La uida

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Sesshomaru apagó las lámparas pero la encontró con facilidad en la oscuridad. No había sitio a donde huir.
Nada apartaría a Sesshomaru de su cruel propósito. Estaba invadido por una furia enorme desde hacia cinco
días. Hundió una mano en el sedoso cabello negro de Aome.

-Déjame mostrate cómo se trata a una prostituta. Le indicó con suave amenaza.

-- Si te considerara mi esposa, te mataría con mis propías manos. Sí, lo conseguiste, azis. Celebra tu victoria pues la gloria será breve. Me llenaste de celos y no te estoy agradecido por ello.

-No hay nada entre Koga y.. .

la interrumpió la mano que Sesshomaru puso sobre su boca.

-Dudo que te desee a su lado cuando termine contigo. Acabaré con tu inocencia tan atractiva. Y además,
tendrá que esperar mucho., Permanecerás el tiempo que yo quiera en Dharein y cuando lo desee, me
acostaré contigo .

Juró con salvajismo.

-- No tienes ningún derecho. No te lo otorgaré y te agradezco que te
mostraras tal y como eres en verdad. Ahora, se harán las cosas como yo decida y no cederé ni un ápice
contigo.

Aome quedó paralizada por la rabia de su voz. Había querido que ya no fuera desapegado, pero no que reaccionara con tal furia. Por ese beso y por el acto vengativo de sumisión que tenía intenciones de; llevar a cabo, Sesshomaru nunca la perdonaría. Se despreciaría por usar la fuerza con una mujer indefensa. Aome pensaba con desesperación qué hacer cuando Sesshomaru se acercó. Empezó a acariciarla para avergonzarla, no para causarle placer.

-Necesito... ir. . . afuera.

Tartamudeó Aome, frenética.
Sesshomaru exhaló y retrocedió. Aome apenas pudo creer en su buena suerte y tomó lo que parecía ser el tobe de lana de Sesshomaru y unas sandalias.

-No te vayas a perder.

Por una vez, su intuición lo abandonaba pues eso era precisamente lo que Aome tenía en mente. Estaba invadida por el pánico y Sesshomaru no estaba de humor para razonar.
Por fortuna, su tienda estaba a una ligera distancia de las demás, en la orilla del campamento. Aome caminó con rapidez; su cuerpo estaba lleno de adrenalina. Corrió como el viento en el desierto iluminado por la luna. Miró hacia atrás para ver si la había seguido y. . . cayó al vacío. Rodó por una pendiente oculta por una sombra. La arena llenó su boca y nariz, pero Aome no gritó. En el fondo, se sacudió, empavorecida.
Le pareció más sensato caminar por el valle que había entre las dos dunas que tratar de escalar la cuesta.
Además, no planeaba alejarse mucho. El aire estaba muy húmedo y había un silencio sobrenatural. Sesshomaru
la buscaría y para cuando la hallara. . . debido a las huellas tan claras que dejó en la arena... esperaba que
ya estuviera más tranquilo. Quizá no iría a buscarla y les diría a todos que se había perdido. Nadie sospecharía que no fue un accidente. Bueno, ¿qué otra cosa habría podido hacer ella?
Sesshomaru estaba enfurecido por los celos. La fuerza de las emociones, puestas al descubierto por esos celos, la llenó de miedo. Si eso sentía, ¿por qué demonios la dejó sola con Koga en Inglaterra?

De pronto, el paisaje fue iluminado por un relámpago. Las primeras gotas de lluvia cayeron. El cielo pareció abrirse por los rayos y empezó a llover, como si los elementos hubieran enloquecido.
La lluvia caía con fuerza y la empapó en pocos segundos: Aome se agachó, tratando de protegerse de la tempestad tan violenta. Cuando un animal saltó frente a ella, la hizo
caer. Como no sabía lo que la atacó, gritó con tanta fuerza que la garganta le dolió. El perro empezó a gemir y otro se acercó y le lamió la mano.
Sesshomaru emitió una orden y los perros retrocedieron. Debido a la lluvia, Polly no oyó lo que le gritó. La
levantó en brazos y casi la echó sobre el lomo de Marzouk. Aome entendió, con falso alivio, que Sesshomaru
hizo que sus lebreles saluki la buscaran. La había cazado como a un animal.

El trayecto de regreso al campamento fue una pesadilla. Los dientes de Aome castañeteaban y el frío la
calaba hasta los huesos. Sesshomarutuvo que llevarla en brazos a la tienda.

-Si ahora te golpeara con un látigo, nadie me culparía.

Rugió Sesshomaru. Le quitó el tobe empapado y empezó a frotarla con una toalla a pesar de las protestas de Aome. Cuando activó su circulación, Aome sintió dolor al ser frotada. Pero Sesshomaru la miró sin compasión.

-¿Qué esperabas allá afuera? ¿El arca de Noé? Estabas en un shoeb. . . el lecho seco de un río. ¿Qué no
viste que se acumulaba el agua? En pocos minutos se habría llenado. En el invierno suele haber inundaciones súbitas en el desierto. Mi propia gente se ha ahogado. A veces no es posible subir más alto para estar a salvo.

-Deja de gritar -suplicó.

Sesshomaru la envolvió en una manta y le secó el cabello.

-En pocos minutos, los salukis habrían perdido tu olor debido a la lluvia -replicó-. Estuviste en peligro de
muerte. Tus huellas se habrían borrado por la lluvia y tu cuerpo habría quedado sepultado en la arena. Qué bueno que estás a salvo y que ningún hombre perdió la vida por perseguir a la más estúpida e impulsiva. . .

En ese instante, dejó de hablar y se calmó. Miró su palidez con satisfacción. Respiró con lentitud y se cubrió los ojos con una mano.

-Te grito, pero yo soy quien tiene la culpa -afirmó, serio-. Al amenazarte, me he humillado más de lo que tú me humillaste en los brazos de tu amante.

Aome le apretó los dedos.

-No es mi amante... te dije la verdad. Fue un momento emotivo Y Koga cometió un error.

Afirmó, insegura

--Pero si no me crees, si no quieres escucharme, ¿qué más puedo hacer para convencerte?

Sesshomaru no contestó. Aome apartó la mano.

-No debiste volver.

Se puso de pie.

--¿Pero qué otra alternativa tenías? Te coloque en una posición intolerable con tu familia.

-¿A dónde vas?

-Debo atender a Marzouk.

Desapareció en la lluvia que ya amainaba antes que Aome pudiera declarar que su caballo era menos importante que él.

La oportunidad de ventilar algo de su rabia contenida lo acercó un poco a Aome y, aun invadido por la furia,
la atendió primero a ella.
Lo que a Aome la enloquecía era la sospecha de que, inocente o culpable, ya no la quería tener a su lado.
Los celos sugerían. . . ¿afecto, acaso? Hizo una mueca. Era más probable que se tratara de la reacción de
enojo de un hombre demasiado posesivo que se siente insultado. Se alejó, de ella en Inglaterra. Pero ese
mismo día, llegó con flores y con deseos de sorprenderla. No tenía sentido.

Desde que se enteraron del infarto de su padre, la conducta de Sesshomaru era incomprensible.
A pesar de decir que deseaba una relación más normal, se alejó de ella en todos sentidos. Siempre distante... hasta las flores.
Aome no entendía nada de nada.

Y mientras seguía pensando en la actitud de Sesshomaru, sus ojos se inundaron de lágrimas,era extraño ahora por todo lloraba.

UNA Y MIL NOCHES DE AMOR Donde viven las historias. Descúbrelo ahora