V. La Posada

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Luego de bajar de aquel carruaje Anabella cruzo las estrechas calles repletas de lodo y mercaderes por doquier escuchando uno que otro piropo de alguno de los vendedores de las calles. Después de caminar aproximadamente 15 minutos llego a su destino.

La Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, era una fachada típica para aquel entonces, un edifico estándar del cual sobresalía una torre en al cual en la cima se encontraba una campana bastante grande que se escuchaba por todo el lugar. En el interior habían dos bloques de bancas en dirección al Cristo crucificado que había en el altar de aquella iglesia. Iluminada por candelabros bastante grandes en el techo y en las paredes podría decir que aquel lugar era hermoso por cualquier lugar del que se viera.

Al entrar Anabella a la iglesia, el padre Javier se encuentra sentado en la primera banca que esta frente al altar por lo que ella toma asiento a su lado.

- Hola Padre – Dice Anabella con la dulce voz que le caracteriza.

- Hola Hija. Tu debes ser Anabella ¿Verdad?

- Asi es.

- Mucho gusto hija, soy el Padre Javier Galvan. Llegaste justo en el tiempo que me habían dicho.

- Asi es. No me detuve mucho en el camino.

- Eso me alegra. Bueno, te pondré en situación aunque creo que ya sabes que sucede imagino yo.

- Una secta según se me informo.

- Exacto. El brujo que se hace llamar Serk ha fundado una secta con la cual ha estado reclutando gente de todo el lugar para rendir culto a lo que sea que adoren.

-Tiene algún lugar del pueblo por el cual pueda iniciar la investigación.

- Me temo que no. Lamentablemente no tengo más información de la que sabes, en lo que te puedo ayudar es en encontrar un lugar en el cual te puedas quedar y con algunos aportes extras si es que consigo.

- Mmm... Que buen inicio, pero está bien, hare lo mejor que pueda.

Despues de aquello Anabella se levanta y se dirige fuera de la iglesia pensando en como descubrir al brujo y poder cumplir con su misión. De momento lo primero que hizo fue buscar la posada en la cual el padre le dijo que se quedaría, la cual estaba a tan solo dos calles de distancia a la iglesia. 

Era un edificio de aparente tres niveles, hecho de madera la cual se podía ver bastante deteriorada lo cual hacia deducible que ya era algo viejo aquel inmueble. En la segunda y tercera planta había tres ventanas lo cual daba a entender que constaban de tres habitaciones de las cuales una seria para Anabella. Al entrar a aquel lugar se encontró con la casera, la señora Marta Galindo, una señora que aparentaba como mínimo 60 años, con su cabellera larga y canosa, de pequeña estatura, pero tenía un rostro bello no digno de su edad.

- Tu debes ser Anabella ¿cierto?

- Así es.

- El padre Javier me dijo que vendrías. Yo soy Marta Benavides, tu casera y si necesitas algo no dudes en decirme.

- Muchas gracias señora.

En una repisa que había en la recepción de aquella posada estaba una larga fila de llaves de las cuales Marta tomo la que tenía la numeración 5 siendo esa la habitación que usaría Anabella, quien recibe la llave la cual era de bronce que ya no brillaba como antes cuando estaba recién fabricada. La recepción era simple: una barra como si fuera un bar pero en lugar de cerveza lo que tenían detrás, en este caso eran las llaves de las habitaciones de la posada, del lado derecho había habitación que tenia una especie de puerta de bar y dentro de aquel lugar había un comedor así que sino querías comer en tu cuarto podías comer abajo, bastante practico hasta cierto punto, del lado izquierdo estaban las escaleras que daban a la segunda planta por lo que Anabella sube escalón por escalón hasta ver aquel gran pasillo que tenía 6 puertas en total: 3 por cada lado por lo que en la planta de arriba sería lo mismo.

Se dirige a la que tiene la placa numero 5 y al entrar se encontró con una habitación bastante aceptable a comparación de lo que dejaba a la imaginación la fachada de la posada. La habitación era pequeña, eso es innegable, pero tenía su toque ya que la cama estaba pegada a la ventana la cual estaba cruzando el cuarto, entiéndase que al entrar simplemente había que caminar recto para llegar a la ventana. Al costado de la cama había una mesa de noche con unas velas colocadas sobre una placa de meta. Una mesa redonda en el medio del cuarto y un pequeño armario. Anabella entra y lo primero que hace es quitarse su ropa de inquisidora la cual ya la tenia agobiada por el calor que esta generaba al ser completamente negra, se coloca un vestido de color menta bastante hermoso, a decir verdad, Anabella podía colocarse sola el corsé que realmente usaba solo porque era requisito porque ligeramente no lo necesitaba ya que su cuerpo era perfecto. El escote abultaba sus senos haciéndolos bastante llamativos, la falda de aquel cubría sus piernas hasta llegar a sus tobillos ocultando aquellas su delicada piel.

Sale de su cuarto y baja las escaleras, pero se queda desconcertada de no ver a Marta:

- ¡Señora! – grita Anabella al pie de las escaleras

- ¡Estoy en la cocina! ¿¡Que sucede!?

Anabella se dirige la habitación que estaba a la derecha de la barra de recepción y desde afuera a lo deja ver el marco de la puerta logra divisar la espalda de Marta, ella se dispone a entrar teniendo una gran sorpresa.

- Pero Marta, no puedo solo quedarme una noche como siempre.

- ¡No! Alejandro no puedo, tengo la posada llena. Sabes que te cuando puedo te dejo quedarte, pero no puedo.

- Venga Marta... - Este corta sus palabras al darse cuenta de que Anabella estaba dentro de la cocina.

- Alejandro, ella es Anabella, la nueva inquilina que el padre Javier me dijo que cuidara.

- Marta... Marta ven. – Dice Alejando, susurrando, pero sin dejar de ver a Anabella.

- ¿Qué quieres? joder.

- Es hermosa – dice de nuevo entre susurros a lo que Marta le responde con un golpe en la cabeza con su palma abierta.

- Anabella, el es Alejandro, un viejo amigo, aunque es más joven que yo, pero realmente lo conozco desde pequeño así que es un "viejo amigo".

- Mucho Gusto. Mire ¿usted tiene un mapa del pueblo? necesito salir y no quiero perderme.

Marta se queda pensativa por unos segundos como si tratara de recordar algo importante, básicamente empieza a murmurar para si misma, pero al parecer el resultado no le es placentero.

- Me temo que no... Pero Alejandro te puede guiar, el conoce el pueblo como la sucia palma de su mano.

- Marta ya para, deja de regañarme joder siempre es igual.

- No quisiera ser una molestia...

- Pues, realmente no es una molestia para mí, no tengo nada que hacer, es medio día y estoy aburrido. Venga porque no una aventura por el pueblo.

- Que acomedido eres Alejandro, porque no eres así conmigo cuando te pido algo – dice marta mientras suelta una risa de burla hacia Alejandro.

- Ya Joder, deja de molestarme o sino...

- Sino ¿qué?... – interrumpe Marta en tono amenazador.

- Sino me tendré que ir a otro lado. – dice Alejandro con miedo a Marta. – Entonces, ¿puedo ser tu guía?

- Esta bien – Dice Anabela cabizbaja con unos rasgos de vergüenza en su rostro.

- Esta bien – Dice Anabela cabizbaja con unos rasgos de vergüenza en su rostro

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La Inquisidora y El BrujoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora