VIII. El Descubrimiento

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El descubrimiento de aquella mañana le helo todo el cuerpo y no sabia que debía hacer, no tenia las pruebas suficientes para demostrar que Alejandro era el brujo que se hacia llamar "Serk" lo cual la llevaba a otro problema el cual era Marta; ella tenía la posibilidad de decirle a Alejandro que Anabella era la enviada por la Inquisición lo cual le quitaría el elemento sorpresa por lo que debía de pensar muy bien en su siguiente movimiento.

Al otro lado del pueblo, en aquel sótano dado al demonio se encontraba "Serk" junto con Valentina a solas en aquel recinto.

- ¿Ya la has encontrado? - le dijo Valentina a Serk con ironía.

- Sabes la respuesta, deja tus juegos para otro día.

- Sabias que ya no quedaban vírgenes en el pueblo, de que sirve estar a un paso si no lo podemos dar.

- Paciencia Valentina, de alguna forma u otra la encontraremos, no te precipites.

- Me lo dices con tanta calma que parece que lo tienes todo resuelto. ¿Tienes algo en mente?

- La Inquisidora.

- No sabes si quiera quien es o donde se encuentra.

- Tengo la ligera sospecha de que esta entre el pueblo y es muy posible que ya la haya conocido.

- Pero ¿cómo sabes que es virgen?

- Muchos hacen un voto de castidad en la iglesia, que mejor ejemplo que una mujer pura en todo sentido para dar el mejor ejemplo.

- ¿Cómo piensas hacer que lo haga de manera voluntaria?

- Eso déjamelo a mí.

Dichas esas palabras era obvio que Valentina ya sabía cuál sería el movimiento de Serk, aunque en ese momento una pizca de celos todo era con el propósito de conseguir ese poder incalculable que le habían prometido a Serk, poder que utilizarían para su beneficio así que tuvo que reprimir aquel sentimiento y aceptar las cosas como son.

Estos salen del sótano y Alejandro deja la capucha en el mismo arbusto de siempre y se dirige a la posada de Marta, en el camino iba pensando si en serio la persona en quien tenia las sospechas era quien creía q era. ¿Necesito convencerla de hacer el ritual?, pero ¿Cómo? No le veo sentido a esto, teniendo en cuenta de que esta en contra de todo lo que practico será difícil convencerla de que haga el sacrificio voluntario y tampoco creo que sepa lo que soy así que al menos tengo esa ventaja. Pensó Alejandro mientras llegaba a la posada, al entrar sus ojos se clavaron en las escaleras mientras la veía bajar.

Portaba un vestido azul el cual llegaba hasta el suelo, en el había bordados dorados que cubrían casi en su totalidad aquella tela azul dejando solo bordes mínimos, pero bastante llamativo haciendo contraste entre el dorado y el azul. El cinturón era una especie de trenza azul marcando el final del torso y el inicio de la cadera de aquella mujer. Su pelo estaba suelto, una melena negra como la coche y lisa además de que brillaba como si tuviera estrellas en aquella negrura.

Este se quedo atónito al ver tal belleza y le era imposible apartar la vista hasta que Marta al ver si cara de asombro de le dio un pequeño golpe en la cabeza con la palma de la mano por lo que Alejandro reacciono haciendo un gesto de molestia en contra de Marta como si le dijera con la mirada que le interrumpió un momento bastante bueno. Marta vio a los dos y siento una angustia que aunque no se reflejo en su rostro, este sentimiento era intenso ya que podía ver reflejados dos mundos muy diferentes en aquellos dos por una parte Anabella, su belleza era la mejor arma que tenia en su trabajo, cuantas posibilidades, cuantas maneras de utilizar aquella hermosura para sus objetivos aun si estos no fueran morales de todos modos tenia como defenderse y por el otro Alejandro que aun cuando lo cuido toda su vida ella sabia que su pensamiento de acabar con la Inquisición por lo que le hicieron a sus padres era lo que lo movía, era su motivación para seguir haciendo lo que hasta ahora practicaba.

La Inquisidora y El BrujoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora