u n o.

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Había sonado la alarma para despertar e ir a la escuela y Broflovski se sentía fatal.

Los cien abdominales que había hecho la noche anterior lo tenían adolorido.

Fue hacia el baño y se desvistió. Vio su reflejo en el espejo con desgano. Y una vez más, tocó ese poquito de panza que tenía.

Se subió a la balanza y se quería morir con el resultado que esta le dio: 71 kilos.

Le pareció catastrófico en relación a su estatura de 177 centímetros.

Se metió a la ducha y lo único en lo que Kyle podía pensar era en cómo bajar de peso. Sentía que el ejercicio no le estaba sirviendo.

Al estar ya seco y vestido, el chico debía ir a desayunar. Y fue en la cocina donde tuvo la brillante idea de contar las calorías.

Sacó la caja de cereal que solía comer regularmente e inspeccionó cuidadosamente la ficha de información nutricional.

"Claro que no bajaré de peso si sigo comiendo esto...", pensó.

Al final, optó por simplemente tomar un vaso de jugo, el cual, por cierto, le sabía horrible.

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-¿Estás seguro de que te sientes bien? -le preguntó su mejor amigo en la parada del autobús.

-Vaya, Kyle, cómo se nota que no dormiste -rió Eric al ver las ojeras y la cara de pocos amigos que traía su objetivo constante de burlas-. ¿Te quedaste hablando con tus abuelos en el cenicero?

-¡Cállate, Cartman! -el judío ya estaba irritado.

-¿Estás bien?, te noto decaído -comentó Kenny con preocupación.

Los tres chicos miraban a Kyle fijamente, esperando a que éste dijera algo al respecto.

El pelirrojo se limitó a decir:

-Estoy bien, carajo, que no pasa nada.

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Kyle se estaba llenando el estómago con agua.

No sentía apetito en la escuela, por lo que sólo bebía agua todo el día.

A la hora del receso, Stan se quedó con él. Conversaron y notó los cambios que estaba sufriendo su mejor amigo.

Ya no era el mismo de antes.

Ahora tenía una actitud extraña constantemente. Se le veía cansado. Y Stan no podía reconocer si era cansancio físico o mental.

Los temas fueron triviales hasta que tocó la campana para entrar de vuelta a las clases, en las cuales Kyle se veía incapaz de prestar atención.

Pensaba en su cuerpo. En su físico, en su cara, en su cabello, incluso en su interior.

Y siempre le parecía que había algo mal.

Anotó en una página del cuaderno con el que debió haber estado estudiando:

"10 de agosto: 71 kilos".

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Ya era la hora del almuerzo.

Kyle volvió a jugar con su comida, la revolvía y la movía dentro del plato y una que otra vez se echaba un poco a la boca.

Comió menos de la mitad y le dejó el resto a Kenny, pero nadie lo notó. Broflovski desvió la atención de su plato en todo momento y el jugar con la comida daba un efecto que hacía ver como si hubiera comido más de lo que comió en realidad.

Conversó y rió con sus amigos como siempre.

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El chico judío ya había llegado a su casa y anotó a un lado del apunte del resultado de la balanza cuántas calorías había ingerido hasta el momento.

Estaba emocionado y muy orgulloso por haber logrado su meta.

Vio una película y al rato se puso a hacer abdominales, al igual que el día anterior.

A la hora de la cena, Kyle no salió de su habitación; sólo durmió hasta el próximo amanecer.

Y, aún en sus sueños, se sentía atormentado por sentir que tenía algo mal.

W r o n g.  ✨kyle broflovski✨Where stories live. Discover now