Capítulo 15: «¿No querías jugar?»

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→NARRA ERIK

Conducí hacia casa con Gabriela en el asiento del acompañante. Por primera vez desde hacía mucho tiempo todo se sentía bien. La paz había vuelto, y lo había hecho de la mano de una chica morena, que me estaba volviendo loco. Gabriela tenía su mano sobre la mía, encima del freno de mano. Su agarre era dulce y firme a la vez, igual que ella.

*Ella es fuerte, Erik.*

No podía dejar de repetirme esa frase, una y otra vez, aún así, tenía algo que me empujaba a protegerla, a cuidarla.

Había decido llevarla a casa, porque sabía que estaba en peligro. El ataque del bosque no había sido algo al azar, aunque su manada se pensaba que los vampiros éramos los responsables, no era así. Si alguien quería hacerle daño a Gabriela, no lo conseguiría, al menos mientras yo pudiese impedirlo.

Llegamos al camino de piedras que conducía hasta mi casa. Gabriela se puso un poco tensa, y su mano se apretó más fuerte contra la mía. Sabía que la idea no le entusiasmaba, aún así abrió la puerta del coche decidida y se esperó en la puerta.

-Ey, tranquila, no hay nadie. Nadie va a morderte hasta que te desangres ni nada por el estilo, ¿vale? El único que tiene acceso a tu cuello soy yo y punto.- le dije, intentando relajar el ambiente.

-Imbécil...- susurró.

-Niñata...- le dije al oído. Ella se estremeció y se quedó muy quieta.

Aproveché en momento para atraerla hacia mi, nuestros labios se juntaron en un beso apasionado y dulce. Ese beso decía todo lo que durante tanto tiempo habíamos callado. Al final nos separamos, aunque sabía que ella se había quedado con ganas de más, igual que yo. Saqué las llaves del bolsillo trasero de mi pantalón y abrí la puerta.

Mis tíos estaban en una convención médica y Alex y Dylan habían ido a la fiesta, así que a estas horas ya deberían estar liándose con alguna por ahí.

-Ponte cómoda.- dije abarcando con mis manos todo el salón. Gabriela se quitó los tacones y se sentó en el sofá.- ¿Tienes hambre?

-Un poco.- dijo ella poniendo cara triste.

-Vale, ahora vengo.

Fui hacia la cocina, abrí el congelador y hmm... Helado de menta y chocolate. Cogí la tarrina y dos cucharas y volví al salón. Gabriela se me quedó mirando y sus ojos rápidamente pasaron al helado.

-Dios, Erik, eres increíble.- dijo ella.

-Lo sé monada.- contesté, guiñándole un ojo.

Me senté a su lado y ella pasó sus pequeñas piernas por encima de las mías. Rápidamente se apoderó de una de las cucharas y de la tarrina de helado. Hundió la cuchara y se metió el helado en la boca. Estaba tan absorto mirándola que casi se comió ella sola el medio quilo que había en el recipiente.

Metí el dedo en el helado y se lo restregué por la nariz. Ella puso una mueca y se abalanzó contra mi.

-¡¿Eres idiota?!- me gritó seria.

-Yo seré todo lo que quieras, pero bien que te has tirado encima mío, eh.- le dije.

Un poco avergonzada, intentó apartarse de mi, pero yo la atraje de nuevo hacia mi cuerpo. Sus ojos de posaron en los míos un instante y pasaron después a mis labios.

*Madre mía, como siga haciendo eso mucho tiempo, me la como a besos. Me cago en...*

Gabriela había usado sus armas de distracción para hacerse con el helado y mancharme absolutamente toda la camiseta.

-¡Eh!- dije indignado.- Si quieres que me quite la camiseta solo tienes que pedírmelo.

-Quítatela.- me susurró, rozando sus labios contra mi oreja.

Agarré el bajo de mi camiseta y cuando fui a subir los brazos hundí la mano en el helado y la froté contra su blusa. Yo también tenía mis propias armas.

-¿No querías jugar?- le dije riendo.

Ella corrió hacia mi con la intención de mancharme de nuevo, aunque cuando saltó hacia mi la agarré de las piernas y la colgué de mi hombro, como si fuera un saco de patatas. Gabriela empezó a patalear provocándome unas tremendas ganas de reír.

-¡Suéltame imbécil!- me gritó.

-No pienso hacerlo hasta que reconozcas que estás loca por mi.- le dije.

-¡Eres un estúpido egocéntrico!¡He dicho que me sueltes!

-¿Y si no lo hago? ¿Piensas sacar tus poderes de mujer lobo o qué?- dije.

-No-me-retes.- susurró.

Empecé a subir las escaleras, con Gabriela aún encima mío. Crucé el pasillo hacia mi cuarto y la solté encima de la cama. Ella se quedó totalmente callada, a la espera de ver qué hacía. Fui hacia mi armario y saqué dos camisetas cualquiera. Le lancé una a Gabriela que la inspeccionó detenidamente.

-Si quieres cambiarte allí tienes el baño.- le dije.

-No hace falta, solo apaga la luz y ya está.- contestó ella.

Me quité la camiseta sucia y eché mano a la que había sacado del armario. Pasé mi mirada hacia Gabriela, que estaba embobada mirándome.

-No te olvides de respirar, ¿vale?- le dije.

-Más quisieras...- dijo ella.

Me puse la camiseta, me metí en la cama y apagué la luz. Gabriela se levantó y se quitó la blusa y los pantalones.

*No sé si sabe que aún con la luz apagada puedes verla... Erik, no mires. No deberías. Bueno, a estas alturas... ¿Por qué privarme de los sencillos placeres de la vida?*

-¿Puedo...?- dijo ella, ya cambiada, señalando la cama.

Bajé la manta para que pudiera entrar dentro a modo de respuesta. Ella se metió dentro y se quedó separada de mi.

-¿Por qué estás haciendo esto Erik? ¿Por qué yo?- dijo ella hablando flojo.

-No lo sé... Eres diferente...- dije yo.

Acercó su cuerpo contra el mío y su respiración regular me indicó que ya se había dormido. Me la quedé mirando durante largo rato. Sus párpados temblorosos, sus labios respirando, su pecho subiendo y bajando cerca de mi, sus pies fríos pegados a mis piernas... Todo eso era perfecto, ella era perfecta. La observé hasta que el sueño me invadió. Por primera vez, me sentía completo, nada podía estropear esa felicidad, al menos eso creía yo.

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¡Hola hola mis pequeñas! Lamento el pequeño retraso, pero estoy de exámenes y me resulta difícil encontrar tiempo para escribir. Este capítulo es un poco recompensa porque no estoy segura de poder subir el sábado que viene. No me lo tengais en cuenta por favor. ¡Os quiero!♡♡

Unidos por la lunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora