siempre era tranquila cuando no había visitas, pero esa mañana el profesor Lamburg, encargado de las prácticas de medicina, se paseaba de un lado al otro frente a los practicantes gritando órdenes. La mayoría apuntaba mientras que Samuel solo estaba ahí parado mirándole con los brazos cruzados. No lo iba a intimidar como al resto. Era su primer día allí y ya estaba en su plan de negado.

-Y por sobre todas las cosas, deben seguir las ordenes ¿Esta claro?- y eso lo agregó mirando a Samuel. El que lo creyeran un rebelde golpeador ya había traspasado la barrera de los estudiantes al parecer. Sam giró los ojos e hizo una mueca- Ahora vamos a la sala 1

Todos avanzaron hacia la siguiente sala. La sala 1 era la destinada a Emergencias. Casi todos miraban a los pacientes, tomaban notas o saludaban a los empleados mientras que el profesor Lamburg se enojaba e intentaba reagruparlos- Hoy trabajaran todos en diferentes salas. Aquí solo se quedaran dos personas e iré pasando a ver su desempeño con cada doctor.

Samuel deseaba que pudiera tocarle con el doctor Mark. Eso al menos haría que no tuviera que socializar tanto ya que lo conocía, pero cuando escuchó su nombre supo que se quedaría allí, en emergencias.

-Te toca con el doctor Ultrera. Solo debes ayudarle hoy. No creo que sea algo difícil.

Samuel asintió y se fue a sentar junto con la chica que haría la practica también allí. Ella ayudaría a otro doctor de la guardia de emergencias.

En ello, el doctor Ultrera salió de su despacho y  llamó a Sam.

-¿Cómo te llamas hijo?

-Samuel- dijo Sam tendiéndole el brazo. El doctor se lo estrechó contento.

-Un gusto Samuel. Trabajaremos juntos hoy. Veras que esto es muy divertido y tranquilo, no como en las series exageradas de la tv.

-Está bien- dijo Sam encogiéndose de hombros. Lo cierto es que si fuera como en la tv hubiese sido genial también.

En la primera hora el doctor atendió a tres pacientes, ninguno de ellos con nada grave solo dolores de estomago, de cabeza y un chequeo. Después se dispuso a descansar un rato y tomar un café pero un llamada lo detuvo.

Samuel miró al doctor algo confundido y en cuanto cortó le pregunto si algo había pasado.

-Debo irme. Al parecer una emergencia surgió en casa ¿Crees que puedes quedarte solo unos minutos? No debería ser nada para ti.

Samuel no estaba muy convencido pero asintió. Solo debería calentar el lugar hasta que volviera.

Unos minutos después el profesor Lamburg llegó a mirarle.

-¿Y el doctor?

-Se fue por una emergencia. Dentro de unos minutos volvería.

-¿Y no aviso nada? El otro doctor de emergencias también se ha ido ¿Qué se supone que...

Pero la enfermera interrumpió la queja -¿Y el doctor? ¿Dónde está?

-Acaba de salir.

-Oh no. Hay un paciente mal herido en la entrada. Ha tenido un accidente de coche y esta gritando de dolor.

Una camilla entró con el paciente hacia donde estaban, empujando a un lado a todos y con un hombre gritando a más no poder.

-Esperen -dijo Samuel– No está el doctor, llévenlo a otro lado

-No hay quien lo atienda.

-¡Ayúdenme por favor!

-A ver córrete chico -dijo el profesor mientras se acercaba a la pierna– Tiene una herida grave. Hay que coserle ya.

-Bien, voy por los anestésicos -dijo Samuel.

-No, quédate aquí. No hay tiempo para que hagan efecto. Dame la aguja e hilo.

-Pero ¡Le va a doler!

-No me discutas y dame lo que te pedí Samuel.

-No están, no hay acá.

-¡Oh, por favor, no aguanto!- gritó el paciente en la charla.

-A ver, yo me encargo- dijo el profesor y se fue en busca de lo que necesitaba.

Samuel se detuvo a pensar que hacer. Si dejaba que lo cociera el sujeto sufriría, y si no...

-Cierre los ojos- dijo Samuel –Hágalo.

-Oh, no me hagas nada. No aguanto más dolor, me desangro.

-No lo haré, deje de chillar y cierre los ojos.

El paciente obedeció y Samuel frotó sus manos rápidamente sobre la herida –En cuanto deje de sentir el dolor no diga nada. Finja que aún sigue doliendo ¿Está bien?

El paciente asintió aún con los ojos cerrados.

-Ya. Ábralos.

-Traje la aguja e hilo -dijo el profesor detrás de Samuel– Sostén al paciente para que no se retuerza.

Samuel obedeció y el paciente tal y como le había indicado fingió dolor hasta el último minuto. Incluso cuando le limpiaron la herida.

El poder esta en sus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora